miércoles, 14 de junio de 2017

La Pasividad Como Conducta


Pasivo es un adjetivo que proviene del latín passivus y que cuenta con diversos usos. Una persona pasiva es aquélla que no hace las cosas por sí misma, sino que deja obrar a los demás. La pasividad es una actitud opuesta al compromiso, a la acción constante, a la voluntad de dirigir la propia vida y de involucrarse con todas y cada una de sus etapas.

del agente y que no coopera con ella. Veamos una oración de ejemplo: “Creemos que el acusado es el responsable pasivo de la situación ya que, si bien no tuvo una intención dañina, no puede obviarse su actuación al respecto”.

Podemos definir la asertividad como un rasgo de la conducta social que se caracteriza por una comunicación abierta y franca, manteniendo a la vez el respeto con las posturas de los demás 
interlocutores. Aunque discrepe de las opiniones de los demás, una persona asertiva muestra una gran capacidad empática y es capaz de ponerse en el lugar de sus oponentes. 

La asertividad no reduce los conflictos, pero sí contribuye a generar un ambiente en e que pueden ponerse de manifiesto y eventualmente solventarse. (Definición Diccionario de Psicología. Larousse).
En definitiva podemos afirmar que la finalidad de la conducta asertiva es comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza.

Como estrategia y estilo de comunicación, la "asertividad" se diferencia y se sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares: la "agresividad" y la "pasividad".

Radiografía del pasivo:

– Pasivo es el que decide no preocuparse por ningún problema y vivir al margen de lo que ocurre. No se anota ni se compromete con nadie. Asume una postura deliberada y permanente de automarginación.

– En el pasivo se observa falta de análisis y mucha flojera mental. Toda su filosofía mental se resume en un par de frases: “igual, no pesco”.

– No protesta ni se enoja. Simplemente procura no verse afectado por nada. Quiere vivir cómodamente, sin problemas, en su mundo.

– Está disconforme con la sociedad en que vive, lo mismo que el rebelde. Pero éste último no se conforma, mientras que el pasivo sólo exterioriza su desagrado a través de un aspecto físico descuidado y una forma irónica de hablar.

Existen dos tipos de pasivos:

El que por desengaño, que decide cortar con el mundo exterior, debido a alguna experiencia desagradable. Por ejemplo, fracaso en los estudios, desilusión en sus relaciones de amistad… La falta de madurez para afrontar esas situaciones le lleva a evadirse de la realidad.

El pasivo de moda que, de entrada, adopta esa postura simplemente porque es un modo fácil de vivir o porque sus amigos se mueven y comportan igual.

El camino hacia la pasividad

 Cuando los adolescentes encuentran un clima desfavorable para desarrollar su personalidad pueden optar por rumbos equivocados. No faltará en el colegio o entre sus amigos quien le deje fascinado con la “pseudofilosofía” del pasivismo: “Esto no se puede cambiar; es mejor pasar de todo, lo importante es no tener problemas”.

La difusión de la pasividad como forma de vida se debe fundamentalmente, a dos razones:

Primero, al cambio de ambiente social desfavorable. Muchos adolescentes observan que los valores preferidos por los adultos son el éxito, el rendimiento, el poder del dinero o el bienestar. Los nuevos “ideales” de la gente mayor se reducen, en muchos casos, a intereses individualistas, lo que no estimula a los jóvenes a participar activamente en la sociedad.

Ante ello, los adolescentes pueden llegar a preferir que les dejen vivir “su vida”. No se trata sólo de una actitud de protesta, es la expresión de un problema interior: miedo a no llegar jamás a rendir tanto como el mundo adulto exige, desconfianza a la competencia de los otros seres humanos, escepticismo ante las promesas de una felicidad pasajera y trivial, soledad en medio de las tanto materialismo o desengaño de los ideales de la gente grande.

En segundo lugar, la pasividad surge también cuando el joven se va acostumbrando a una vida sin esfuerzo y muy permisiva. Si ha encontrado siempre todo hecho y ha vivido cómodamente, sin problemas, sin tomar decisiones, responsabilidades, ni aportar personalmente a su familia ni al colegio, preferirá seguir actuando así.

La nueva proliferación de pasivos, en este sentido, está muy relacionada con los hábitos adquiridos desde la infancia o en la sociedad del bienestar. Viene de esos niños que han tenido todos sus deseos satisfechos, que han conseguido todo sin esfuerzo. No están preparados para asumir ningún tipo de contrariedad ni renunciar a ningún capricho. No son capaces de resolver los problemas más corrientes de la vida y se conforman con lo instantáneo y con lo “suficiente” para pasar el rato.

Hugo W Arostegui


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