Hay momentos en los cuales nos sobreviene un fuerte impulso
que nos induce a la reflexión de todo aquello que de alguna forma ha ido
quedando como un sedimento un tanto imperceptible en algún lugar de nuestra
inquieta forma de sentir todo aquello que de una forma u otra nos conmueve y
motiva a expresarnos en la forma en que lo hacemos diariamente.
Son esos instantes en que la vida, sin detenerse en su
constante devenir, pareciera que nos interpela, como quien controla el estado
de nuestra capacidad perceptiva, como queriendo evitar la potencial “sobrecarga”
de nuestra capacidad de apreciar todo lo que acontece a nuestro alrededor y que
por alguna razón que no llegamos a comprender permanece en algún recóndito
lugar de nuestra consciencia.
Así estamos en esta retrospectiva “limpiando debajo de la
alfombra” abriendo de par en par los ya vetustos ventanales de nuestra mente, aireando
los espacios donde se reside el
intelecto, aspirando profundamente el aliento vital que nos renueva y
reconforta evitando cualquier intento de corrosión de nuestra capacidad
intelectual.
Esto que mencionamos lo hacemos con la periodicidad
necesaria que nuestra actividad requiere, con la finalidad de observar desde un
“punto neutro y equidistante” el grado de objetividad con el cual formulamos
nuestras apreciaciones.
Los que asumimos la responsabilidad de emitir nuestras opiniones,
cosa que hacemos con la periodicidad y constancia que nos caracteriza tenemos
asumida la responsabilidad que tal proceder implica, el cual puede apreciarse
en cada una de nuestras manifestaciones.
En eso estamos.
Hugo W Arostegui
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