Cuando sufres un revés
imprevisto, grande o pequeño, pasas por un período inicial de negación y de
buscar una explicación racional. Intentas justificar lo ocurrido como si eso
pudiera cambiarlo, pero al final no te queda más remedio que procesar el hecho
de que ha sucedido. Luego viene la parte, realmente difícil, en que lo aceptas.
Sientes que nada volverá a ser como antes, así que te preparas para actuar conforme
a tu nueva situación. Aceptarlo no quiere decir que has olvidado lo que era
antes, sino que te preparas a vivir en el ahora en lugar de quedarte deseando
que las cosas hubieran sido diferentes. Afrontar la realidad en vez de
evadirte, ser actor en lugar de víctima.
Mientras que en el paso anterior aceptábamos
emocionalmente el cambio, en este paso se trata de aceptarlo mentalmente.
Es como hacer un reset, como aplicar lo de “mañana será
un nuevo día” a la propia vida. Para aceptar la nueva realidad, tienes que
aceptar que la vieja realidad se ha ido, tienes que dejar de pensar en cómo
eran las cosas antes para pensar en cómo son las cosas ahora, y poder actuar en
consecuencia.
Ahora se trata de cambiar el marco mental, explorar
los límites y condicionantes de tu nueva situación, y ver cómo puedes extraer
lo máximo de ella.
Igual que un partido no se acaba hasta que el
árbitro pita el final, la vida no se acaba hasta que se ha acabado, así que
siempre tienes la oportunidad de hacer algo mientras sigas vivo.
Una vez pases por este proceso, veras que las cosas
no suelen ser tan malas como te lo parecieron en un principio. Por extraño y
duro que parezca, casi todo tiene un aspecto positivo, si lo buscas.
La
dificultad viene si comparas tu situación previa con la actual, por eso tienes
que aceptar lo que ha pasado, hacer un reset en tu vida y cambiar tu
perspectiva de acuerdo a tu situación actual.
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