jueves, 14 de junio de 2018

Lo Que Nos Hace Humanos

En 2005, el escritor David Foster Wallace inició un discurso con el siguiente relato: "Van dos peces jóvenes nadando y se encuentran con un pez viejo en sentido contrario, les saluda con la cabeza y dice 'Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?' Los dos peces jóvenes nadan un poco más y entonces uno de ellos exclama '¿Qué diablos es el agua?'"

Las realidades más importantes son las más complicadas de ver y sobre las que es más difícil hablar. Como el hecho diferencial que nos hace humanos es que somos conscientes de ello, aunque no lo apreciemos y tengamos dificultad de expresarlo.

Los homínidos, desde que surgimos en África, nunca fuimos los animales más fuertes o rápidos y las amenazas han sido evidentes. ¿Cómo hemos llegado a sobrevivir a las dificultades de una naturaleza agresiva? La clave es el desarrollo de una corteza cerebral, que nos ha dotado de una inteligencia cognitiva y emocional. Gracias a esta ventaja evolutiva, nos hemos extendido por todo el planeta, hemos superado las limitaciones físicas e incluso exploramos los confines de nuestra galaxia.

Además, este intelecto aplicado al conocimiento médico, ha llevado a que seamos el único organismo que ha vencido a la evoluciónllegando en el mundo occidental a duplicar la esperanza de vida, que debería ser 40 años como en todos los grandes primates.

Al mismo tiempo esa inteligencia se ha enfocado hacia nuestra mortalidad, pues somos conscientes de que existimos, pero que también que dejaremos de existir. Tenemos una identidad individual, a diferencia de los unicelulares no somos clónicos y no habrá jamás otro ser igual a cada uno; la contrapartida es la limitación temporal. 

No obstante, es la actuación de nuestro cerebro lo que determina esa individualidad: allí anidan nuestros recuerdos, lo que aprendemos, repudiamos o anhelamos, nuestra forma de entender y asumir nuestro entorno (externo e interno) y lo que cada uno quiere representar. Por eso, aunque se pudiera hacer un transplante de cerebro, no funcionaría, pues dejaríamos de ser, para convertirnos en otro, y lo que éramos desaparecería. 

La angustia ante la muerte nos ha marcado en toda época. El culto a los muertos es propio de los humanos, desde muy al principio, y ello, junto con el temeroso asombro de nuestra ignorancia primigenia frente a las realidades naturales, debió impulsar la aparición de las religiones y también, como diría Fukuyama, las estructuras para el desarrollo de las sociedades.

Esa angustia hacia lo desconocido, ha incitado un deseo de perdurar por dos caminos paralelos: la curiosidad y dominio de nuestro hábitat -base de la filosofía, tecnología y ciencia, junto al intento de inmortalidad en las obras que nos perduren, - como un legado a las futuras generaciones -fundamento de todo lo artístico y cultural de nuestras vidas-.

Los frutos de ambos senderos son evidentes, con una mejora en la calidad y duración de nuestra vida (resultados de la primera opción) y una posibilidad de comunicarnos con los que ya no están a través de sus obras plásticas y literarias, aprendiendo de las raíces culturales de otras épocas (regalos de la segunda alternativa); en eso último, las artes nos dan opción también de prolongar nuestra existencia, con el viaje intelectual a otras vidas reales o soñadas. 

Pero a su vez, aunque no tengamos méritos filosóficos, científicos o artísticos, hay una tercera vía a la que todos estamos impelidos y sobre la que ha reflexionado Javier Gomá en su reciente libro La imagen de tu vida: el ejemplo ético que aportamos a los demás en nuestro transcurrir vital, como una condensación del imperativo categórico kantiano; aunque, de alguna manera, esto también se contempla en las obras de Fernando Savater quien, siguiendo a Spinoza, plantea la idea de la ética del querer.

Como sucede con los primates, los humanos actuamos socialmente por imitación, para bien o mal, tendemos a seguir los comportamientos de aquellos a quienes más valor otorgamos (cambiando según los momentos de nuestras vidas); por eso, toda nuestra imagen es pública y siempre influye en alguien.

De ahí, la importancia de que cada uno, en su parcela personal, se comporte con ejemplaridad y eso puede ser más determinante en los que asuman mayores responsabilidades, como nuestros políticos y gobernantes

Los casos de corrupción en la política de nuestro país, pueden llevar a pensar si son una anomalía temporal de nuestra sociedad o un reflejo de lo que somos; pero en cualquier caso, no constituyen un limpio ejemplo de conducta a seguir y ese es el grave problema, pues una sociedad sin referencias éticas en su dirigentes es como un barco con el timón roto en plena galerna: suele encallar o naufragar.

Según los clásicos, nadie está muerto, mientras se le recuerde; aunque al final quien nos recuerde también desaparecerá, pero si nuestra conducta sirve de ejemplo, igualmente la de ellos será recordada para bien, avanzando el circulo virtuoso de las auténticas revoluciones.




La Imaginación Humana


La ciencia está descubriendo que la imaginación juega un papel fundamental en la percepción que tenemos de la realidad y en la elaboración de los recuerdos, los sueños y los pensamientos. La inteligencia depende de ella, al igual que la creatividad, y solo potenciándola podemos avanzar hacia una sociedad más sana y más sabia.

El escritor Gabriel García Márquez afirmó en una ocasión: “La vida no es lo que uno vivió, es lo que uno vivió y cómo lo recuerda para contarlo”.

Efectivamente, lo que vives y lo que recuerdas está impregnado de imaginación. Fuente de placeres y temores, de descubrimientos y creaciones, la imaginación no es una facultad menor, sino esencial en nuestra vida interior.
¿Qué es la imaginación?

Numerosos filósofos han visto en la imaginación una dimensión clave de la actividad mental; en cambio, la psicología desdeñó durante mucho tiempo el papel de la imaginación, considerándola como una facultad marginal, que nada tendría que ver con otras más elevadas, como la percepción o el conocimiento.

Sin embargo, la ciencia contemporánea está descubriendo que la imaginación es una función cognitiva fundamental, que desempeña un papel clave en todas las formas de vida mental, desde la percepción a los recuerdos, sueños y pensamientos.

Gracias a la imaginación podemos pensar más allá de los confines de nuestra situación inmediata, generando vívidos contenidos mentales con los que podemos revaluar el pasado o evocar un posible futuro.

La mayoría de las ideas, por más abstractas que parezcan, nacen como imágenes. De hecho, etimológicamente, la palabra griega idea significa “visión”. En este sentido, idear es imaginar. Pero la imaginación no solo surge de las imágenes. También puede ser desencadenada por una descripción verbal, al leer una novela o un poema, por ejemplo.

En cualquier caso, sin imaginación no habría lenguaje. Aprendemos a leer gracias a la imaginación, que convierte marcas de tinta sobre un papel en evocaciones de cosas ausentes. El poder transformador de la imaginación es tan grande que la simple lectura de un texto escrito puede llegar a conmovernos profundamente.



La Superficialidad De Algunos


Básicamente ser superficial es depender de algo o de alguien. Depender psicológicamente de ciertos valores, de ciertas experiencias, de ciertos recuerdos contribuye ciertamente a la superficialidad. 

Cuando dependo de ir a la iglesia todas las mañanas, o todas las semanas, para levantarme el ánimo o recibir ayuda, si tengo que cumplir ciertos ritos para mantener mi sensación de integridad o para recordar algún sentimiento que pude haber tenido alguna vez me vuelve superficial ¿no me hace superficial? ¿No me vuelve superficial el que yo me entregue a un país, a un proyecto, o a determinada agrupación política? Lo cierto es que todo el proceso de dependencia es una evasión de sí mismo; esta identificación con lo más grande es la negación de lo que yo soy. Pero, no debo negar lo que yo soy, que es la realidad, debo comprender lo que soy y no tratar de identificarme con el universo, con Dios, con determinado partido político o con lo que fuere. 

Todo esto conduce al pensamiento superficial, y de este pensamiento superficial surge una actividad que es permanentemente dañina, sea a escala mundial o a escala individual.

Justificamos esta actitud diciendo "por lo menos luchamos por algo mejor" y, cuanto más luchamos más superficiales somos. Esto es lo primero que tenemos que ver, y esta es una de las cosas más difíciles: ver lo que somos, reconocer que somos necios, frívolos, celosos, de miras estrechas. Si yo veo lo que soy, si lo reconozco, entonces por ahí puedo empezar. Sin ninguna duda es la mente superficial la que huye de lo que es, y no escapar requiere una ardua investigación, no ceder a la inercia. 

En el momento en que sé que soy superficial, ya hay un proceso de profundización, siempre que no haga nada con esa superficialidad. Si la mente dice: "soy mezquino; voy a examinarlo, voy a comprender la totalidad de esa mezquindad, de esa influencia limitativa", entonces existe una posibilidad de transformación. Pero la mente mezquina, que reconoce que lo es y trata de no serlo ya sea leyendo, reuniéndose con la gente, viajando, estando incesantemente activa como un mono, seguirá siendo una mente mezquina.

La mente superficial jamás podrá conocer grandes profundidades. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, puede repetir palabras. Pero si sabemos que somos superficiales, poco profundos, y observamos todas las actividades de la superficialidad sin juzgar, sin condenar, pronto veremos que lo superficial desaparece sin ninguna acción por nuestra parte. Pero eso requiere atención y paciencia, no el ansioso deseo de resultados, de éxito. Sólo la mente superficial desea conseguir resultados.

Cuanto más claro percibamos todo este proceso, tanto mejor descubriremos las actividades de la mente; pero debemos observarla sin tratar de darles una finalidad, porque en cuanto persigamos un fin, nos veremos de nuevo atrapados en la dualidad del "yo" y del "no yo", con lo cual continuará el problema".



Superar Cualidades


Cuando tengamos claro que es lo que tenemos que mejorar de nosotros mismos, porque no nos acerca a donde queremos, debemos de recurrir a información y referentes que nos puedan guiar en nuestro camino hacia nuestra mejora.

Esos referentes pueden ser un coach, un amigo que haya superado lo que quieres superar, o maestro, pero lo cierto es que muchos andamos perdidos, si no recurrimos a alguien que nos muestre el camino.

Son muchas las personas que quieren que su vida mejore, pero aunque tienen ese gran deseo, no son conscientes de que para mejorar lo que les rodea, tienen que mejorar varios aspectos de ellos mismos.

Lo cierto es que muchos no somos conscientes de que podemos mejorar y afilar muchas de nuestras cualidades, y que si lo hacemos, la calidad de la vida que nos rodea, mejorara.

Nunca nos deberíamos conformar con la peor versión de nosotros mismos, nosotros tenemos la capacidad de dar brillo a todas esas herramientas internas, que pueden beneficiar nuestra vida.

Cómo podemos comenzar a mejorar nuestras cualidades internas
Para que comencemos a mejorar, nos tenemos que proponer superarnos como personas o atravesar esos límites que nos impiden conseguir lo que queremos, esos límites que muchas veces nos imponemos nosotros mismos.

Tenemos que analizar todas esas cosas que nos gustaría hacer o lograr, pero a las que no hemos podido llegar, porque no teníamos las cualidades o herramientas lo suficientemente afiliadas para llegar a ellas.

Cuando tenemos claro que es lo que queremos mejorar de nosotros mismos y cómo lo podemos hacer, tenemos que ser constantes y perseverantes, superándonos día a día.

Lo cierto es que superarnos día a día como personas en varios aspectos de nuestra vida, en el trabajo, en nuestra relación, familia, etc., es un ejercicio diario, que debiéramos practicar, solo por la gran satisfacción que nos va a dar.

Cuando nos superamos a nosotros mismos, el solo hecho de habernos superado, nos llena de energía positiva, nos motiva y estimula, y nos hace querer mejorar continuamente
.
No debemos de olvidar que en la vida es más importante y aporta más crecimiento y satisfacción, el camino que el logro conseguido, por eso debemos de enfocarnos en nuestro propia evolución y superación, si nos queremos sentir llenos.


El Ser Social


"El hombre es un ser social por naturaleza" es una frase del filósofo Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) para constatar que nacemos con la característica social y la vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida, ya que necesitamos de los otros para sobrevivir.

Para Aristóteles se "es" en tanto se "co-es", lo que significa que, a pesar de que cada hombre posee una dimensión individual que desarrolla nuestra personalidad o nuestro "ser", esta dimensión está inserta en la dimensión social del hombre para la convivencia en comunidad desde que nacemos, para el desarrollo de nuestra coexistencia.

La dimensión individual del hombre son las cualidades que el hombre posee, reconoce, explora y usa para convivir en comunidad pacíficamente y beneficiarse los unos a los otros. La dimensión individual, donde radica el ser, debe aprender a concordar con la dimensión social para convivir en sociedad. Este aprendizaje se llama proceso de sociabilización.

El proceso de sociabilización es el conjunto de aprendizajes que el hombre necesita para relacionarse con autonomía, autorrealización y autorregulación dentro de una sociedad como, por ejemplo, la incorporación de normas de conductas, el lenguaje, la cultura, etc. En suma, aprehendemos elementos para mejorar la capacidad de comunicación y la capacidad de relacionarnos en comunidad.

Dice Aristóteles: "El ser humano es un ser social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar o es mal humano o más que humano (…). La sociedad es por naturaleza anterior al individuo (…) el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios".

En función de satisfacer las exigencias físicas y espirituales, el hombre necesita vivir en sociedad ya que el hombre racional e individual no es autosuficiente y requiere de la ayuda y protección de los demás de su especie, formando lo que llamamos comunidades.



miércoles, 13 de junio de 2018

Congelar El Tiempo


Aprovechar el tiempo. Perder el tiempo. Gastarlo. Invertirlo bien. ¿Qué hacer con él? “El tiempo es oro”, dijo alguna vez Benjamin Franklin (1706-1790), político, científico y uno de los padres fundadores de Estados Unidos, e instó a no desperdiciar ni un gramo de ese oro. “Es la materia de la cual está hecha la vida”, señalaba.

Menos materialista, San Agustín, confesaba: “Sé muy bien lo que es el tiempo si no me lo preguntan, pero si me preguntan ya no lo sé”. Desde que los seres humanos percibimos su existencia y se nos dio por medirlo, envasándolo en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas y centurias, se multiplicaron los intentos por atrapar al tiempo en una definición y siempre se ha escurrido.

Ajenas a las dudas de los filósofos o los científicos e inmersas en la era de la ansiedad, la mayoría de las personas corre detrás de minutos, horas y días inatrapables, se lamenta por años que pasan, hace proyectos (sobre todo en estos días) para llenar todos los casilleros durante los próximos doce meses sin que quede un instante libre o “perdido”, o “sin aprovechar”. Ganados por el productivismo nos convencemos de que cada momento del que no salga algo tangible, mensurable, cotizable (llámese un negocio, una relación, un proyecto, una adquisición, una idea, un aprendizaje o lo que fuere) habrá sido miserablemente desperdiciado. Ese empeño lleva a conceptos contradictorios, como el de “ocio productivo”. Si es ocio no es productivo, y si es productivo no es ocio. Aristóteles fue claro respecto de esto, al hablar de trabajo, descanso y ocio. 

Mientras el trabajo y el descanso se relacionan entre sí (durante el primero se produce lo necesario para vivir y durante el segundo se recuperan energías para seguir produciendo), el ocio es algo diferente: es el no hacer, la libertad de flotar en el tiempo sin ir en ninguna dirección. Es fácil entender por qué, etimológicamente, las palabras ocio y negocio se oponen. La partícula “neg” de la segunda niega por completo a la primera. Así, quien no “pierde” tiempo hace negocio (niega el ocio).

Cuando nos medimos y valoramos por lo que producimos, el verdadero ocio adquiere connotación negativa. Se lo considera “pérdida” de tiempo. De ese modo nos encontramos justificando nuestro tiempo de ocio con frases del tipo “Aproveché para hacer un montón de cosas atrasadas”, “Adelanté trabajo”, “Me puse al día con…”. Como si el hacer nada fuera un delito del que no queremos ser acusados. Como si fuera robarle a otro lo que a éste le falta. Y, también y sobre todo, como si llenar “productivamente” todos y cada uno de los segundos de nuestra vida pudiera servir para detener el tiempo, impedir su transcurso.

Respecto de esto, viene al caso una reflexión del psiquiatra y psicoterapeuta austriaco Viktor Frankl, autor de “El hombre en busca de sentido” y “La presencia ignorada de Dios” entre otras valiosas obras: “La muerte como final de tiempo que se vive sólo puede causar pavor a quien no sabe completar el tiempo que le es dado a vivir”. Todo el trabajo de Frankl se centró en resaltar el hecho de que cada vida tiene un sentido y que ese sentido debe ser encontrado por quien la vive. Podrá hacerlo mediante el modo en que actúa sus valores, o cómo construye sus vínculos, o cómo aborda sus tareas, e incluso en su actitud ante el sufrimiento y ante el imponderable, aquello que no depende de él. 

Esa búsqueda necesita de una “voluntad de sentido”, como la llamaba Frankl, y el sentido de la existencia no aparece de una vez y para siempre, sino en momentos. Momentos de sentido que bien pueden pasar inadvertidos o simplemente no ser captados, como ocurre cuando se está empeñado en no “perder” el tiempo o en “ganarlo”. Es decir, en congelar la vida sin explorarla en su verdadera dimensión.

La cuestión, en fin, no es cuánto tiempo se gana, se pierde, se aprovecha, se desperdicia o se ahorra. ¿Dónde se guardaría el tiempo “ahorrado”? ¿Cómo se sabe que el tiempo “perdido” no se “ganó” de otra manera? ¿”Aprovechar” el tiempo no es, a menudo, desaprovechar oportunidades de estrechar vínculos, vivir experiencias espiritualmente transformadoras, contemplar el mundo que nos rodea y descubrir en él aspectos insospechados y gratificantes? 

Al no poder definir el tiempo San Agustín se preguntaba si este no sería una extensión del alma, que es también indefinible e intangible. Si fuera así, no estaría de más recordar que el alma no usa reloj.




El Aprender De Cada Día


Se aprende algo nuevo cada día. Es importante que este aprendizaje sea de forma consciente, es decir, que sepas perfectamente qué cosa has aprendido cada día y por qué.

Hace poco estuve revisando un interesantísimo estudio de la Universidad de California basado en técnicas de neuroimagen que demostraba que cuanto mayor es el nivel de curiosidad que nos despierta algo, más predispuesto está nuestro cerebro a aprender.

No me canso de repetirlo: si algo somos los seres humanos es curiosos. Mucho. Demasiado. La curiosidad nos mueve, para bien o para mal. Si es para bien seguro que el aprendizaje será un gran compañero de viaje.

El aprendizaje es como el mejor de los regalos para nuestro cerebro. El descubrimiento de una novedad siempre nos genera cierto placer, de alguna forma obtenemos la apertura de un registro de recompensa que nos genera todavía más motivación para seguir buscando motivos emocionales.

Todo aquello capaz de sorprendernos gratamente es capaz de activar una zona muy concreta de nuestro cerebro, el núcleo accumbens, un área considerada como en núcleo principal del placer, y más si esto sucede de forma imprevista.

A partir de esta introducción, la propuesta es que te propongas este reto diario, buscando esos motivos capaces de provocarnos la emoción placentera de descubrir, conocer, aprender y poner la semilla de la siguiente experiencia.

Dicen que el saber no ocupa lugar, quizás porque el saber es tan placentero que consideramos que es ligero, etéreo y gratificante. Sócrates, un gran conocedor, lo dejó muy claro hace muchísimos años: sólo sé que no sé nada.

¿Cuál va a ser tu reto de hoy para aprender? Porque el reto empieza hoy, ya sabes: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Mañana, además, también deberás hacerlo. Un autocompromiso en el que espero que me acompañes cada día.


La Fuerza De Las Convicciones


Las convicciones no surgen ni se construyen solas; son principios y valores que determinan conductas y decisiones como resultado de un proceso de formación; el cual inicia, por lo regular, en el seno del hogar o de la familia, y va cobrando forma con el tiempo a partir de las ideas y enseñanzas que recibimos de las experiencias en nuestra relación con otras personas, en la escuela, en la comunidad, en centros de trabajo o en la experiencia diaria.

Las convicciones nos empujan, definen e incitan a actuar en lo cotidiano. Si formulamos que todos los seres humanos tienen convicciones que los distinguen, debemos notar la consistencia que cada quien tiene para con ellas, porque aun cuando las poseemos, no siempre somos conscientes acerca de éstas, de manera que podamos ordenarlas y examinarlas a fin de que continúen rigiendo nuestras elecciones y comportamientos.

De ahí que algunas personas lleguen a establecer una escala conceptual de principios y valores que derivan en causas e ideologías; dicho sea de paso, estas últimas se relacionan con tener razones para proceder y banderas que defender.

En la medida en que las convicciones constituyen un ejercicio de certeza y persuasión respecto a ideas a las que estamos firmemente adheridos, entonces nos conducen a adquirir compromisos y asumir responsabilidades; y valga decir, estos dos componentes son los motores para cumplir metas y obtener resultados en consecuencia.

Nuestras convicciones anuncian a otros lo que nos motiva y las pautas bajo las cuales nos disponemos a alcanzar objetivos. Para afirmarse como tal, la convicción necesita ser probada y esto ocurre cuando se enfrenta a sucesos o circunstancias que la amenazan o desafían.

No es casual que una de las acepciones de la palabra convicción sea "prueba". Desde esta perspectiva, nuestra convicción puede o no pasar el examen de su solidez. Si lo hace, afirma que nuestras acciones están en línea con lo que hemos creído; si no, evidencia que la convicción no era tal o que se reducía a un plano estrictamente dogmático.


Lo importante es que en lo relativo a cuestiones en el plano individual y de bienestar colectivo, nuestras convicciones deben ser firmes e inalterables, ya que mantenerlas así, es fundamental para fortalecer la identidad y permitirnos tomar decisiones que den congruencia al pensar, decir y actuar. 

Lo Mejor De La Vida


Para afrontar el futuro con optimismo hay que aprender a pensar de una manera positiva, olvidarse de hechos pasados que no ayudan y alejarse de personas que solo aportan negatividad.

Hoy elijo ser feliz, he decidido enfocar mi horizonte en todo aquello que es importante. Hoy decido no amargarme por nada ni por nadie y permitir que lo me queda de existencia sea lo mejor de mi vida.

Queda claro que todos nosotros deseamos aplicar estas mismas palabras en nuestro futuro próximo, pero el problema esencial es que no siempre sabemos priorizar qué es lo importante, ni gestionamos de modo adecuado muchas de esas emociones que nos impiden ser felices.

Según el psicólogo Paul Watzlawick en su libro “El arte de amargarse la vida”, las personas tenemos una habilidad especial para complicarnos la vida de una forma casi asombrosa.

Sabemos que no es fácil admitirlo, que nos cuesta mucho llegar a aceptar que de hechos sencillos acabamos generando auténticos laberintos que nos traen la infelicidad. Por ello, bastaría solo con tener en cuenta estas recomendaciones en las que pensar y que introducir en nuestra cotidianidad.

¿Lo has pensado alguna vez? Tus pensamientos determinan tus emociones y, en consecuencia, la forma en que orientas tus acciones y comportamientos.

En ocasiones, muchos de nosotros nos quejamos de determinadas personas: “mi compañero de trabajo me pone de los nervios”, “está claro que ya no voy a tener más oportunidades en esta vida”…

Este tipo de razonamientos lo que consiguen, en realidad, es generarnos emociones negativas. Si me pone de los nervios, alimento esa sensación incómoda, y si pienso “que mi tren” ya ha pasado, entonces veré el día a día como un túnel sin salida.

Cambia el pensamiento y tus emociones te ayudarán a ver el mundo de otra forma: “hoy decido que mi compañero de trabajo ya no va amargarme la vida, no voy a hacerle caso, desactivo todo lo negativo que me produce”.


Hoy decido que mi futuro va a traerme nuevas oportunidades porque merezco ser feliz, porque tengo muchas cosas que descubrir aún.

Las Oportunidades


Cierta frase famosa dice: “Las oportunidades, favorecen a aquellas mentes que se encuentran preparadas.”

En vez de confiar en la suerte, yo más bien confiaría en el hecho de que se debe ser la persona correcta, en el momento justo. Y ser la persona correcta dependerá de nuestra preparación, así como crear y atraer todos aquellos momentos justos en donde la oportunidad toque a nuestra puerta.

Idealmente, si quieres potenciar tu “factor de suerte” o –en otras palabras– si quieres tener gozar de más suerte en la vida, lo que deberías hacer es, por un lado: Prepararte para las oportunidades que puedan presentársete, y por otro, ubicarte en cierta posición que facilite el hecho de atraer más oportunidades.

Con atraer oportunidades, también nos referimos al hecho de poder detectarlas, existen personas que simplemente tienen las oportunidades frente a sus ojos, pero no logran detectarlas, o lo hacen cuando ya es demasiado tarde.

Ambas cosas son importantes, debido a que nos permiten aprovechar todo aquello que se presente en nuestras vidas, sin embargo, aprender a prepararse para las oportunidades, en principio es más vital, debido a que simplemente pueden llegar a tu vida miles de oportunidades, pero si no sabes aprovecharlas, difícilmente lograrás algo bueno con ellas.


Educación Cívica


La educación cívica se centra en el estudio y comprensión de lo que se considera socialmente aceptado; todas esas pautas que contribuyen a la convivencia social y que tienen que ver con el respeto de los diferentes derechos humanos así como también con el cumplimiento de las obligaciones sociales que cada ciudadano tiene.

Es un tipo de educación que permite un conocimiento de la manera de entender y asumir el papel de cada persona en su calidad de ciudadano de un país, al asumir responsabilidades y derechos sociales y políticos. La educación cívica también fomenta el respeto por los valores nacionales y fortalece el conocimiento de los iconos de una nación.

La educación cívica incluye también, la preparación de las personas en conceptos teóricos de política y derecho. Esto se entiende porque está planteada para ser utilizada en gobiernos democráticos en donde las personas necesariamente deben participar y aportar. Es por ello que es mejor contar con ciudadanos conocedores de conceptos políticos y legales para que en sí mismos sean soluciones ante problemas que surgen en un país y puedan estar listos para cumplir con sus derechos de sufragio y lo hagan con decisiones fundamentadas.

La educación cívica, prepara a las personas para ser ciudadanos responsables, capaces y autosuficientes, preparados para tener una participación activa en un gobierno democrático. Por toda esta importancia, se está buscando con fuerza que en el sistema de educación se incluya la educación cívica.

La gran tarea de la educación cívica es buscar que los alumnos y personas en general comprendan y asuman los valores que la humanidad ha creado y consagrado como producto de su historia: respeto y aprecio por la dignidad humana, libertad, justicia, igualdad, solidaridad, tolerancia y honestidad.



Temperamento Y Carácter


Personalidad, temperamento y carácter son 3 conceptos que en psicología se usan para expresar maneras de pensar y de sentir, por lo que están muy relacionados. Pero esta gran afinidad hace que sus significados se confundan demasiado a menudo.

Para tratar de usar los términos de personalidad, temperamento y carácter con criterio, vamos a tratar de delimitar y dimensionar estos tres términos de manera sencilla. Para ello, antes de comenzar a ver sus diferencias, hay que tener claro que temperamento y carácter son dimensiones de la personalidad. Es decir, ambos son los componentes esenciales de esta última.

Personalidad, temperamento y carácter son conceptos utilizados en psicología para expresar diferentes maneras de pensar y sentir.

Cuando hablamos de temperamento, nos estamos refiriendo a aquella parte innata de nuestra personalidad determinada por nuestra herencia genética. De ahí que sea considerada como la dimensión biológica e instintiva de la personalidad. De hecho, es el factor de la personalidad que antes se manifiesta.

En los bebés ya es posible distinguir diferentes tipos de temperamento. Así, dependiendo de su tendencia a sentir y manifestar emociones positivas o negativas y a un buen o mal humor se les puede considerar niños “más fáciles” o “difíciles” en términos conductuales.

Al ser de origen genético y fruto de la constitución heredada, el temperamento es difícilmente modificable, manipulable o cambiado por las consecuencias. Siempre, de alguna manera, existirá esa tendencia; aunque no es menos cierto que podemos hacernos con recursos para potenciar o inhibir su manifestación. Si nosotros fuéramos un iceberg, siempre formaría parte de la porción sumergida, pudiendo ejercer cierto control para modificar cómo se manifiesta en la porción descubierta.

Carácter: el reflejo de nuestras experiencias
Es el componente de la personalidad que engloba al temperamento (constitución heredada) y al conjunto de hábitos educativos y relacionales que han sido aprendidos por la persona. Es decir, es un aspecto tanto innato como adquirido.
El carácter es la parte de nosotros que viene determinada por el ambiente.

Además, es consecuencia de las experiencias e interacciones sociales que vamos teniendo en nuestra vida y de las que obtenemos cierto aprendizaje. Así, todos estos hábitos influyen en nuestro temperamento y predisposiciones biológicas. Y las van modulando, variando, afinando y conformando nuestra personalidad. Por tanto, el origen del carácter es cultural.

Es menos estable que el temperamento. El carácter, al no ser heredado, no se manifiesta totalmente en las fases iniciales del desarrollo evolutivo. Sino que va pasando por distintas etapas, hasta que alcanza su máxima expresión en la adolescencia. Por tanto, es modificable y susceptible de ser cambiado; por ejemplo, mediante la educación social. Hoy en día, este término suele confundirse de manera frecuente con el de personalidad, de forma que con frecuencia suelen usarse indistintamente.

La personalidad es el resultado de sumar carácter (temperamento y hábitos aprendidos) y conducta. Es decir, engloba a ambos aspectos. Es quizá esta cohesión la que permite dilucidar de forma más clara las diferencias entre personalidad, temperamento y carácter.

De ahí que no se pueda considerar solamente fruto de la herencia genética, sino también consecuencia de las influencias ambientales a las que está sometido el sujeto. La personalidad es un distintivo individual y, por tanto, es característica de la persona. Además, según numerosos estudios, permanece estable a lo largo del tiempo y en las situaciones. 

“El carácter es, simplemente, la personalidad evaluada desde el punto de vista ético”.

-Gordon Allport-


Inquietudes


Hay un refrán popular que dice así: “Vísteme despacio, que tengo prisa”. Seguro que lo conoces y, además, es muy probable que lo hayas sufrido personalmente, comprobando su veracidad. ¿Cuántas veces hemos querido acabar rápidamente algo, para llegar a tiempo a una cita importante, y hemos acabado perdiendo más tiempo, al tirarnos encima el café, por ejemplo, o borrando el archivo que teníamos que enviar?

Ya sabemos por experiencia que las prisas no son buenas, la vida se encarga muy a menudo de recordárnoslo. Lo mismo ocurre con la inquietud mental, cuando queremos estar en demasiadas cosas a la vez, o somos incapaces de permanecer el tiempo suficiente en la tarea que estamos haciendo, acabando agotados y consiguiendo resultados mediocres.

La incapacidad de prestar atención, de estar plenamente en lo que estamos haciendo, nos cobra su precio, en ocasiones bastante elevado. Muchas veces, por no tomarnos el tiempo necesario para observar dónde estamos y adónde queremos llegar, acabamos empleando gran cantidad de recursos, y agotándonos en el proceso, cuando se podría haber conseguido un mejor resultado con mucho menos esfuerzo.

Esto me recuerda algo que les ocurrió a unas amigas que iban de viaje con su caravana. Tenían que llenar el depósito de agua potable después de pasar unos días disfrutando de un precioso entorno pero, por las características del lugar, no podían acercar la caravana hasta la toma de agua. Dispuestas a superar cualquier obstáculo, emprendieron una peregrinación cargando cubos de agua desde la fuente hasta la caravana, unos 300m, que recorrieron una y otra vez hasta llenar el depósito. Ni que decir tiene, que fue un trabajo pesado, que agotó sus fuerzas y les llevó bastante tiempo. Cuál sería su sorpresa, al descubrir al día siguiente ¡que había una toma de agua a 50m en la otra dirección!

Este es un pequeño ejemplo, de la vida real, que nos ilustra lo costoso e ineficaz que puede ser no tomar el tiempo suficiente para observar, y ver dónde estamos realmente, antes de seguir con nuestra frenética actividad.


martes, 12 de junio de 2018

LOS PORTADORES DE SUEÑOS

LOS PORTADORES DE SUEÑOS 

En todas las profecías 
está escrita la destrucción del mundo. 
Todas las profecías cuentan  
que el hombre creará su propia destrucción. 

Pero los siglos y la vida 
que siempre se renueva 
engendraron también una generación 
de amadores y soñadores; 
hombres y mujeres que no soñaron 
con la destrucción del mundo, 
sino con la construcción del mundo 
de las mariposas y los ruiseñores. 

Desde pequeños venían marcados por el amor. 
detrás de su apariencia cotidiana 
guardaban la ternura y el sol de medianoche. 
Las madres los encontraban llorando 
por un pájaro muerto 
y más tarde también los encontraron a muchos 
muertos como pájaros. 
Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas 
y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos 
por un invierno de caricias. 
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores sueños, 
atacados ferozmente por los portadores de profecías 
habladoras de catástrofes. 
Los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías 
dijeron que sus palabras eran viejas 
y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso 
es antigua al corazón del hombre. 
Los acumuladores de riquezas les temían 
lanzaban sus ejércitos contra ellos, 
pero los portadores de sueños todas las noches 
hacían el amor 
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas 
que no sólo portaban sueños sino que los 
multiplicaban y los hacían correr y hablar. 
De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida 
como también había engendrado 
a los que inventaron la manera 
de apagar el sol. 

Los portadores de sueños sobrevivieron a los 
climas gélidos pero en los climas cálidos casi parecían brotar por 
generación espontánea. 
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias 
torrenciales tuvieron algo que ver con esto, 
la verdad es que como laboriosas hormiguitas 
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir 
hermosos mundos, 
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se 
llamaban compañeros, 
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban 
en las muertes, 
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se 
ayudaban en el 
arte de querer y en la defensa de la felicidad. 

Eran felices en su mundo de azúcar y de viento, 
de todas partes venían a impregnarse de su aliento, 
de sus claras miradas, 
hacia todas partes salían los que habían conocido 
portando sueños soñando con profecías nuevas 
que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores 
y de que el mundo no tendría que terminar en la 
hecatombe. 
Por el contrario, los científicos diseñarían 
puentes, jardines, juguetes sorprendentes 
 para hacer más gozosa la felicidad del hombre. 


Son peligrosos - imprimían las grandes rotativas 
Son peligrosos - decían los presidentes en sus discursos 
Son peligrosos - murmuraban los artífices de la guerra. 
Hay que destruirlos - imprimían las grandes rotativas 
Hay que destruirlos - decían los presidentes en sus discursos 
Hay que destruirlos - murmuraban los artífices de la guerra. 

Los portadores de sueños conocían su poder 
por eso no se extrañaban 
también sabían que la vida los había engendrado 
para protegerse de la muerte que anuncian las 
profecías y por eso defendían su vida aun con la muerte. 
Por eso cultivaban jardines de sueños 
y los exportaban con grandes lazos de colores. 
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches y días enteros 
vigilando los pasajes y los caminos 
buscando estos peligrosos cargamentos 
que nunca lograban atrapar 
porque el que no tiene ojos para soñar 
no ve los sueños ni de día, ni de noche. 

Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de 
sueños que no pueden detener los traficantes de la muerte; 
por doquier hay paquetes con grandes lazos 
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver 
la semilla de estos sueños no se puede detectar 
porque va envuelta en rojos corazones 
en amplios vestidos de maternidad 
donde piececitos soñadores alborotan los vientres 
que los albergan. 

Dicen que la tierra después de parirlos 
desencadenó un cielo de arcoíris 
 y sopló de fecundidad las raíces de los árboles. 
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto 
sabemos que la vida los engendró 
para protegerse de la muerte que anuncian las 
profecías. 

GIOCONDA BELLI

El Pensamiento Virtual


El pensamiento es virtual; energía sustancial, tiene la facultad de cruzar el muro de la eternidad y los ladrillos fundamentales de la cosmología o sí usted prefiere, el exterior extremo y el interior central. 

Desde que el hombre empezó a describir su pensamiento a través del lenguaje escrito se empezó a extender su memoria y por efecto su pensamiento. Hoy no cabe duda de acuerdo a los estudios del cerebro que el pensamiento no tiene un área específica ni tiempo ni espacio ni volumen, porque su información y desplazamiento es a través de todo el universo. 

El pensamiento concibe, construye y rechaza, disgrega por efecto de la conciencia. Existe un pensamiento virtual y un pensamiento escrito y los dos recogen y entregan información, en resumen el pensamiento es información, es decir, es universo y el universo es un gran pensamiento positivo y un gran pensamiento negativo, dos cosas de una misma cosa.

El pensamiento, es la dinámica del universo, excitación auténtica del: impulso, atracción, rechazo y equivalencia de la realidad.

Es la capacidad y carácter que tiene lo absoluto para almacenar las ideas, representarlas y relacionarlas unas con otras en la acción del pensamiento y la inclinación divergente de la función de la conciencia universal. La idea mueve el pensamiento, la acción lo clasifica y la función lo integra a la realidad. La idea dinamiza el pensamiento y por efecto al universo.

Sí tengo entendimiento puedo reflejar el pensamiento.
Sí tengo intuición puedo reflejar las tendencias.
Sí tengo conocimiento puedo reflejar el razonamiento.
El pensamiento es eterno, es el que refleja un universo divergente, la conciencia inicial, es la que enjuicia el universo integrándole otra posibilidad a la eternidad.
El inicio lo fundamenta la física clásica y cuántica. La eternidad se fundamenta en la “física sustancial”.
• El espacio es un reflejo de la eternidad.
• El tiempo es un reflejo de lo absoluto, el que siempre está presente.
La eternidad es central, el inicio extremo.
La eternidad está personificada en el inicio.
Lo absoluto le dice que hacer a la eternidad.
La eternidad le dice al inicio cómo comportarse.
El inicio a la naturaleza.
La naturaleza a la vida.
La vida en la existencia.
La existencia en la eternidad.
La eternidad en lo absoluto.
Lo absoluto siempre ha estado. 
Lo absoluto, la eternidad, la vida, la naturaleza, el inicio es pensamiento. 
El pensamiento es conciencia. 
Como la conciencia es pensamiento.
El pensamiento precisa la idea; construye la imagen de la realidad. La conciencia la califica; definiendo el escenario. 
La realidad son imágenes del pensamiento y la conciencia las especifica. 
Si cambiamos las imágenes del pensamiento, cambiamos la realidad, sí se cambia la realidad cambian las imágenes.

La realidad es la verdad (ley) y la traición (antiley) del entendimiento. De acuerdo al fundamento de la física; sí hay uno hay que buscar el otro.

Cuando la luz reflejó la oscuridad el pensamiento se oscureció y el entendimiento se hizo disidente. Lo incondicional le entrega el triunfo a la condición
.
Para ver la eternidad, mantengamos el presente en un solo pensamiento. 
Para ver el inicio sustentemos una conciencia divergente. 
Para ver nuestro mundo sostengámoslo en el espacio-tiempo. 
Para ver la naturaleza no cortemos el pensamiento de la flor. La flor está en la mesa, como una virtud agoniza el perfume de sus rubores. 
Para tener conocimiento de la naturaleza integremos y no disgreguemos. 
Para vernos a nosotros mismos, viajar con el pensamiento al interior de nuestra conciencia; diferenciaremos la luz y oscuridad de cómo percibimos y nos distingue el universo.