En los años sesenta y parte de los setenta las políticas
de evaluación y promoción de estudiantes establecían la necesidad de centrar
los esfuerzos en la definición de promedios sumativos de calificaciones en
escala numérica de manera periódica. En esa época se contaba con un currículo
preestablecido de orden nacional y se emprendían procesos evaluativos de
orden netamente cuantitativo.
En la década de los 90 las reformas educativas se
enfocaron en los Proyectos Educativos Instituionales (PEI), como carta de
navegación de los centros educativos, permitiendo así contemplar las
diferencias socioculturales de los respectivos países. Esto implicó el cambio
de un currículo centralizado, único, basado en objetivos; a la definición de
currículos más pertinentes, en el marco de una política general en función de
desarrollar competencias teniendo como referencia los estándares básicos para
garantizar que en términos de equidad cualquier estudiante independientemente
de su condición, desarrollara competencias en los diferentes niveles y al
final de la escolaridad.
Todo esto ha traído consigo un ferviente debate en torno
al sentido, los fines, de la educación y por lo tanto de la evaluación misma.
En este sentido se observa una mudanza de la evaluación con enfoque sumativo
a una evaluación formativa, cualitativa con una tendencia a la integralidad
que refleja más fielmente la realidad de los progresos de los estudiantes.
Hablamos entonces de una evaluación que se abre hacia la
valoración no solamente de los avances del estudiante en su formación
integral, sino que también involucra a los distintos actores educativos de
una forma comprometida y dinámica. Con esto los padres de familia, los
docentes, los directivos docentes, la institución y el sistema educativo
mismo, adquieren un protagonismo esencial en los procesos evaluativos de los
estudiantes y en el acompañamiento de estos para el logro de las competencias
básicas.
Actualmente la evaluación es una de las preocupaciones
fundamentales para el mejoramiento de la calidad educativa, teniendo como
temas recurrentes la evaluación del aprendizaje, la promoción de los
estudiantes y su reglamentación tanto institucional como nacional; la
participación de padres y alumnos en los procesos de evaluación; el uso de la
evaluación como una herramienta de poder; y los instrumentos que se usan para
evaluar y para reportar los procesos de evaluación de los estudiantes.
Este número de la revista Internacional Magisterio recoge
los aportes de importantes y reconocidos investigadores acerca del tema de la
evaluación tales como Mª Antonia Casanova, Española, quien aborda el tema de
evaluación, calidad y equidad, claves del sistema educativo; Margarita Poggi,
Argentina, quien reflexiona sobre los propósitos y usos de la evaluación
educativa; Jouni Välijärvi, Finlandés, quien presenta la pedagogía y la
evaluación de la escuela comprensiva finlandesa; Jorge Fasce, Argentino,
quien desarrolla el tema de la evaluación: cuestión de sentimientos, poder y
ética. Por Colombia, Francisco Cajiao, nos presenta un
recorrido por la geografía de la evaluación, y Giovanni
Marcello Iafrancesco expone su mirada de la evaluación integral y de los
aprendizajes desde la perspectiva de una Escuela Transformadora: contexto,
concepto, enfoque, principios y herramientas.
Por otra parte, se visibilizan algunas experiencias en
evaluación en Colombia que pueden servir como referentes a las demás
instituciones de América Latina en la implementación de su sistema de
evaluación institucional: La evaluación como una forma de potenciar los
aprendizajes individuales e institucionales en el colegio Mochuelo Bajo; La
evaluación del aprendizaje en la Fundación para la Actualización de la
Educación –FACE– . De igual manera el Jardín Infantil Mafalda nos muestra la
evaluación y la valoración en un proyecto de educación inicial.
Publicado en Revista Magisterio No. 35
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viernes, 2 de junio de 2017
Evaluemos
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