Llegamos a este mundo con la inocencia de quien no sabe nada
y lo espera todo. Nuestros padres son quienes nos guían con más o menos acierto en
esos inicios donde el futuro, se nos antoja casi perfecto. Como satinado de mil
colores y alcance de la yema de nuestros dedos.
No obstante, a medida que crecemos parte de ese hechizo se
va rompiendo. Llegan las primeras desilusiones, y comprendemos lo que supone
convertirse en adulto. Nadie ofrece algo a cambio de nada, y nadie nos
garantiza que vayamos a ser siempre felices.
“El mundo gira en su rueda oxidada del tiempo repartiendo
destinos. Hay quien piensa que todos llevamos el nuestro fijado casi de
fábrica, pero no es así. En esta vida compleja, todo es posible mientras
nosotros así lo pensemos, mientras tengas ilusiones, fe y valentía, cualquier
cosa puede ocurrir”
Hay quien anda en su sendero vital cuidando de no salir de
esas marcas, de esas vallas que otros han creado para ellos. Son esos patrones
con los que nos han educado, es también la necesidad de cumplir
determinadas expectativas, de no defraudar, de no fallar a otras personas…
En ocasiones, nos limitamos a vivir vidas prefijadas por
otros porque así nos sentimos más seguros. Sin embargo, nadie puede ser feliz
de sintiendo cadenas ajenas, viviendo la vida que otros tienen en mente. De
ahí, que valga la pena recordar que todo es posible siempre y cuando tú
mismo/a te lo permitas.
Te invitamos hoy a reflexionar sobre ello.
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