Cada día de vida encierra momentos maravillosos de los que
no siempre somos conscientes. Un día de los que llamamos “normales” está
lleno de situaciones llenas de significado y que a veces convertimos en rutinas
sin sentido cuando no pasamos por ellas con los sentidos cerrados.
Felicidad es una palabra tan grande que parece evocar solo a
los grandes acontecimientos o logros. Así, como esos instantes no son
frecuentes, pensamos entonces que tal felicidad se sirve de manera espaciada en
dosis muy grandes, solo así. Sin embargo, puede que estemos equivocando el
enfoque. Quizás la felicidad no
está en lo extraordinario, sino en muchos momentos cotidianos que a veces
dejamos pasar sin más.
Muchas personas piensan que la felicidad reside justo al
lado de las metas que nos proponemos, quedando así aplazada hasta que las
alcancemos. Otras personas se creen que para encontrarla, deben tener un número
con muchos dígitos en su cuenta o disponer de lujosas pertenencias materiales.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad, la
felicidad no está relacionada con la consecución de sueños o los bienes
materiales que tengamos, es mucho más simple de encontrar.
La felicidad es la senda que
recorremos cada día, es
el proceso de conseguir las cosas, es el hecho de poder saborear cada minuto,
de disfrutar lo que estamos haciendo, de saber que llegaremos a nuestra meta
pero sin importar el camino porque nos gusta recorrerlo.
La felicidad es saber que de
los errores se aprende, que la frustración es un maestro y que las personas que
están a nuestro alrededor son las que realmente merecen estarlo.La
fórmula mágica para encontrar este maravilloso camino no es más que
disfrutar de la sencillez de las pequeñas cosas, los pequeños
momentos se convertirán en grandes recuerdos en nuestro corazón.
Cuando puedes dormir y sueñas, tus emociones se equilibran,
tu cuerpo se renueva y, de hecho, te vuelves más inteligente: asimilas con
mayor facilidad los nuevos contenidos y fijas lo que aprendiste en la jornada
anterior. Poder dormir también es uno de esos pequeños
milagros cotidianos a los que no siempre les damos el valor que tienen.
Como ves, cada día está lleno de momentos maravillosos.
Que muchas personas los desprecien y los ignoren no significa que no tengan en
sí mismos un gran valor. Quizás, si aprendes a descubrir la maravilla escondida
en esos momentos cotidianos también aprendas a hacer de tu vida algo más que
una rutina. Esa que lejos de grabarse en tu memoria deja la misma huella que el
viento en calma en el rostro.
El maravilloso cerebro emocional de las personas resilientes
Las personas resilientes saben que nadie es inmune al
sufrimiento, a la adversidad. Comprenden que cuando aparecen esos
instantes de oscuridad y desesperanza, tenemos dos opciones: dejarse vencer o
sobreponernos, luchar con todas las estrategias que nos sea posible, porque la vida
es maravillosa si no se le tiene miedo.
Te gustará saber que el término “resiliencia” proviene en
realidad del campo de la física. Hace referencia a la cualidad de algunos
materiales para resistir la presión y doblarse con flexibilidad para volver a
forma original. Ahora bien, la resiliencia, aplicada a la psicología
presenta otra dinámica existencial más interesante: la de hacernos crecer.
“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes
golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que
ocurren todos los días.”
-Benjamin Franklin-
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