Es preciso rechazar contundentemente
la crítica que a menudo se hace de la diversidad cultural como causa de
conflictos. Son los intentos de suprimir la
diversidad lo que genera los problemas, cuando se exalta "lo propio"
como lo único bueno, lo verdadero, y se mira a los otros como infieles a
convertir, si es necesario, por la fuerza. O cuando se considera que los otros
representan "el mal", la causa de nuestros problemas, y se busca
"la solución" en su aplastamiento.
Los enfrentamientos no surgen
porque existan particularismos, no son debidos a la diversidad, sino a su
rechazo. Son debidos a los intentos
de homogeneización forzada, a los fundamentalismos. Conviene aclarar, por otra
parte, que la defensa de la diversidad cultural no significa aceptar que todo
vale, que todo lo que los pueblos
crean sea siempre bueno.
Lo que es siempre bueno, en
cualquier dominio, es la diversidad, porque nos hace ver que no hay una única
solución a los problemas, una única ley incuestionable…
El tratamiento de la diversidad cultural puede
concebirse, en principio, como continuación de lo visto en el Tema
de Acción Clave dedicado a la Biodiversidad, en
cuanto extiende la preocupación por la pérdida de biodiversidad al ámbito
cultural. La pregunta que se hace Maalouf (1999) expresa muy claramente esta
vinculación: ¿Por qué habríamos de preocuparnos menos por la diversidad de
culturas humanas que por la diversidad de especies animales o vegetales? Ese
deseo nuestro, tan legítimo, de conservar el entorno natural, ¿no deberíamos
extenderlo también al entorno humano?
Pero decimos en principio,
porque es preciso desconfiar del "biologismo", es decir, de los
intentos de extender a los procesos socioculturales las leyes de los procesos
biológicos. Son intentos frecuentemente simplistas y absolutamente
inaceptables, como muestran, por ejemplo, las referencias a la selección
natural para interpretar y justificar el éxito o fracaso de
las personas en la vida social.
Y no se trata solo de proponer el consumo de conocimiento en
vez del consumo material: ampliar el conocimiento en cualquiera de sus formas,
elaborar productos culturales, contribuir a concebir y resolver problemas,
junto a otros, puede dar satisfacciones aún mayores que el simple consumo.
La
producción cultural y el acceso a su disfrute pueden, pues, constituir un
eficaz instrumento para la transición a la Sostenibilidad. Así debe de
reconocerse en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con metas precisas de
promoción cultural, que constituyan, además, ocasión de creación de puestos de
trabajo en áreas creativas: medios de comunicación públicos y de calidad,
bibliotecas, videotecas, museos, salas de conciertos, teatros, cines, educación
artística y musical, etc., etc.
Una Sostenibilidad satisfactoria para todas y
todos precisa de la Cultura, de la riqueza plural de las diversas
manifestaciones culturales que constituyen un Patrimonio de la humanidad que es
preciso proteger e impulsar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario