Los hombres han mostrado interés por los primates no humanos
desde tiempos inmemoriales y los han venerado, como lo atestiguan los numerosos
mitos y los registros históricos y prehistóricos de diversas culturas. Con el
advenimiento de la teoría de la evolución darwiniana y el establecimiento de la
idea de que todos los seres vivos tienen un ancestro en común, este interés ha
crecido, ya que los primates no humanos pasaron a ser el grupo biológico con
mayor potencial para brindarnos información sobre el origen de nuestra especie
y explicar nuestro comportamiento social.
El aporte que los primates no humanos pueden hacer a la
comprensión del comportamiento humano es evidenciado por la diversidad de
líneas de investigación que se han desarrollado con primates desde perspectivas
que involucran directamente el estudio del hombre.
Campos como los de la antropología, la psicología
experimental y la lingüística se fusionan con la ecología, la etología y la
biología evolutiva para encontrar respuestas al origen del comportamiento
humano.
Podemos obtener registros paleontológicos de nuestros
ancestros y conocer sus dimensiones, su forma de locomoción, su dentición (y
por lo tanto inferir su dieta) y su tamaño cerebral.
Podemos también reconstruir los paleoambientes donde vivían,
pero poca es la información que los fósiles nos dejan sobre su comportamiento
social
.
Estas preguntas han dominado la escena en los estudios
primatológicos desde hace un par de décadas y son aún campo fértil de estudio.
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