Casi siempre, tendemos a juzgar a las personas por su
apariencia, y no esperamos a conocerlas. Y es que, la apreciación externa
que hacemos sobre una persona, no siempre es la correcta.
La apariencia es como los demás nos ven y nos perciben: El
vestuario, la forma de hablar, como actuamos… pero no podemos reflejar con ella
lo que realmente queremos expresar.
Pero cuando conocemos de
verdad a una persona, compartimos con ella nuestros pensamientos y descubrimos
realmente, la personalidad de cada uno.
Cuando vemos a una persona por primera vez, observamos su
aspecto externo. Nos fijamos en su ropa, en su rostro, en sus complementos…y
deducimos como es esa persona. Y es que tendemos a juzgar sin conocer.
Cada uno es el responsable de remediarlo ya que, si
entablamos una amistad con una persona, vemos como es ella de verdad.
Una película que nos invitó a reflexionar acerca del tema
fue "La bella y la bestia". La película nos enseñó que no
debíamos juzgar a la bestia por su apariencia sino que debíamos descubrir cómo
era ella realmente.
A veces, no nos damos cuenta de lo encantadora que puede ser
una persona si la conocemos. Porque solemos fijarnos en el aspecto externo. Las
apariencias engañan, y eso, es una realidad.
Los espejismos de
las apariencias
Los humanos somos
seres complejos, polimorfos, con actitudes, emociones y
comportamientos poco coherentes entre sí, --- si no abiertamente contradictorios
--- en muchas ocasiones --- lo que hacemos para lograr la supervivencia en un
modo hostil.
Llegamos a estar
enamorados de dos personas a la vez, a odiar y apreciar al mismo tiempo a
un mismo individuo,
a prodigar auténticas ceremonias de hipocresía con nuestra
pareja, amigos, compañeros de trabajo o
familiares.
Cada día pensamos
una cosa y hacemos otra bien distinta. Unas veces actuamos así por no hacer daño a
los demás, otras por pura conveniencia, por comodidad...
Vamos modelando
nuestra manera de ser en función de
lo que los demás esperan de nosotros. Pero las cosas no suceden así por
casualidad. Al cabo de los años, vivimos circunstancias en que es más sensato y
conveniente "maquillar" nuestro comportamiento,
adecuarlo al contexto, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en
nuestras respuestas o amordazar nuestra espontaneidad en aras de una supuesta
convivencia armoniosa --- en otras palabras; nos volvemos manipuladores e
hipócritas.
Puede decirse, que porque lo hacemos sin prestarle la atención más
mínima, que la mentira es
tan ubicua, que es habitual e irrefrenablemente inconsciente.
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