lunes, 25 de septiembre de 2017

Transhumanismo


¿Es el hombre la culminación de la evolución cósmica? Algunos visionarios de nuestra época lo niegan apasionadamente. Según ellos, el ser humano sólo significa un eslabón provisional e imperfecto dentro de una cadena ascendente que todavía no ha llegado a su final. Este final se encuentra más allá del hombre, por encima del hombre. El siglo XXI dará un salto cualitativo en el dominio de una tecnología cuasi-mágica y permitirá —¡al fin!— transcender al ser humano. Tal es el sueño de los transhumanistas.

 Por supuesto, todo esto suena a película de Hollywood y a ciencia ficción. Y, sin embargo, el lobby transhumanista presenta en sus filas partidarios completamente respetables. Sin ir más lejos, en nuestro país un autor tan conocido como Eduardo Punset defiende una visión del hombre y de su futuro que exhibe numerosos puntos de coincidencia con las tesis transhumanistas. 

Al fin y al cabo, ¿no ha dado ya el ser humano todo lo que puede dar? Así lo consideran Marvin Minsky, Ray Kurzweil y otros gurúes norteamericanos del transhumanismo, para quienes la nanotecnología y la biotecnología habrán de conducir, dentro de pocas décadas, al interfaz hombre-máquina, piedra angular del mito transhumanista. No ser ya sólo hombres, sino hibridaciones entre hombre y máquina, entre hombre y ordenador. Liberarnos —al menos parcialmente— de las servidumbres que nos impone la biología. 

Ampliar nuestras capacidades psíquicas y sensoriales. Explorar todo el espectro de los estados alterados de conciencia. Experimentar sensaciones antes nunca conocidas por el género humano. ¿Quién no se sentiría atraído por tales perspectivas? Tanto más cuanto que el hombre, tal y como ha existido hasta ahora, parece incapaz de abandonar ese fango de egoísmo, vulgaridad y violencia en el que anda chapoteando desde tiempo inmemorial.

Como es evidente, desde un punto de vista humanista, e incluso desde el simple sentido común, sería fácil efectuar una indignada crítica contra tales desvaríos: que si son síntomas de un nihilismo mal disimulado, que si vamos al Mundo Feliz de Huxley, que si Hitler va a triunfar con un siglo de retraso en su lucha por crear al Superhombre. Sin embargo, el transhumanismo —como todo mito, como toda idea que logra fascinar al espíritu humano— contiene una parte de aspiraciones legítimas. 

Es decir: la humanidad experimenta hoy un intenso deseo de autosuperación y el anhelo de “empezar una nueva época”, una etapa radicalmente distinta dentro de su historia milenaria. 

Cambiar desde la raíz el ambiente de nuestra cultura, nuestros hábitos de vida, el régimen íntimo de unas existencias individuales que se han acostumbrado a respirar en una atmósfera de conformismo desencantado. Librarse de la Matrix omnipresente que hoy nos atrapa y salir al fin de la caverna platónica, para contemplar la verdadera realidad. Y los transhumanistas han sabido captar precisamente este aspecto del Zeitgeist actual: los hombres de nuestra época aspiran a vivir en un mundo lleno de aventura y de misterio, diametralmente opuesto a esta gris rutina de existencias vacilantes y desnortadas que hoy conocemos. Sin embargo, y como sucede tantas veces, se acierta aquí en el fin, pero se yerra —y de una manera decisiva— en los medios.

Y es que, en efecto, por sí misma la tecnología —ni siquiera la tecnología “mágica” con la que sueña el transhumanismo— es incapaz de reeencantar el mundo. A mediados del siglo XIX, los entusiastas del progreso predecían, extáticos y exultantes, un siglo XX poblado de máquinas fantásticas que convertirían el mundo en un lugar “emocionante” y “maravilloso”. La máquina volante —nuestro avión— era entonces el paradigma de lo fascinantemente futurista; y aún más el proyectil que, como imaginó Verne, nos llevaría hasta la Luna. Ahora bien: hoy en día, miles de aviones surcan cada día nuestros cielos, y hace décadas que conquistamos nuestro satélite; pero, aun así, seguimos bostezando. Seguimos haciendo ricas a las multinacionales farmacéuticas que nos proporcionan nuestra imprescindible ración de antidepresivos. La melancolía es la seña de identidad del Occidente posmoderno. Ergo: es obvio que nos estamos equivocando en algo decisivo.

También se equivocan, desde luego, los transhumanistas. Necesitamos —es cierto— un nuevo entusiasmo, una nueva frontera, un nuevo impulso que nos devuelva la ilusión y la alegría. Ahora bien: este impulso no provendrá de la tecnociencia (¡que no es execrable en sí misma, de ningún modo!), ni de los kennedys y obamas de turno. Porque la única energía que puede renovar la faz del mundo procede del núcleo más íntimo de lo real. 

De la centella más interior del espíritu humano: más allá incluso de nosotros mismos. Donde todo recobra su aspecto más auténtico y maravilloso. Donde la vida humana vuelve a convertirse en lo que nunca debió haber dejado de ser: una fiesta llena de alegría. Donde descubrimos con estupor que aquí mismo, junto a nosotros, existe —ocultada por nuestra torpe mediocridad— otra forma de vivir y de construir el mundo.


El Orgullo De La Soberbia


Conocida como uno de los siete pecados capitales junto a la ira, la gula, la lujuria, la pereza, la envidia, la avaricia y la vanidad, la soberbia es una característica común al ser humano que implica la constante y permanente autoalabanza que una persona realiza sobre sí misma. La soberbia es, además, una actitud de constante auto admiración que hace que la persona en cuestión deje de considerar los derechos y necesidades de aquellos que la rodean al considerarlos inferiores y menos importantes.

La soberbia es un rasgo característico del ser humano ya que tiene que ver con el desarrollo de la autoconciencia y de cada individuo como un ente único y separado del ambiente en el que habita, capacidad que no existe en el caso de los animales. La posibilidad que tenemos de reconocernos como seres capaces de muchas habilidades, facultades y virtudes es lo que deriva en la existencia de la soberbia. Si bien la soberbia puede darse en todos los individuos en algún punto de su vida de modos más o menos profundos, se habla de soberbia específicamente cuando los rasgos de vanidad y autoalabanza de una persona se vuelven exagerados.

Orgullo y soberbia
Son dos conceptos semejantes, pero no exactamente iguales. Mientras que en el primero el individuo se valora a sí mismo en su justa medida, en el segundo hay una desproporción. Por lo tanto, quien es soberbio no está orgulloso de sí mismo, sino que su autovaloración se fundamenta en el menosprecio de los demás. En otras palabras, en este sentimiento se produce un no reconocimiento de los semejantes.

Desde un punto de vista psicológico se trata de un mecanismo de defensa
La actitud soberbia es considerada como un mecanismo de defensa. De esa manera, quien tiende a la soberbia puede ser alguien con una escasa autoestima y para compensarla recurre a una sobrevaloración de sí mismo. Para camuflar los miedos y las inseguridades, se adopta un disfraz de engreimiento y petulancia. Las personas con este rasgo trasmiten a los demás que son mejores y de algunas maneras superiores, pero en el fondo se quieren poco a sí mismos.

Una persona soberbia es alguien con miedos y que necesita sentirse por encima de los demás.

El soberbio puede tener dificultades para valorar las acciones y normalmente vive pendiente de las apariencias y de la comparación con los que le rodean. Paralelamente, la soberbia es una falta de humildad. Los psicólogos consideran que para corregir esta actitud es conveniente centrarse en la autoestima personal.


Diversidad Cultural


Es preciso rechazar contundentemente la crítica que a menudo se hace de la diversidad cultural como causa de conflictos. Son los intentos de suprimir la diversidad lo que genera los problemas, cuando se exalta "lo propio" como lo único bueno, lo verdadero, y se mira a los otros como infieles a convertir, si es necesario, por la fuerza. O cuando se considera que los otros representan "el mal", la causa de nuestros problemas, y se busca "la solución" en su aplastamiento. 

Los enfrentamientos no surgen porque existan particularismos, no son debidos a la diversidad, sino a su rechazo. Son debidos a los intentos de homogeneización forzada, a los fundamentalismos. Conviene aclarar, por otra parte, que la defensa de la diversidad cultural no significa aceptar que todo vale, que todo lo que los pueblos crean sea siempre bueno.

Lo que es siempre bueno, en cualquier dominio, es la diversidad, porque nos hace ver que no hay una única solución a los problemas, una única ley incuestionable…

El tratamiento de la diversidad cultural puede concebirse, en principio, como continuación de lo visto en el Tema de Acción Clave dedicado a la Biodiversidad, en cuanto extiende la preocupación por la pérdida de biodiversidad al ámbito cultural. La pregunta que se hace Maalouf (1999) expresa muy claramente esta vinculación: ¿Por qué habríamos de preocuparnos menos por la diversidad de culturas humanas que por la diversidad de especies animales o vegetales? Ese deseo nuestro, tan legítimo, de conservar el entorno natural, ¿no deberíamos extenderlo también al entorno humano? 

Pero decimos en principio, porque es preciso desconfiar del "biologismo", es decir, de los intentos de extender a los procesos socioculturales las leyes de los procesos biológicos. Son intentos frecuentemente simplistas y absolutamente inaceptables, como muestran, por ejemplo, las referencias a la selección natural para interpretar y justificar el éxito o fracaso de las personas en la vida social.

Y no se trata solo de proponer el consumo de conocimiento en vez del consumo material: ampliar el conocimiento en cualquiera de sus formas, elaborar productos culturales, contribuir a concebir y resolver problemas, junto a otros, puede dar satisfacciones aún mayores que el simple consumo. 

La producción cultural y el acceso a su disfrute pueden, pues, constituir un eficaz instrumento para la transición a la Sostenibilidad. Así debe de reconocerse en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con metas precisas de promoción cultural, que constituyan, además, ocasión de creación de puestos de trabajo en áreas creativas: medios de comunicación públicos y de calidad, bibliotecas, videotecas, museos, salas de conciertos, teatros, cines, educación artística y musical, etc., etc. 

Una Sostenibilidad satisfactoria para todas y todos precisa de la Cultura, de la riqueza plural de las diversas manifestaciones culturales que constituyen un Patrimonio de la humanidad que es preciso proteger e impulsar.


Estabilidad De La Personalidad


Existen muchas dudas en relación a si la personalidad de un individuo se puede modificar a lo largo de su ciclo vital o heredamos unos rasgos de personalidad que nos acompañan a lo largo de la vida.

Considerando que la personalidad es estable, significa que el temperamento que mostramos cuando somos todavía bebés de 3 a 12 meses en relación a los niveles de actividad, de la sonrisa-llanto, miedo, malestar, tranquilidad u orientación permanece estable a lo largo del tiempo.

¿Si de niños éramos muy sonrientes y con desparpajo lo seguiremos manifestando de mayor?
Entonces como se puede explicar, que ante acontecimientos y experiencias especialmente las que tienen consecuencias emocionales fuertes, supongan cambios en la personalidad.

Hay estudios que contradicen la estabilidad de la personalidad a lo largo del ciclo vital, donde las características de nuestra personalidad se pone a prueba según los acontecimientos y cambios que se van produciendo en nuestras vidas de ahí que se produzcan cambios como los siguientes:

Entre hombres y mujeres de 30 y 40 años, se muestra una reducción en la necesidad de logro (hacer las cosas eficazmente y bien) y se produce un incremento en la necesidad de afiliación (establecimiento y mantenimiento de relaciones afectivas con otras personas), estudios Franz (1995)
También cambia la autoestima a lo largo del tiempo y con ello nuestro temperamento. (Estudio de Block y Robins, 1993)

El nivel de autoestima en las mujeres tiende a disminuir con el tiempo, y en cambio en los hombres tienden a aumentar su nivel de autoestima.

Las mujeres cuyo nivel de autoestima desciende se vuelven más irritables, negativas, impredecibles y con cambios de humor, mientras que aquellas mujeres cuyos niveles de autoestima se conservan altos son consideradas como sociables y con buen humor.

En el caso de los hombres con niveles alto de autoestima son más relajados, sociables y de buen humor que los hombres con niveles bajos de autoestima que presentan mayores niveles de ansiedad y estrés.
Otro rasgo de personalidad que parece cambiar a lo largo del tiempo es la dimensión de personalidad de Búsqueda de sensaciones (estudios M. Zuckerman), manteniéndose alto en la infancia y adolescencia para ir disminuyendo conforme avanzamos en edad.


Un estudio muy interesante de Helson y Picano en 1990, mostraron cambios de rasgos de personalidad como la independencia en la que influía la situación y contexto. Por ejemplos las madres separadas, la mujeres que trabajaban fueran del hogar y las madres sin hijos mostraban un incremento en independencia con el paso del tiempo, mientras que las amas de casa no mostraban ese incremento en el nivel de independencia, por lo que el nivel social en este caso influye en los rasgos de personalidad.

Qué Es Honestidad:


Como honestidad se designa la cualidad de honesto. Como tal, hace referencia a un conjunto de atributos personales, como la decencia, el pudor, la dignidad, la sinceridad, la justicia, la rectitud y la honradez en la forma de ser y de actuar. La palabra proviene del latín honestĭtas, honestitātis.
La honestidad es un valor moral fundamental para entablar relaciones interpersonales basadas en la confianza, la sinceridad y el respeto mutuo.
Una persona que actúa con honestidad lo hace siempre apoyada en valores como la verdad y la justicia, y no antepone a estos sus propias necesidades o intereses. En este sentido, es una persona apegada a un código de conducta caracterizado por la rectitud, la probidad y la honradez.

La honestidad verdadera permea todos los aspectos de la vida de una persona: se manifiesta socialmente, pero también en el entorno íntimo del individuo y en su vida interior. Esto quiere decir que la honestidad es tanto exterior como interior, en vista de lo cual debe ser un comportamiento coherente, donde las acciones del individuo sean consecuentes con lo que piensa, dice y predica.

En una persona honesta, incluso los actos más pequeños están regidos por la honestidad. Informarle al vendedor que se ha equivocado a nuestro favor con el cambio, devolverle al anciano el billete que se le acaba de caer sin notarlo, cumplir con nuestras obligaciones aun cuando nadie nos vaya a gratificar por ello, vigilar nuestras palabras en la medida en que estas puedan herir o afectar a terceros, guardar discreción ante aquello que lo amerite, ser prudentes en el manejo de nuestros recursos tanto económicos como personales, asumir la responsabilidad de nuestros errores, rectificar y corregir cuando sea necesario, ser leales y transparentes en nuestras relaciones con los otros; todo ello no es sino una breve enumeración del largo catálogo de acciones donde podemos manifestar activamente nuestra honestidad.


En este sentido, un individuo socialmente honesto se mantiene apegado a los principios del buen obrar en todos los actos que constituyen su interacción con los demás: en el trabajo, en el tráfico, en su comunidad, en sus estudios, ante el Estado; asimismo lo hará en su vida más íntima, en sus relaciones afectivas, de amistad y familiares; e igualmente en su vida interior, es decir, en aquellos aspectos de su vida que no está obligado a compartir con los demás, como sus sentimientos, sus ideas, sus gustos e intereses. Un individuo honesto, en definitiva, es ante nada honesto consigo y, por lo tanto, no se traicionará a sí mismo.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Tu Sonrisa


No dejes que nada ni nadie borre tu sonrisa. Fluye, vive y disfruta, que la vida como mucho son dos días para el que tiene fortuna, y eres tú la que eliges cómo vivirla. Quítate las cadenas que te ligan a tus miedos, deshazte de la incertidumbre que te frunce el ceño y aventúrate a vivir a tu manera.

Desabróchate los tacones para notar la hierba mojada, nota cómo las hojas tiemblan entre tus dedos y el aire. Haz el pino si lo que quieres es tocar el cielo con los pies. Haz lo que te dé la gana pero que eso te haga feliz, y así puedas lucir esa hermosa sonrisa que te queda tan bien. Haz las cosas a tu manera porque así es como eres y ya sabes que la felicidad no se busca, tropezamos con ella sin querer en uno de los pocos descuidos que no dan cuidado.

Recuerda que solo se vive una vez y que es mejor que hagamos que esa única vida con la que contamos merezca la pena, Piensa, ¿hay mejor inversión para nuestro recurso más preciado -el tiempo- que esa? Acota la influencia que tiene sobre ti lo que piensen o digan los demás; eso se llama envidia y es la manera que tienen de hacer que no te sientas bien.

“Soy yo cuando sonrío, al igual que soy yo cuando estoy triste. Ambas emociones son parte de mí y ambas me describen en algunos momentos. Nunca negaré ninguna de ellas porque sería el primer paso para negar una parte de mí, dejando de alimentar mi amor propio”

Vístete con tu mejor sonrisa y compártela con el mundo

Comparte tu sonrisa con el mundo porque una sonrisa siempre significa mucho. Una sonrisa hace sentir bien al que la recibe y también al que la exhibe. Ser generoso con la sonrisa no cuesta nada. 

Piensa que una sonrisa puede durar un segundo, pero el recuerdo que deja, a veces, es eterno.
La sonrisa es esa curva que endulza el rostro e ilumina la mirada. 

Pero eso solo lo hacen las sonrisas verdaderas, no cuentan si escondes la pena detrás de ella. Piensa que le quitas el valor a lo que sientes cuando lo escondes y lo disfrazas de lo que crees que resulta políticamente correcto para los que están a tu alrededor.

“Incluso una vida feliz no puede medirse sin la oscuridad. La palabra feliz perdería su significado si no estuviese balanceada por la tristeza”
-Carl Gustav Jung

Tienes derecho a estar triste, al igual que tienes derecho a ser feliz y ambas emociones merecen la misma libertad en su expresión. No te avergüences por desentonar con los que te rodean, tú eres tú y lo que sientes tiene el mismo valor que lo que sienten otros. No haces daño si te expresas, no haces daño si sonríes, solo muestras tu mejor cara al mundo, tu autenticidad.

Recuerda que es el presente el que está en tus manos, el que se escapa cada segundo que pasas pensando en lo malo. Los malos días vienen solos, pero los buenos hay que salir a buscarlos y si es con una sonrisa será más fácil encontrarlos.

Numerosos estudios han demostrado que si te tomas las cosas con buen humor y sonríes aumenta tu bienestar emocional. La sonrisa y, en mayor medida, la risa, estimulan la liberación de dopamina, serotonina y endorfinas en tu cerebro, haciéndote sentir mejor. Además, la sonrisa disminuye el nivel de cortisol causado por el estrés en tu cuerpo. 

Así que, ¿a qué esperas para sonreír hoy?


Superar Los Sinsabores


Por mucho que nos gustaría asegurar que nuestra vida esté llena de buenos momentos y de la paz y armonía necesarias, todos sabemos que es una utopía, y que las cosas se suelen poner feas muy de vez en cuando.

Idealmente a todos nos gusta imaginarnos mejor de lo que estamos, soñamos con vivir días plenos de felicidad o con llegar al final de nuestra vida con una sonrisa amplia, fruto de muchos años de buenos momentos. Sin embargo, la vida muchas veces nos muestra otras realidades.

La realidad es que todo es cíclico, y que por la misma razón que vives momentos de intensa felicidad, también vivirás los contrarios.

En esos ciclos que vivimos, hay muchas personas que cuando las cosas se ponen mal, suelen tirar la toalla, desesperarse y provocar más daño todavía a su alrededor y a sí mismos.

 “No es la carga lo que te hunde, sino cómo la transportas”

En la vida viviré muchas dificultades. De hecho, cada día vivo algunas, muchas de ellas son inevitables. Pero lo que sí puedo cambiar es la actitud que quiero tener ante las dificultades que esa vida me ponga delante. Tú también vas a vivir algunas, es muy difícil vivir una vida llena exclusivamente de placeres y momentos felices.

Si uno quiere conocer la felicidad también debe conocer la tristeza.
Si quiere conocer el amor, también necesita conocer el desamor.
Si quiere conocer la salud, también tendrá que haber vivido algo de enfermedad.
Si quiere conocer el encuentro, también debe conocer la pérdida.

¿Qué momentos difíciles estás viviendo ahora mismo en tu vida?, ¿Qué situaciones vives con dolor?
Aunque vivas momentos de alegría, nunca pierdas de vista que “esto también pasará”, y que aferrarse a un momento y no querer soltarlo no es más que una forma de confluencia, de quedarnos fundidos a una felicidad que es efímera, fruto de un instante de nuestras vidas. Tenemos que aprender a “soltar”, a “desprendernos” de los momentos felices, porque también otros momentos llegarán a nuestras vidas.
No tires la toalla, ni siquiera lo pienses
El pensamiento nos induce sentimientos, y estos se transforman en formas de estar y de actuar. Si piensas en tirar la toalla o en abandonar es muy fácil que la moneda empiece a caer hacia ese lado.
La actitud resiliente es una actitud que no contempla la derrota, que siempre cree que puede conseguirlo”


Responsabilidad Individual


El concepto de responsabilidad
Responsabilidad…  Una palabra que, si consultamos el diccionario, a priori tiene connotaciones negativas.

Tras los acontecimientos de los últimos años, es bastante común pensar que la culpa siempre la tienen los demás: el gobierno, la clase política, los del pueblo de al lado o simplemente nuestro vecino. Por este motivo, queremos llamar la atención sobre el concepto positivista de la responsabilidad y más específicamente de la responsabilidad individual.

La responsabilidad individual, es la que nos hace avanzar como personas, respetar a los demás, respetar al entorno en el que todos vivimos e incluso a respetarnos a nosotros mismos.

Un futuro mejor mediante la responsabilidad individual
Difundir un estilo de vida responsable como herramienta para transformar la realidad en un futuro más sostenible, tanto para nosotros mismos, los demás y el planeta en el que habitamos.

¿Qué es la responsabilidad individual?
Es conocer el impacto de nuestros actos hacia los demás.
¿Comportamiento responsable, hacia quiénes?
Hacia uno mismo
Antes se consideraba que nacíamos con una dotación genética que marcaba de manera inexorable nuestro futuro. Ahora, con el descubrimiento de la epigenética, se conoce que nuestros hábitos y estilo de vida determinan que nuestros genes se expresen o no.

Por lo tanto, nuestro estilo de vida influye en la expresión de nuestros genes y además, se transmite a nuestra descendencia.
Por este motivo, postulamos adquirir hábitos de alimentación, ejercicio y, en general, de estilo de vida responsable, por coherencia hacia nosotros mismos y hacia nuestra futura descendencia.

Hacia los demás
Evitar la desigualdad e intentar ayudar a las personas de nuestro entorno son claves para lograr un avance tanto personal como en la sociedad.


Lealtad Y Principios


La lealtad a los principios es la base del desarrollo de nuestra realidad, de nuestra identidad, de lo que somos como seres humanos. No estamos hablando aquí de unos principios externos, de lo que alguien nos marca desde fuera, sino de nuestros principios internos, de seguir esa luz que a veces no sabemos ver pero que brilla como un faro en nuestro interior.

En ocasiones, los acontecimientos externos nos nublan tanto la razón que nos dejamos llevar por el tsunami de nuestras emociones y damos por buenas situaciones que son a todas luces execrables, las justificamos, perdemos así la brújula y navegamos sin rumbo.  Al hacerlo, transmitimos esa información a nuestras células, que la repercuten a los centros de control. El resultado es que nuestros gobernantes siguen la misma dinámica.

Cada acto, cada movimiento, genera a nuestro alrededor un nuevo universo, nuevas circunstancias, que nos llevarán a su vez a vivir otras, del mismo modo que las semillas del tomate, al ser plantadas, darán nuevos tomates. Es tiempo pues de tomar conciencia de la repercusión de nuestros actos, pensamientos y sentimientos, en lugar de buscar siempre la culpa a otras circunstancias.

Quizá tu transformación no esté lejana, tal vez estas palabras resuenen en tu interior, quizá ha llegado el momento de descubrir el poder transmutador que posees, quizá empiece a circular por tus venas la sangre azul del idealismo, para que el caos deje de ser el termómetro por el que se mide el desarrollo de los pueblos. Es tiempo de plantearte las cosas desde la base del Amor incondicional o, lo que es lo mismo, desde la comprensión profunda.

Tenemos capacidad para sanarnos, para modificar nuestra realidad, por retorcida que nos parezca, pero debemos empezar por cambiar el pensamiento, por enfocar en positivo, por perdonarnos los errores y avanzar sin miedo hacia un mañana lleno de esperanza y de luz.

Reconstruir el orden natural debe ser nuestro principal objetivo, aportar armonía, rencontrar el ritmo perfecto en nuestro organismo, el personal y el general. En resumen, dar significado a nuestra vida, ser leales a nuestros principios.

¡Apasiónate, vive, cambia!


sábado, 23 de septiembre de 2017

Nuestro Hogar Compartido


Los hombres han mostrado interés por los primates no humanos desde tiempos inmemoriales y los han venerado, como lo atestiguan los numerosos mitos y los registros históricos y prehistóricos de diversas culturas. Con el advenimiento de la teoría de la evolución darwiniana y el establecimiento de la idea de que todos los seres vivos tienen un ancestro en común, este interés ha crecido, ya que los primates no humanos pasaron a ser el grupo biológico con mayor potencial para brindarnos información sobre el origen de nuestra especie y explicar nuestro comportamiento social.

El aporte que los primates no humanos pueden hacer a la comprensión del comportamiento humano es evidenciado por la diversidad de líneas de investigación que se han desarrollado con primates desde perspectivas que involucran directamente el estudio del hombre.

Campos como los de la antropología, la psicología experimental y la lingüística se fusionan con la ecología, la etología y la biología evolutiva para encontrar respuestas al origen del comportamiento humano.

Podemos obtener registros paleontológicos de nuestros ancestros y conocer sus dimensiones, su forma de locomoción, su dentición (y por lo tanto inferir su dieta) y su tamaño cerebral.

Podemos también reconstruir los paleoambientes donde vivían, pero poca es la información que los fósiles nos dejan sobre su comportamiento social
.

Estas preguntas han dominado la escena en los estudios primatológicos desde hace un par de décadas y son aún campo fértil de estudio.


El Poder De La Confianza


El miedo y la preocupación pueden ayudarnos en ciertos momentos a preservar la vida, pero también pueden mantenernos en situaciones que ya no queremos, que nos significan algo ya para nosotros. Pueden paralizarnos o impedirnos disfrutar de nuevas aventuras, de resultados más grandiosos y de gozar la vida bajo nuevos matices y emociones.

La confianza es un poder que sentimos cuando estamos convencidos de que algo llegara a nuestra vida, porque tenemos el poder para crearlo. Es ese poder que sentimos cuando tenemos la certeza de que podemos influir en nuestra realidad.

¿Y cómo podemos sentir confianza en estos tiempos donde todo parece inspirar más bien inseguridad y temor? Empezando, primero, por reconocer que tú posees un poder para transformar e influir las situaciones que hay o habrá en tu vida. Empezando, sobre todo, por no dar el poder de tu gozo, paz o infelicidad a los demás.

Si eres feliz o infeliz, si eres grandioso o te sientes limitado, si estás enfermo o te la pasas riendo. Tú eres el creador de esa vida que tienes y de la que está por venir.

Mientras dependas de algo externo para estar bien, para hacerte feliz, para darte lo que quieres, no podrás confiar en ti, porque estarás confiando en que los demás te den, digan o hagan. Depender frena la confianza y te hace sentir carente y vulnerable a las decisiones ajenas y a poderes que no son tuyos. No dependas de lo que está afuera para sentirte bien, o para conseguir algo. Mejor, practica tu confianza, empezando por no traicionar o engañarte tú mismo.

Por ejemplo: puedes empezar a ser leal a lo que quieres y sientes. No hagas las cosas en función de lo que piensen los demás o de lo que pensaran. No vivas para complacer tu imagen o al vecino. Se honesto contigo y encuentra que es lo que realmente quisieras ver en tu vida. Luego, prueba caminos nuevos, los cuales ayudaran a fomentar tu confianza.

Muchas veces no queremos probar caminos nuevos porque tememos el resultado, y estamos demasiado acostumbrados al camino habitual. Por ejemplo: tomar medicamento es para muchos un hábito. Si tú les dices a estas personas que pueden curarse sin medicina, quizá muchos no lo crean. Y, sin embargo, el camino nuevo les podría hacer confiar en nuevas habilidades del cuerpo.

Para desarrollar confianza hay que arriesgarse poco a poco a lo nuevo, a lo que te hace “clic”. Es decir, a aquellas cosas que te despiertan interés o curiosidad, y que intuyes te traerán un beneficio o algo más grandioso que lo que tienes o eres. Así que prueba hoy mismo: piensa en algo que te gustaría probar o hacer, y que no te has atrevido por miedo a perder o a no tener, pero por otro lado sabes que te traería un beneficio o te liberaría o daría más paz, tiempo o alegría.

Si lo sientes, si ya lo tienes en mente, hazlo. Escríbelo en un papel y empieza a valorar la forma de concretarlo, confiando en que eso te llevara a un destino más grandioso, porque sin duda así será. Realmente no perderás nada al probar lo que realmente te inspira y has soñado algunas veces en secreto, sabiendo que te va a traer un bien. Lo único que podrías perder seria la duda. Cuando lo hagas y empieces a caminar de acuerdo a lo que quieres y sientes te inspira, y no de acuerdo a lo que perderás o temes, verás como poco a poco te empiezas a sentir una persona más segura, confiada y con poder.


Nuevo Amanecer


DESPERTE.....
LAS PUPILAS DE MIS OJOS RESPLANDACIERON
AL MIRAR LA LUZ DE ESTE DIA NUEVO
QUE GRANDE ES MI DICHA
EL PENSAR QUE HAY SALUD Y SIGO VIVA.
Y PENSAR QUE AL MUNDO ENTERO
SE LE DA UNA ENSEÑANZA
ES DE VIDA NO LO DUDES
EN LA LUCHA TODO AVANZA.
QUE A PESAR DE TERREMOTOS
Y DE TANTAS CRUELES GUERRAS
HAN DE AFERRANSE A LA VIDA
SIEMPRE EXISTE LA ESPERANZA.
VIVE EL HOY.....
Y NO EL MAÑANA
QUE EL MAÑANA LLEGARA
SIN TANTA PRISA.
LUCHA, ALCANZA
NO TE RINDAS.
QUE TU ESFUERZO YA SERA RECOMPENSADO
DARA FRUTOS, DARA VIDA.
DA GRACIAS POR TUS SABANAS CALIENTES
Y NO POR FRIOS ESCOMBROS
QUE COBIJAN A LA GENTE.
QUE AUN ASI, BAJO PENUMBRAS
 LUCHAN....
SE AFERRAN....
Y  ALCANZAN,
LA ESPERANZA A COMENZAR
UN NUEVO DIA.

marilu35



viernes, 22 de septiembre de 2017

Dualismo Ético Inconsciente - Voluntad


Aunque “fuerza de voluntad” es una expresión que todos usamos sin reparar en ello, la verdad es que se trata de un concepto frente al cual hay grandes controversias.

Desde el punto de vista filosófico, tiene su origen en la metafísica, particularmente en Aristóteles. Desde allí se introdujo en las diversas religiones occidentales, convirtiéndose en una virtud de primer orden.

La fuerza de voluntad se define como la capacidad para dirigir y controlar las acciones propias.
Los metafísicos y las religiones señalan que esa fuerza nace exclusivamente de la libre determinación de cada persona.

Sin embargo, el psicoanálisis planteó serios reparos tanto al concepto de “voluntad”, como al de “fuerza de voluntad”, debido al descubrimiento del inconsciente.

Lo que se sale de control
Para el psicoanálisis, los procesos conscientes son solo “la punta del iceberg” en la actividad mental. En realidad, los pensamientos y los actos están determinados por una fuerza que no es la de la voluntad, sino la del inconsciente.

Ese descubrimiento permitió explicar muchos hechos. Por ejemplo los “lapsus linguae”, o episodios en los que una persona quiere decir algo, pero, “sin quererlo”, termina diciendo otra cosa.

También el inconsciente es el responsable de los llamados “actos fallidos”: la persona se propone conscientemente hacer algo, pero termina realizando una acción muy diferente.

Lo vemos todos los días en la vida cotidiana. Alguien que quiere llegar temprano a su cita, pero “sin querer” se retrasa o nunca llega. O los que quieren “poner empeño en su trabajo”, pero terminan ocupándose en otras cosas, mientras laboran.

Para el psicoanálisis, entonces, la voluntad no es una fuerza, sino la expresión de un deseo inconsciente. Solo cuando una persona es consecuente con su deseo, acude la voluntad. Si no es así, esa “voluntad le traiciona”.

Por eso hay planes que siempre se posponen, decisiones de cambio que nunca se hacen realidad, o intenciones que jamás se convierten en actos.

Las filosofías orientales, como el Zen, tampoco abordan la llamada “fuerza de voluntad” en sus prácticas. Sostienen que la misma es una autoagresión y que debe ser sustituida por el entendimiento y el amor, que son, finalmente, las fuerzas que llevan a la acción.

La voluntad y la conciencia
Lo que hay en común entre el psicoanálisis y las filosofías orientales es la idea de que la voluntad no es un acto de fuerza. Y que, en cambio, solo puede nacer de la comprensión y, por lo tanto, de la conciencia.

Quizás necesitamos menos forzarnos y más comprendernos para lograr que las intenciones se conviertan en actos. Y que esos actos sean coherentes con lo que realmente queremos hacer de nuestra vida.


Nuestro Lenguaje


¿Formamos parte los seres vivos de la Tierra de un macroorganismo que se encuentra en la actualidad en fase reproductiva? ¿Cómo podemos estar seguros de ello y hasta qué punto? La posibilidad de dar respuesta a estas dos cuestiones se encuentra en el lenguaje y desde una perspectiva racional nunca llegaremos más lejos de lo que alcance el tipo de código lingüístico que utilicemos.

El lenguaje es un instrumento básico para los humanos. Del mismo modo que observando una herramienta nos hacemos una idea de sus posibilidades funcionales, igualmente analizando el lenguaje, es posible caer en la cuenta de lo que podemos realizar mediante su empleo e incluso establecer sus límites de eficacia. El lenguaje es sin duda un instrumento fabuloso, nos permite utilizar la razón, una capacidad característica nuestra por la que nos calificamos de racionales, sin embargo la irracionalidad también se muestra en el lenguaje humano, más de lo que pudiéramos pensar a priori.

El lenguaje como todo instrumento arrastra un error en su uso, es más, al ser una herramienta dotada de una notable imprecisión y ambigüedad, no es nada desdeñable el factor de distorsión que introduce sobre la realidad que creemos percibir.

Nos tenemos que enfrentar a la vida, y por tanto al conocimiento, con un instrumento limitado en el que la racionalidad se manifiesta, pero también la irracionalidad, en el que la ambigüedad es una propiedad básica del instrumento, y en el que hemos podido comprobar la existencia de unos límites que probablemente nunca podremos atravesar.


Este instrumento nos transmite visiones borrosas de la realidad. Es importante considerar que tener una seguridad total en este tipo de imágenes es un error, por tanto debemos guardar una cierta duda y procurar incrementar nuestro grado de información a partir de otras perspectivas. Así hacemos en el acto de mirar un cuadro, donde la proximidad nos puede dar una visión más cercana de las partes, pero la lejanía nos ofrece otra clave en la que veamos una imagen global y más completa, otra dimensión de la información a nuestra disposición.



Persona Humana


Persona, en nuestra cultura, se opone a cosa y a animal, aunque de distinto modo. En cuanto opuesto a cosas y a animales el término persona se aproxima al término hombre. Sin embargo no se superpone con él:

(1º) Porque existen, entre las creencias de nuestra cultura, y sobre todo en el lenguaje, personas no humanas (personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; personas angélicas o diabólicas; o incluso las extraterrestres).

(2º) Porque hay seres o cosas que son humanos, pero no son personales (por ejemplo el «hombre de Neanderthal» –nadie dice: «la persona de Neanderthal»– o bien una máquina, un mueble, y en general, la «cultura extrasomática», que es humana, «cultura humana», y no es personal).

Persona humana añade algo no sólo a «persona» sino también a «humano». El hombre recibe una determinación importante cuando se le considera como persona así como la persona recibe una determinación no menos importante cuando se la considera como humana. Por tanto, no es lo mismo hombre que persona, como tampoco es lo mismo hombre que ciudadano. «Hombre» es un término más genérico o indeterminado, que linda con el «mundo zoológico» (decimos hombre de las cavernas pero sería ridículo decir persona de las cavernas); «persona» es un término más específico que tiene que ver con el «mundo civilizado» o, si se prefiere, con la constelación de los valores morales, éticos o jurídicos propios de este mundo.

La misma etimología de la palabra persona demuestra que es un concepto sobreañadido al concepto de hombre. Un refrán de origen jurídico, también lo recuerda: homo plures personas sustinet, es decir, el hombre sostiene o desempeña muchas máscaras o papeles (un mismo hombre es empresario y delincuente, es padre y metalúrgico, &c.). «Persona» era, en efecto, la máscara o careta que usaban los actores de la tragedia para hablar –per sonare–. No decimos que los hombres actuales puedan no ser personas; decimos que cabe un concepto de hombre al margen del concepto de persona.

En el derecho romano los esclavos eran hombres pero no eran personas. Lo que queremos subrayar es que aquellos juristas romanos que usaban el concepto de hombre lo disociaban del concepto de persona; de suerte que, históricamente, ocurre como si nuestro concepto actual de persona, como equivalente a hombre, fuese el resultado de una ampliación del concepto de persona a los esclavos. 

Según esto cabría decir que el concepto de persona apareció como resultado de un proceso vinculado a la liberación, al menos teórica, de los esclavos (o de los bárbaros) y no como un mero concepto abstracto, mental, intemporal. {SV 115-119}



Paso A Paso


Seguro que a ti no te ha pasado pero, a que conoces a alguien que habiendo intentado algo una, dos o quizás tres veces, ha dicho algo parecido a: esto no me sale….yo no valgo para esto….. Esto no es para mí…… esto es imposible….. Estoy harto/a de fracasar….. Podría seguir pero creo que ya es suficiente y nos hacemos una idea.

Pues bien, esto que le pasa a gente a la que conocemos, es bastante común y me atrevo a decir que peligroso para cualquier tipo de avance o transformación personal.  En la vida real, las cosas no suceden al toque de una varita mágica, más bien requieren planificación, adquisición de herramientas y conocimientos, entrenamiento y perseverancia.

En los procesos de coaching hacemos mucho hincapié en la importancia de avanzar paso a paso. De hecho la mayoría de las veces lo más importante es dar el primer paso. Para dar ese primer paso en busca de un sueño o de una vida más plena y consciente, tenemos que traspasar un umbral.  Tenemos que cruzar esa línea imaginaria que nos enfrenta a nuestros miedos, que nos hace tomar conciencia de los obstáculos que vamos a encontrar.

Uno de esos obstáculos es el miedo a que como alguna vez lo intenté y no salió, ya nunca voy a poder hacerlo. Y yo me pregunto: ¿acaso tenemos una bola de cristal que nos indica el futuro? ¿quién te ha dicho que porque una vez o dos no salió es que nunca saldrá?

Tirar la toalla, y fingir que ya no nos interesa algo, puede salvarnos la cara delante de los demás, pero te aseguro que el daño interno es mucho más profundo.

Otro obstáculo muy común es proyectarnos a un futuro en el que todo ya está conseguido y olvidarnos de que para llegar allí, tenemos que avanzar paso a paso. Lo contrario será vivir de espejismos.

 ¿Podrías decirme cómo caminas? ¿Qué es lo que haces exactamente para caminar?

Ah!, pues va a ser lo mismo que yo, avanzar paso a paso, primero un pie y luego el otro y si te fijas y lo haces despacio, te darás cuenta de que pierdes un poco el equilibrio y parece que te vas a caer, pero no… sigues y das otro paso.

Pues esto mismo ocurre con todo en la vida real, esa que experimentamos instante tras instante.

En esta vida avanzamos paso a paso, nos caemos y nos volvemos a levantar, que nos miran y nos ven caer, pues genial, pero que nos vean también levantarnos, re-inventarnos, y darnos todas las oportunidades que necesitemos. 

Y si las cosas no salen a la primera recuerda que lo importante siempre es dar el siguiente paso.


Energía Psíquica


“Aprender a usar la energía psíquica de manera sabia permite darle un mejor manejo a las adversidades que día a día enfrentan los humanos”

El cerebro es una estructura disipativa especialmente potente. Opera con la energía difusa de los entornos en los que se encuentra; una energía que parte del Sol, después pasa a los alimentos y, por último, llega al sistema digestivo. El cerebro convierte esa energía en energía psíquica (influjos nerviosos en el cerebro) para sentir, pensar, solicitar acciones al cuerpo y estructurar el entorno.

El cerebro es capaz de crear el orden y, potencialmente, joyas tecnológicas u obras de arte de una complejidad fuera de lo común.

Pero por supuesto, como todo sistema complejo, el cerebro humano puede permanecer también en un estadio yermo, estéril y desorganizado, incluso perjudicial.

Puede ser como un poderoso río que irriga las tierras fértiles y hace brotar culturas, jardines, ciudades y monumentos. Pero también puede ser como un impetuoso e incontrolado torrente montañoso que destruye todo a su paso.

En el primer caso, usted es el dueño de sus pensamientos y emociones:

Usted es capaz de movilizar su energía psíquica para tareas útiles que le aporten felicidad, serenidad y satisfacción. Va cada vez más lejos en el desarrollo de sus capacidades creativas y contribuye a mejorar el mundo a su alrededor.
Es apreciado en su entorno y los demás le tienen presente. Mantiene relaciones armoniosas con sus allegados y evita las situaciones complicadas y conflictivas.
En caso de decepción, problema o inconveniente, usted es capaz de reponerse y adoptar una estrategia transformadora.
La expresión “estrategia transformadora” fue creada por el psiquiatra George Vaillant en oposición a la idea de “estrategia regresiva”.
Adoptar una estrategia transformadora consiste, en caso de problema o accidente, en ajustar los objetivos a las nuevas restricciones y fijarse un nuevo fin realista, así como retomar tan pronto como sea posible la construcción, el avance y el progreso.
Esta capacidad de resiliencia, de acuerdo con la expresión consagrada por Boris Cyrulnik, le ofrecerá una felicidad auténtica y duradera, tanto ante los éxitos como en las adversidades.

En el segundo caso, en el que sus pensamientos son como torrentes salvajes que destruyen todo a su paso, usted se convierte en una víctima de sus emociones:
Pasa de una idea a la otra y de una exaltación excesiva al abatimiento más profundo con facilidad. Patalea sin aprender nada nuevo y perdiendo el tiempo, y haciéndoles perder también el suyo a los demás.
Cultiva pensamientos sombríos, pesimistas y que generan ansiedad. Deprime a los que le rodean, que tratan de evitarlo. No obstante, la primera víctima es usted mismo, ya que se impone un mundo interior que supone una prisión oscura y llena de criaturas hostiles e inquietantes.
Invierte demasiado tiempo en actividades que no le llevarán ni a ser más grande ni a progresar, como por ejemplo ver pasivamente la televisión, hojear las revistas sin interés, navegar por la red en busca de divertimento, vagar por las calles o los centros comerciales, pasar el rato en los bares o simplemente sentarse y no hacer nada.
A la mínima contrariedad usted explota o se hunde en una resignación enfermiza. Los desafíos le perturban e inquietan y prefiere huir de la realidad, por ejemplo, “ahogando” sus penas en alcohol u otros medios destructores. 

Vive en un estado de miedo, yendo desde la tristeza a la desesperación. Lo que usted sigue es una estrategia de regresión, y su vida parece dominada por el absurdo y el caos.

Si usted ha vivido episodios similares o se siente más identificado con el segundo caso, le invito a que siga leyendo. Está a punto de descubrir la fuerza de las estructuras disipativas en su cerebro para instalar en su mente el orden en lugar del caos.

Podrá convertir el torrente salvaje de su energía psíquica incontrolada en un tranquilo y poderoso río que le devuelva al camino del progreso y la felicidad.


El Valor De Servir


Si tienes vocación de servicio, tienes que saber que este aparte de ser un valor, en sí, es todo un arte. Es la cualidad sincera que puede nacer de ti para servir. Es cuando tienes empatía con el resto. Es cuando tienes ese compromiso real de ayudar desinteresadamente a los demás. También, significa que eres proactivo, es decir, que no esperas a recibir indicaciones para realizar alguna acción que cumpla las expectativas del otro. Por lo contrario, te adelantas a los hechos.

Si generas empatía, ya sea con un conocido, amigo, pariente, compañero de trabajo, clientes entre otros, tienes la mitad del camino ganado. Pero, ¿qué es tener empatía? Es cuando te pones en el lugar del otro. También, es cuando tratas a los demás como te gustaría que te traten, entre otros puntos.

Tener vocación de servicio significa cuando tienes siempre el compromiso necesario, esa disposición para servir al otro, en cualquier contexto y sin hacer ningún tipo de diferencias, superando cualquier tipo de “barrera” ya sea personal o social. Es cuando eres servicial aquí y allá, es decir en todos lados.
Vocación de servicio es cuando consideras al otro sin esperar nada a cambio. Es una cualidad que logra identificarte como ser humano por lo cual eres bien considerado tanto por los demás como por ti mismo. En conclusión, tener vocación de servicio es cuando tienes una actitud de vida y de colaboración para con los demás.

Servir implica ayudar a alguien de una forma espontánea, es decir adoptar una actitud permanente de colaboración hacia los demás. Una persona servicial supone que traslada esta actitud a todos los ámbitos de su vida: en su trabajo, con su familia, ayudando a otras personas en la calle, cosas que aparecen como insignificantes, pero que van haciendo la vida más ligera y reconfortante. Es posible que recordemos la experiencia de algún desconocido que apareció justo cuando necesitábamos ayuda, que luego después de ayudarnos, se perdió y no supimos nada más.

Las personas que son serviciales están continuamente atentas, observando y buscando la oportunidad para ayudar a alguien. Siempre aparecen de repente con una sonrisa y las manos por delante dispuestos a ayudar, en todo caso, recibir un favor hace nacer en nuestro interior un profundo agradecimiento.

La persona servicial, ha superado barreras que parecen infranqueables para las otras personas:

– El miedo a convertirse en el que “siempre hace todo”, en el cual, las otras personas, descargarán parte de sus obligaciones, aprovechándose de su buena predisposición. Ser servicial no es ser débil, incapaz de levantar la voz para negarse, al contrario, por la rectitud de sus intenciones sabe distinguir entre la necesidad real y el capricho.

– Muchas veces nos molestamos porque nos solicitan cuando estamos haciendo nuestro trabajo, o relajados en nuestra casa (descansando, leyendo, jugando, etc).

En estos momentos pensamos ¡Qué molesto es levantarse a contestar el teléfono, atender a quien llama la puerta, ir a la otra oficina a recoger unos documentos… ¿Por qué “yo” si hay otros que también pueden hacerlo?

Cada vez que ayudamos a alguien, por pequeño que sea, nos proporciona esa fuerza para vencer la pereza, dando a quienes nos rodean, un tiempo para atender otros asuntos o simplemente, descansar de sus labores cotidianas.

Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para ser servicial hace falta iniciativa, capacidad de observación, generosidad y vivir la solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por nosotros, viendo en los demás a su otro yo.


Hugo W Arostegui

El Intelecto Humano


Wallace y Darwin en el problema del intelecto humano.
La Teoría de la Evolución de las Especies, tal y como la enunció Charles Darwin, sirvió para despejar una serie de misterios sobre la naturaleza y fue revolucionaria por eso.

Sin embargo, precisamente por hacer saltar por los aires un montón de ideas ilógicas que antaño se daban por sentadas, abrió la compuerta a un aluvión de nuevas preguntas sobre el mundo.
Es lo que tienen las revoluciones, incluso las científicas, que después de destrozarlo todo, hay que volver a construir con calma y laboriosidad. 

Uno de los problemas más complejos al respecto, se dieron en el viejo problema del intelecto humano. 

Antes de Darwin, la situación estaba clara: el intelecto era una manifestación del alma, y el alma era un don de Dios. Después de Darwin, empero, cabía la siguiente pregunta: ¿puede haber surgido el intelecto humano meramente por evolución?
Charles Darwin y Alfred Russell Wallace, que por vías separadas habían los dos arribado a una Teoría de la Evolución consistente, y que estaban de acuerdo en muchas cosas, se enfrentaron aquí: mientras que Darwin, cristiano por salvar las apariencias y en el fondo agnóstico convencido, se inclinaba por una respuesta positiva (el intelecto humano es producto de la evolución), Wallace, irónicamente evolucionista a ultranza... se inclinaba por la negativa (¡el intelecto humano es creación de una potencia superior!). ¿Qué había ocurrido allí?

Lo que pasaba era un desafortunado cruce de dos ideas distintas. En primer lugar, se enfrentaban dos concepciones distintas de la evolución. Resulta irónico que se asocie a Darwin tanto con la selección natural, y en realidad sea Wallace el más fundamentalista en la materia. 
Para Wallace, la selección natural lo era todo, mientras que Darwin admitía la posibilidad de que existieran otros mecanismos evolutivos aparte de la selección natural (de hecho, el tiempo le dio la razón, aunque la selección natural sigue siendo probablemente el mecanismo evolutivo más importante de todos). 

En el fondo, había también una línea de fisura más profunda: Wallace entendía que cada adaptación tendía a producir una mejora, y el resultado era siempre, por lo tanto, una criatura "mejor". 
Esta idea estaba muy en consonancia con el optimismo decimonónico según el cual el mundo siempre "marchaba hacia adelante", por decirlo así, pero Darwin estaba en desacuerdo.

Para Darwin, una adaptación no necesariamente implicaba una "mejora" de la criatura como un todo, sino que simplemente mejoraba sus oportunidades de reproducirse y propagar sus propios cambios (quizás esta idea repugnara profundamente a Wallace y los suyos, prisioneros del puritanismo sexual del victorianismo decimonónico).

Por otra parte, estaba el racismo decimonónico. Alfred Russell Wallace había pasado muchos años de su vida viviendo en Indonesia (desarrolló su propia Teoría de la Evolución independiente basándose en sus observaciones de la flora y fauna de Indonesia, así como Darwin hizo lo propio a bordo del Beagle y en sus observaciones posteriores en su invernadero de Inglaterra), y estaba convencido de que todos los seres humanos eran iguales. 
Se requería de valor para afirmar esto en una época en que muchas personas respetables opinaban que la raza europea era biológicamente superior a todas las demás, pero esto le jugó a Wallace una mala pasada. 
Porque Wallace observaba, eso sí, que la cultura europea era con mucho, muy superior a la de muchos nativos. Wallace señala, con la encantadora jerga racialmente condescendiente del siglo XIX: "La selección natural sólo podría haber dotado al hombre salvaje de un cerebro en mínimo grado superior al de un mono, mientras que por el contrario posee uno que es poco inferior al de un filósofo". 

¿Para qué diablos querían los "salvajes" un cerebro tan grande y voluminoso como el que tenían, equiparable a los sesos de un europeo caucásico de toda la vida, si es que su cultura era tan ínfima, su horizonte de vida tan reducido, y su arte tan primitivo? 

La conclusión de Wallace era obvia: habían recibido cerebros grandes y capaces en previsión de que, en un futuro, aquellos nativos deberían llegar a usarlo. Pero entonces, la selección natural no tendría absolutamente nada que ver en aquello, porque ésta sólo produce adaptaciones útiles para responder a las presiones del medio ambiente, según la visión de Wallace. ¿Cómo salir de semejante callejón sin salida?

La solución de Wallace: "La inferencia que yo haría a partir de esta clase de fenómenos es que una inteligencia superior ha dirigido el desarrollo del hombre en una dirección específica y con un propósito específico".

Listo: Alfred Russell Wallace había llegado a la conclusión de que Dios mismo había creado el intelecto humano, apenas disfrazada por la expresión "inteligencia superior". Y sin embargo, estaba equivocado en un punto de su razonamiento.

Porque olvidaba algo que Darwin tenía muy claro: las adaptaciones no surgen para atender a una determinada función. 

En vez de ello, las adaptaciones surgen al azar, y las que mejor se presten para la supervivencia son las que prevalecen... sin que dicha adaptación se ajuste necesariamente como un guante a la necesidad que resuelven. Así, una adaptación que resulta útil para una determinada función, puede más adelante resultar útil para otra función diferente. 

El cerebro humano resultó útil para que los primitivos humanos pudieran cazar mamuts y osos cavernarios, pero no surgió exclusivamente para eso, sino que quienes desarrollaron tales cerebros quedaron en mejor posición para dicha caza, sobrevivieron... y sus descendientes descubrieron que ese mismo cerebro podía servir, además, para otras nobles funciones, tales como componer sinfonías o inventar la penicilina. 

He aquí el error elemental de Wallace, error nacido, eso sí, de su propia honestidad científica y de sostener ideas que eran valientes para su época.

Con permiso para reproducir, siempre y cuando se enlace adecuadamente con un link a http://vidacotidianitica.blogspot.com