Hace poco hablé sobre la ira y
el auto-control, como nos enfadamos por pequeñas cosas sin
importancia y como finalmente perdemos la paciencia, diciendo cosas a las
personas que apreciamos, lastimando-los , sin haberlo
pretendido, y al final nos arrepentimos.
A estas personas que normalmente actúan así, se las
llaman comúnmente que tienen un mal carácter. (Entendido
el carácter como la personalidad o forma de ser). Si nos paramos a
pensar un poco las personas de mal carácter o mal genio llevan
etiquetadas palabras como:
agrio, amargo, apagado, áspero, brusco, fiera, duro,
terrible, etc.
Estas personas llevan fijadas connotaciones muy negativas en
su persona, y no creo que los individuos sólo sean lo
que su carácter dice de ellos.
Por ello, aquellas personas que les gustaría suavizar
su carácter, les narraré un pequeño cuento que les puede hacer ver,
hasta que punto su forma de hablar puede hacer daño.
LOS CLAVOS
Había una vez un chico que perdía la
paciencia con facilidad y por ello se enfadaba constantemente con sus
compañeros y hermanos.
Es decir, que tenia mal carácter…
Un día su padre cansado de su mal genio, le propuso un juego. Le entregó un saco de clavos y le dijo que clavara uno en la verja del jardín cada vez que perdiera la paciencia o se enfadara con alguien.
El primer día clavó 40 clavos, al chico le parecieron
muchos, se sorprendió bastante y como no era una mala persona,
durante las semanas siguientes se propuso ser más paciente. Día a día
disminuyó la cantidad de clavos nuevos en la verja. Había
descubierto que era más fácil controlarse que clavar clavos. Finalmente
llego el día en el que ya no clavaba ningún clavo.
Entonces fue a
ver a su padre para mostrárselo. Su padre lo elogió, por su
perseverancia, su constancia y por alcanzar su objetivo. Pero
le manifestó que en aquel momento era la ocasión de quitar
un clavo por cada día que no perdiera la paciencia.
Los días pasaron y
finalmente el chico pudo anunciar a su padre que había quitado todos los clavos
de la verja. Entonces el padre lo condujo hasta la verja y le
dijo:
“Hijo mío,
has procedido correctamente, pero observa cómo está la verja, mira todos los
agujeros que han quedado en la valla. Como sabrás, esta verja nunca
será como antes. Cuando discutes con alguien y le dices cualquier
cosa ofensiva le dejas una herida como esta.
Puedes clavar una
navaja a un hombre y después retirarla, pero siempre quedará la herida.
No importa las veces que pidas perdón, la herida permanecerá. Lo
mismo pasa con la palabra, una herida provocada con la palabra (una herida
emocional) hace tanto daño como una herida física.”
Este cuento nos
hace ver como las palabras tienen el poder de dañar o sanar, tu eres el
responsable de utilizar las palabras para tal fin, tú decides si quieres dañar
o no. Enfadarse es fácil cuando los acontecimientos son molestos o
fastidiosos, pero hacer frente a la frustración con calma precisa de una gran
fortaleza, igual que aceptar a los demás y perdonar sus errores.
Necesitamos de una
gran entereza para crear situaciones agradables.
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