viernes, 2 de junio de 2017

Evaluemos



En los años sesenta y parte de los setenta las políticas de evaluación y promoción de estudiantes establecían la necesidad de centrar los esfuerzos en la definición de promedios sumativos de calificaciones en escala numérica de manera periódica. En esa época se contaba con un currículo preestablecido de orden nacional y se emprendían procesos evaluativos de orden netamente cuantitativo.

En la década de los 90 las reformas educativas se enfocaron en los Proyectos Educativos Instituionales (PEI), como carta de navegación de los centros educativos, permitiendo así contemplar las diferencias socioculturales de los respectivos países. Esto implicó el cambio de un currículo centralizado, único, basado en objetivos; a la definición de currículos más pertinentes, en el marco de una política general en función de desarrollar competencias teniendo como referencia los estándares básicos para garantizar que en términos de equidad cualquier estudiante independientemente de su condición, desarrollara competencias en los diferentes niveles y al final de la escolaridad.

Todo esto ha traído consigo un ferviente debate en torno al sentido, los fines, de la educación y por lo tanto de la evaluación misma. En este sentido se observa una mudanza de la evaluación con enfoque sumativo a una evaluación formativa, cualitativa con una tendencia a la integralidad que refleja más fielmente la realidad de los progresos de los estudiantes.

Hablamos entonces de una evaluación que se abre hacia la valoración no solamente de los avances del estudiante en su formación integral, sino que también involucra a los distintos actores educativos de una forma comprometida y dinámica. Con esto los padres de familia, los docentes, los directivos docentes, la institución y el sistema educativo mismo, adquieren un protagonismo esencial en los procesos evaluativos de los estudiantes y en el acompañamiento de estos para el logro de las competencias básicas.

Actualmente la evaluación es una de las preocupaciones fundamentales para el mejoramiento de la calidad educativa, teniendo como temas recurrentes la evaluación del aprendizaje, la promoción de los estudiantes y su reglamentación tanto institucional como nacional; la participación de padres y alumnos en los procesos de evaluación; el uso de la evaluación como una herramienta de poder; y los instrumentos que se usan para evaluar y para reportar los procesos de evaluación de los estudiantes.
Este número de la revista Internacional Magisterio recoge los aportes de importantes y reconocidos investigadores acerca del tema de la evaluación tales como Mª Antonia Casanova, Española, quien aborda el tema de evaluación, calidad y equidad, claves del sistema educativo; Margarita Poggi, Argentina, quien reflexiona sobre los propósitos y usos de la evaluación educativa; Jouni Välijärvi, Finlandés, quien presenta la pedagogía y la evaluación de la escuela comprensiva finlandesa; Jorge Fasce, Argentino, quien desarrolla el tema de la evaluación: cuestión de sentimientos, poder y ética. Por Colombia, Francisco Cajiao, nos presenta un

recorrido por la geografía de la evaluación, y Giovanni Marcello Iafrancesco expone su mirada de la evaluación integral y de los aprendizajes desde la perspectiva de una Escuela Transformadora: contexto, concepto, enfoque, principios y herramientas.

Por otra parte, se visibilizan algunas experiencias en evaluación en Colombia que pueden servir como referentes a las demás instituciones de América Latina en la implementación de su sistema de evaluación institucional: La evaluación como una forma de potenciar los aprendizajes individuales e institucionales en el colegio Mochuelo Bajo; La evaluación del aprendizaje en la Fundación para la Actualización de la Educación –FACE– . De igual manera el Jardín Infantil Mafalda nos muestra la evaluación y la valoración en un proyecto de educación inicial.

Publicado en Revista Magisterio No. 35

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