Cada
vez que nos embarcamos en algún proyecto personal o un nuevo objetivo -no
importando cuán grande o pequeño pueda parecer- es muy importante imprimirle un
alto grado de compromiso, dedicación y propósito para su buen desarrollo y
cumplimiento.
Comprometernos
con aquello en lo que ponemos nuestra imagen, nuestro nombre y energía es
fundamental, Una vez asumimos nuevos desafíos, esto debiese convertirse en
nuestra tarea principal, ya que entra en juego nuestro sentido de
responsabilidad y el uso coherente y generoso de nuestros dones y talentos.
La
falta de compromiso en nuestra vida es sinónimo de caos y, desde mi
experiencia, es, en esencia, solamente miedo disfrazado de distintas formas:
Miedo a fracasar, a explorar aspectos desconocidos en nosotros y a ser más. Es
aquí cuando comienzan a aflorar la falta de claridad, la tendencia a “dejar
para mañana lo que podemos dejar para pasado mañana”, el desgano y la falta de
dirección, entre otras variantes nocivas para nuestra integridad personal.
La
importancia del compromiso y la dedicación es un aspecto esencial en nuestro
cotidiano. Completar lo que empezamos, cerrar ciclos de la mejor manera y
cultivar nuestra claridad e impecabilidad en cada una de nuestras esferas de
acción nos llevan a disipar el caos y traer calma y claridad a nuestro mundo.
El momento para hacernos cargo es, siempre, ahora.
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