Sobre el eterno debate de la diversidad étnica, regresó
recientemente un estudio publicado en Journal of Personality and Social
Psychology por un equipo de Singapore Management
University liderado por Jared Nai,
profesor asistente de Comportamiento organizacional y Recursos Humanos.
¿Los resultados? Por igual reconfortantes y polémicos: los
vecindarios racialmente diversos son más propensos a una conducta prosocial y
de solidaridad
.
Pero si uno es de los que dudan de tesis optimistas, habría
que asegurarse de que este estudio cumplió con el mayor rigor científico.
Para llegar a estas conclusiones la investigación se
concibió en diferentes etapas. Partiendo de la teoría sicológica del contacto
—que sugiere que el intercambio con personas de otro grupo étnico crea una
percepción más humanizada de estos— el equipo de investigadores de conducta
rastreó un corpus de 60 millones de tweets e identificó con
cuánta frecuencia eran usadas palabras asociadas al deseo de ayudar a
personas extrañas.
Al analizar las palabras usadas por los usuarios de 200
zonas urbanas, se observó que los tweets de las áreas
racialmente más diversas se distinguían por un uso del lenguaje más pro social,
según los vocablos registrados en el diccionario de James
Pennebaker como palabras de solidaridad.
En una segunda etapa de la investigación, el equipo intentó
aumentar la precisión de los resultados.
Por aquello de que el lenguaje es un constructo social, y
con un alto grado de subjetividad, se decidió analizar una muestra de 128
diferentes naciones. La Encuesta Mundial Gallup,
de 2012, proporcionó las respuestas a una pregunta perfecta para este estudio:
«¿En el pasado mes, has ayudado a algún extraño?»
El resultado iba nuevamente hacia la fórmula mayor
diversidad/mayor solidaridad, pues la cantidad de respuestas afirmativas
nuevamente coincidía con países de superior diversidad étnica.
Tal vez otro estudio hubiera terminado en esta etapa y
publicado rimbombantes titulares inflados en la prensa especializada de su
área, pero el equipo de Nai decidió proseguir hacia mayor contrastación de
datos antes de dar por probada su hipótesis.
Ahora, en un tercer momento, se trataba de averiguar si lo
que movía a las personas de comunidades diversas hacia una mayor
solidaridad era un autoconcepto más amplio, el sentirse parte de la
humanidad toda.
Para indagar sobre esa posibilidad utilizaron la misma
pregunta, pero esta vez con usuarios de internet en Estados Unidos. Se eligió a
500 participantes equilibrados en cuanto a género y con una edad promedio de 33
años.
También realizaron una segunda pregunta a los encuestados.
Se les propuso que eligieran entre la pertenencia a uno de estos tres grupos:
La población de mi comunidad
Los estadounidenses
Todos los seres humanos del mundo.
Otra vez, como en las etapas anteriores, fueron los
vecindarios más diversos en orígenes étnicos los que arrojaron más respuestas
hacia una identidad más global.
Sin embargo, este análisis estadístico podía sugerir que
la solidaridad estaba asociada a la identificación con toda la humanidad, pero
no lo probaba indefectiblemente.
Para ello, los investigadores apostaron por trabajar con el
indicador de ayuda a personas extrañas en medio de una crisis.
Para este paso se utilizaron datos reales sobre el auxilio
prestado tras el atentado a
la maratón de Boston. Tras analizar un sitio web creado para buscar
voluntariado tras el ataque, se evidenció que la mayoría de los ofrecimientos
provino de códigos postales asociados a lugares más diversos racialmente.
Y por si nos resultara aún poco convincente, en una muestra
de 300 usuarios de internet, la mayoría de los que se sintieron dispuestos a
ofrecer ayuda a extraños luego de un bombardeo respondió afirmativamente luego
de que se les pidió que imaginaran vivir en una comunidad diversa.
De esta manera, la correlación entre diversidad y una
identificación con la humanidad se reiteró en los resultados del estudio, que
manejó variables como los niveles educacionales, la diversidad religiosa, y la
nacionalidad.
Así vuelve a ponerse sobre el tapete el asunto nunca cerrado
de la interacción entre diferentes grupos humanos.
¿Cuán reales son las divisiones? ¿Cuán distintos nos
percibimos según los constructos culturales o según la percepción neurológica
más básica? ¿Cómo cambian estos modos de percepción con ambientes diversos y en
largos periodos de tiempos? Esos son temas que aún alimentarán otros estudios
desde las más diversas disciplinas.
Por lo pronto, a la investigación de este equipo se le
aplaude haber dialogado con la tesis del prestigiado politólogo estadounidense Robert Putnam, profesor de
la Universidad de Harvard, cuya teoría afirmaba que en comunidades
interraciales los niveles de confianza son menores.
Se señala también que este ensayo solo realiza un corte en
un periodo de tiempo específico, y no a través de varios años. Pero los resultados
aportan, sin duda, al debate.
Las miradas contrapuestas se enriquecen y animan a mayores
pesquisas para develar un misterio tan terco como el de las relaciones humanas.
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