viernes, 29 de septiembre de 2017

El Acceso A La Lectura


Al cerebro le cuesta menos leer en papel
Algunos estudios reflejan preferencia por el formato impreso frente al digital. Los más jóvenes, «nativos digitales», se adaptan a ambos

Hace 25 siglos, Sócrates veía en la palabra escrita una amenaza para la oratoria y la memoria, que decrecería al plasmar las ideas en un papel. Entonces la lectura estaba reservada a unos pocos.

A medida que se extendía, muchos ojos perdían facultades a la luz de una vela por el nuevo entretenimiento. Y tal vez la vista cansada de la madurez lo estaría menos sin la lectura. Pese a esas desventajas, la lectura fue un enorme avance y un gran reto para el cerebro.

Ahora el soporte digital amenaza con desplazar al papel. El cambio suscita quejas parecidas a las del filósofo, como mayor dificultad para memorizar y comprender cuando se lee en una pantalla, y mayor fatiga visual.

Hace apenas dos siglos, nada comparado con nuestra historia evolutiva, la mayoría de la gente no sabía leer.

Cambiar el formato de lectura no parece tan grave para el cerebro, razona Luis Miguel Martínez Otero, responsable del grupo de Neurociencia Visual del Instituto de Neurociencias de Alicante (CSIC-UMH).

Es más, el cerebro no «viene programado de serie» para leer. Cada vez que alguien aprende a hacerlo, ya sea un niño o un adulto, ciertas regiones destinadas a otras funciones, como el reconocimiento de caras y objetos, se «reconvierten» para interpretar palabras, sostiene el neurocientífico francés Stanislas Dehaene.

La plasticidad de nuestro cerebro hace posible ese cambio, que mejora en gran medida su rendimiento. Por eso, «lo importante es leer», como destaca Martínez Otero.

«Es cierto que ha habido trabajos mostrando la “superioridad” de la lectura en papel. Si exceptuamos los más antiguos, cuando la resolución de la pantalla y la forma de las letras era de menor calidad, o trabajos con deficiencias metodológicas, las posibles diferencias no están tanto en los aspectos propiamente cognitivos, como los procesos básicos de la lectura, como los movimientos oculares, que son los mismos en papel y pantalla. Las diferencias son más bien metacognitivas», explica Manuel Perea, experto en psicolingüística de la Universidad de Valencia y del Basque Center on Cognition, Brain, and Language de San Sebastián.

Menos referencias
Son precisamente esos aspectos, más subjetivos, los que suponen ciertas limitaciones para los que no somos «nativos digitales». Todos tenemos la experiencia de imprimir las páginas que vemos en la pantalla para leerlas más a gusto y captar mejor los detalles, especialmente si hemos de interiorizar su contenido. Algo acorde con el formato en el que aprendimos a leer. «En mi propia experiencia, al menos para los no nativos digitales, la limitación está a la hora de leer libros electrónicos de texto o de referencia. En este caso, yo prefiero el papel y un marco de referencia, como el índice o poder pasar páginas», apunta Perea.

Por otro lado, el formato electrónico, con hipertexto (enlaces, como los que puede encontrar en este artículo) permite ahorrarse la visita al diccionario o a otro de consulta y acceder a contenidos extra de inmediato. Pero es cierto que implica estrategias de lectura diferente. Para Perea «la cuestión no son las posibles diferencias entre leer en papel o pantalla, sino cómo mejorar la lectura digital, dado parece inevitable la transición».

Pese a todo, muchos niños disfrutan leyendo con sus padres un cuento en papel a la hora de dormir. Aunque el formato digital permite incluir vídeos y sonidos. El mundo está cambiando en esta era digital y nuestro cerebro, como siempre, logrará adaptarse a ese nuevo reto.


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