La disconformidad muestra la
falta de acuerdo entre dos personas respecto a un asunto en el que cada una
tiene su propio criterio. Esta disconformidad puede darse en el ámbito
profesional, por ejemplo, cuando el trabajador no está de acuerdo con otros
compañeros de trabajo o con el jefe, del mismo modo, se pueden producir estas
diferencias de criterio en la vida de pareja.
¿Qué hacer ante este tipo de situación? Si se trata de un
asunto que afecta a dos personas, entonces, conviene negociar y llegar a
acuerdos. Por otra parte, también conviene interpretar con naturalidad esta
disconformidad no haciendo de esta diferencia de criterio un conflicto en sí
mismo ya que cada persona tiene su propio punto de vista.
Incluso cuando dos personas se quieren mucho de verdad, es lógico que exista disconformidad en detalles que pueden tener una mayor o menor trascendencia en la relación. Por ejemplo, existen diferencias de criterio sencillas en el día a día. Así ocurre cuando al ir al cine en pareja uno quiere ver una película mientras que otro desea apostar por una propuesta diferente.
La divergencia
Estos puntos de desacuerdo son valiosos para conocer a otras personas tal y como son, y a su vez, para dejarnos conocer también ante los demás ya que en las conversaciones surgen puntos de vista personales, intereses y pensamientos. A través de los argumentos positivos puede que una persona logre hacer cambiar de opinión a su interlocutor llegando a un punto de encuentro.
La filosofía socrática basada en el método de la pregunta es un ejemplo de cómo el diálogo puede aportar luz en la mente para alcanzar la verdad. Sin embargo, en muchos aspectos, los desacuerdos y divergencias también muestran que no existe una verdad absoluta, una visión única e irrepetible de la realidad sino que existen distintas interpretaciones de un mismo hecho.
También puede existir disconformidad entre la teoría y la práctica de una realidad específica.
Muchos investigadores han estudiado el conformismo en el siglo pasado, buscando posibles razones por las que a menudo resultamos fácilmente influenciables por la mayoría, siendo dos las explicaciones más extendidas. La primera de ellas es que la gente se conforma por el deseo de ser aceptado. Uno de los investigadores que apoyó esta explicación, incluso antes de que se llevase a cabo el experimento anterior, fue Henry T. Moore, en 1921. De acuerdo con su teoría, la conformidad a menudo es recompensada en la vida cotidiana, mientras que la disconformidad frecuentemente es castigada. Resulta obvio que es socialmente más ventajoso adaptarse a la opinión de la mayoría, el no hacerlo conlleva probablemente más esfuerzo y puede acarrear consecuencias negativas (rechazo social, incomprensión, etc).
Incluso cuando dos personas se quieren mucho de verdad, es lógico que exista disconformidad en detalles que pueden tener una mayor o menor trascendencia en la relación. Por ejemplo, existen diferencias de criterio sencillas en el día a día. Así ocurre cuando al ir al cine en pareja uno quiere ver una película mientras que otro desea apostar por una propuesta diferente.
La divergencia
Estos puntos de desacuerdo son valiosos para conocer a otras personas tal y como son, y a su vez, para dejarnos conocer también ante los demás ya que en las conversaciones surgen puntos de vista personales, intereses y pensamientos. A través de los argumentos positivos puede que una persona logre hacer cambiar de opinión a su interlocutor llegando a un punto de encuentro.
La filosofía socrática basada en el método de la pregunta es un ejemplo de cómo el diálogo puede aportar luz en la mente para alcanzar la verdad. Sin embargo, en muchos aspectos, los desacuerdos y divergencias también muestran que no existe una verdad absoluta, una visión única e irrepetible de la realidad sino que existen distintas interpretaciones de un mismo hecho.
También puede existir disconformidad entre la teoría y la práctica de una realidad específica.
Muchos investigadores han estudiado el conformismo en el siglo pasado, buscando posibles razones por las que a menudo resultamos fácilmente influenciables por la mayoría, siendo dos las explicaciones más extendidas. La primera de ellas es que la gente se conforma por el deseo de ser aceptado. Uno de los investigadores que apoyó esta explicación, incluso antes de que se llevase a cabo el experimento anterior, fue Henry T. Moore, en 1921. De acuerdo con su teoría, la conformidad a menudo es recompensada en la vida cotidiana, mientras que la disconformidad frecuentemente es castigada. Resulta obvio que es socialmente más ventajoso adaptarse a la opinión de la mayoría, el no hacerlo conlleva probablemente más esfuerzo y puede acarrear consecuencias negativas (rechazo social, incomprensión, etc).
Una segunda explicación para la conformidad es que los seres
humanos queremos opinar y decir lo correcto, y el mero hecho de que muchas
personas opinen algo es razón para creer que están en lo cierto, en especial si
la persona no está muy segura de sus conocimientos o de si se trata de alguien
inseguro.
Hugo W Arostegui