El café ante el cual
conversas con tu mejor amiga… el té que te preparas cuando estás tensa… el
chocolate caliente que te reconforta antes de dormir o cuando tienes frío… esa
costumbre de ver televisión o leer arrebujada en una cobija…¡realmente tienen
el efecto físico y emocional que buscas! Tu cerebro transforma el calor físico
en ese calor psicológico que necesitas para sentirte mejor emocionalmente. Y lo
mismo funciona viceversa.
Cuando sientes soledad o estás cerca de una persona
que no es cálida, te da frío.
La temperatura física y la psicológica van de la
mano. Por esa razón es que ¡hasta lo que pensamos sobre los demás es resultado
del calor o el frío que sentimos!
El calor físico
reduce los sentimientos de soledad y aumenta los de generosidad, según el
psicólogo John Bargh, de la Universidad de Yale. En uno de sus estudios, los
participantes que reportaron sentirse muy solos, tomaban baños más cálidos,
largos y frecuentes para compensar por el frío social que sentían. En general,
cuando una persona sufre soledad temporal o crónica, se siente mejor después de
un baño caliente porque la soledad le causa frío.
El fenómeno de cómo
la temperatura física afecta nuestra percepción se ve en otro estudio. Una
persona les dio café caliente a los participantes, mientras otra les dio una
bebida fría. Los participantes percibieron como cálida y amistosa a la que les
dio el café caliente, contrario a la que ofreció una bebida fría.
Esto demuestra que
pensamos que alguien tiene “calor humano” de acuerdo a si sentimos frío o calor
cuando estamos cerca de la persona. El “calor humano” se considera como el más
poderoso rasgo de personalidad porque somos más sensibles a esa cualidad que a
la posible incompetencia de una persona.
Relacionamos tener “calor humano” o
ser “cálido(a)” con ser amistoso, cooperador y digno de confianza. Eso explica
la popularidad de muchas personas sobre otras, inclusive cuando no tienen el
talento que requeriría la profesión a la que se dedican.
Buscamos el calor
físico como remedio casero para las necesidades emocionales, sin saber por qué.
Pero esa necesidad es tan primaria como los primeros contactos físicos cuando
éramos bebés.
Uno de los estudios de crianza más citados ocurrió en unas
guarderías de infantes. En una, los bebés eran correctamente alimentados y
atendidos por enfermeras. En otra, los bebés, además de ser atendidos y
alimentados, eran arrullados por nanas. Estos últimos demostraron un
crecimiento físico y un desarrollo emocional superiores al grupo anterior. En
los bebés, ese calor es la expresión primitiva de amor; la única que entienden
porque no tienen vocabulario.
Sobre el mismo
efecto de la temperatura en el campo laboral, Geofrey Ho, en la Universidad de
California en Los Angeles, condujo un estudio donde los participantes tocaron
compresas calientes y compresas frías. Luego se les pidió su opinión sobre las
empresas donde trabajaban y/o sobre empresas no existentes, y su interés en
trabajar en ellas o comprar sus productos. Todos los que tenían cálidas las
manos expresaron mayor satisfacción en su trabajo y dijeron que comprarían y
trabajarían en las empresas que les mencionaron.
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