La audacia puede considerarse de manera positiva o negativa.
En su aspecto positivo, la audacia es una virtud que lleva a una persona al convencimiento de que,
pese a las posibilidades y riesgos, puede alcanzar una determinada meta.
Hay personas que en ningún momento se consideran poseedores
de audacia y que creen que es el momento de trabajar a nivel personal para, por
lo menos, conseguir ciertos matices de ella. Es así por lo que se establecen
que para alcanzar su objetivo deben llevar a cabo una serie de tareas o
ejercicios como los siguientes:
• Es importante que diariamente se consiga cumplir un reto o un pequeño propósito.
• No menos significativo es el hecho de que se recomienda que para conseguir audacia hay que ir periódicamente asumiendo ciertos riesgos que no puedan llevar a experimentar consecuencias de gran calado.
• Es vital, de la misma manera, que la persona empiece a entender que no todo puede salir perfecto, que hay que aceptar que puede existir un margen de error y que hay fallos que son tolerables y comprensibles.
• Asimismo, también se recomienda comenzar a planificarse más. De esta manera, aunque se vayan asumiendo riesgos se hará teniendo la base más sólida posible.
Además de todo ello, hay que exponer que audacia es un
término que se suele emplear con mucha frecuencia dentro de lo que es el campo
del deporte. Y es que se requiere que en gran medida los jugadores de las
distintas disciplinas puedan contar con aquella para lograr mayores triunfos.
En concreto, dentro de este ámbito se habla de lo que se ha
dado en llamar audacia mental, con la que el deportista podrá controlar sus
niveles de estrés, disfrutará de una zona o área en la que se sienta cómodo a
nivel personal y emocional, y mejorará su rendimiento.
En cambio, cuando la audacia es mal utilizada o no reconoce
límites, se convierte en algo negativo. En este caso, el sujeto realiza
acciones poco prudentes sin ninguna base en la realidad.
La moderación entre una audacia beneficiosa y una audacia
dañina debe estar dada por la razón.
Lo mejor es que las decisiones vinculadas al impulso de la audacia sean tomadas
después de una reflexión serena y a conciencia.
Si una persona se entrena durante dos años para escalar una
montaña y decide emprender la travesía tras haber llegado a la cima de otros
montes de menor altura y después de hacerse distintos estudios médicos, puede
hablarse de un individuo audaz y valiente, pero no imprudente. Diferente sería
si dicha persona se despierta un día y decide convertirse en montañista sin
ningún tipo de preparación ni experiencia.
La audacia bien entendida, en definitiva, está vinculada a
la fortaleza del espíritu y la fuerza de voluntad.
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