martes, 13 de junio de 2017

Empatía: Ponerse En El Lugar Del Otro


Si te lamentas cada día por lo que ocurrió es porque esa persona tan valiosa que llevas dentro está buscando que la escuches y que permitas dejarla sanar. Te sucede esto porque ella sabe que, para poder pasar página, necesitas perdonarte y entender que, a pesar de que salió mal, intentaste dar lo mejor de ti en ese momento y eso también tiene su valor. 

De hecho no puedes cargar con ese peso en tu conciencia durante más tiempo, ya que no es bueno para ti y además no te lo mereces: recuérdate de nuevo que las consecuencias de una acción tienen que materializarse, pero no tienen que ser eternas.

 Ya has sufrido suficiente y, aunque no era lo que querías, has recogido también las críticas, quizá algo de vergüenza e incluso algún juicio moral derivado de ese mal desenlace. No obstante, son cosas que tienen que pasar: cuando nos enfrentamos a nuestras decisiones corremos el riesgo de equivocarnos y ni toda la buena voluntad que le hayamos puesto excluye la opción del error. 

Es cierto que actuar con el alma cargada de bondad está infravalorado y que hay algunas personas que utilizan la llamada “buena intención” como escudo para ocultar su cobardía o poner excusas que las dejen bien paradas. No obstante hay otras que no y que verdaderamente se sienten mal consigo mismas porque lo ocurrido no era lo que esperaban, pues su intención fue dar lo mejor. 

Es decir, has llegado al punto en el que te lamentas una y otra vez de como se han desarrollado las cosas y esos “yo solo quería” o “no era mi intención” son fruto de un sentimiento de culpa que te atenaza desde entonces. Esas dos frases son el símbolo de la frustración de alguien que a tratado de poner el corazón en una acción y sin embargo con ella ha repartido cristales. 

“Soy como todo el mundo: débil, capaz de cualquier metedura de pata, pero básicamente buena gente” -Junot Díaz- 

Sientes presión en el pecho y arrepentimiento, no te sirve de nada que la persona afectada te haya perdonado ya y ahora no te hace daño la situación, sino tu moral: no te sirve pensar que querías dar lo mejor y te gustaría volver atrás para cambiar las cosas. Sin embargo, la solución radica en otro sentido. 

Atrévete a dar el paso hacia el perdón 
La única salida a la que vas a poder dirigirte si quieres moverte de dónde estás es a la del perdón hacia ti mismo/a; por lo que si estás convencida de que quieres dejar de sentirte mal, tienes que atreverte a hacerlo. Únicamente que lo consigas logrará que el tormento salga de tu cabeza y que todo haya concluido.

 Es beneficioso que seas capaz de no lamentarte más por algo que no puedes modificar y que ya es pasado, precisamente porque en tus buenas intenciones también está la posibilidad de volver a empezar, de descubrir que nadie es perfecto y tú tampoco, aunque nos gustaría.

Haber cometido un error no te convierte en mala persona, ni un fracaso tiene que ser el juez del resto de emociones que tengas en estos momentos: ten confianza en ti misma, valórate y habrá más ocasiones para demostrarte que no siempre se pierde, sino que a veces también se gana. Puedes reflexionar sobre esto: los errores no te definen, pero te ayudan a convertirte en quien eres. 
“El perdón es una virtud de los valientes” 


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