La acción en el mundo que nos rodea es la forma de ir
adquiriendo poder. Cuanto más poder tengamos, más posibilidades de riqueza (en
sentido general, tanto material como espiritual). Aumentar nuestro poder es
expandirnos, llegar más extensamente al mundo de nuestro entorno (tener más
amigos y mejores, más y perfectos conocimientos, etc.) Por el contrario,
disminuir nuestro poder implica reducirnos, estar pasivos frente al mundo, sin
sacar prácticamente nada de él.
La máxima reducción de un ser humano es el
punto que representa una inmovilidad absoluta, que puede observarse en las
depresiones graves.
Cuando decimos que podemos-hacer tomamos conciencia de un
nivel de nuestras posibilidades de conseguir y obtener ciertos rendimientos
deseables, o evitar otros desagradables. Ello va acompañado de orgullo
personal, de una excelente imagen de uno mismo, de un sentido de valía propia,
de una especie de certificado de nuestros méritos a partir del cual hemos de
contar y atrevernos en consecuencia.
La conciencia de poder-hacer nos empuja a la ambición, esto
es, puesto que tenemos los medios podemos a través de un cierto trabajo, de un
esfuerzo, llegar más lejos en el disfrute de la vida y en la adaptación al
mundo social e histórico que nos toca vivir. Esta ambición en unas ocasiones es
socialmente aceptada y premiada, como cuando un deportista supera un record o
un padre ambiciona el éxito en la vida de su hijo, y no digamos la ambición
modesta de sobrevivir; en otras ocasiones es censurada y castigada por la ley o
por el desprecio público, como la ambición de un ladrón, o la ambición de un
presumido o la pretensión de ser original.
El ánimo, la ilusión o desilusión, tienen como punto de
partida creer que uno mismo tiene poder, posibilidades de dibujar en su
horizonte futuro deseos que se realizarán con el esfuerzo.
Los juicios que hacemos sobre nuestro poder-hacer deben ser
justos con nuestros verdaderos méritos y capacidades. si calculamos por encima,
soberbiamente, chocaremos con la realidad, que no alcanzaremos como esperábamos
ilusoriamente.
Calculamos por debajo, por falta de ambición de vivir con
placer o por la falsa creencia de que no tenemos los méritos y capacidades
suficientes, nos perderemos placeres que si hubiésemos pensado mejor
obtendríamos con el esfuerzo adecuado.
En principio no resulta imposible, aunque sí difícil, saberse
ajustar siempre a lo que precisamente podemos-hacer en cada momento para sacar
el mayor partido a la vida.
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