Para afrontar el futuro con optimismo hay que aprender a pensar de una manera positiva, olvidarse de hechos pasados que no ayudan y alejarse de personas que solo aportan negatividad.
Hoy elijo ser feliz, he decidido enfocar mi horizonte en
todo aquello que es importante. Hoy decido no amargarme por nada ni por
nadie y permitir que lo me queda de existencia sea lo mejor de mi vida.
Queda claro que todos nosotros deseamos aplicar estas mismas
palabras en nuestro futuro próximo, pero el problema esencial es que no
siempre sabemos priorizar qué es lo importante, ni gestionamos de modo adecuado
muchas de esas emociones que nos impiden ser felices.
Según el psicólogo Paul
Watzlawick en su libro “El arte de amargarse la vida”, las
personas tenemos una habilidad especial para complicarnos la vida de una
forma casi asombrosa.
Sabemos que no es fácil admitirlo, que nos cuesta mucho
llegar a aceptar que de hechos sencillos acabamos generando auténticos
laberintos que nos traen la infelicidad. Por ello, bastaría solo con tener en
cuenta estas recomendaciones en las que pensar y que introducir en nuestra
cotidianidad.
¿Lo has pensado alguna vez? Tus pensamientos determinan
tus emociones y, en consecuencia, la forma en que orientas tus acciones y
comportamientos.
En ocasiones, muchos de nosotros nos quejamos de
determinadas personas: “mi compañero de trabajo me pone de los nervios”,
“está claro que ya no voy a tener más oportunidades en esta vida”…
Este tipo de razonamientos lo que consiguen, en realidad, es
generarnos emociones negativas. Si me pone de los nervios, alimento esa
sensación incómoda, y si pienso “que mi tren” ya ha pasado, entonces veré el
día a día como un túnel sin salida.
Cambia el pensamiento y tus emociones te ayudarán a ver el
mundo de otra forma: “hoy decido que mi compañero de trabajo ya no va amargarme
la vida, no voy a hacerle caso, desactivo todo lo negativo que me produce”.
Hoy decido que mi futuro va a traerme nuevas oportunidades
porque merezco ser feliz, porque tengo muchas cosas que descubrir aún.
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