sábado, 9 de junio de 2018

El Calor Humano


El café ante el cual conversas con tu mejor amiga… el té que te preparas cuando estás tensa… el chocolate caliente que te reconforta antes de dormir o cuando tienes frío… esa costumbre de ver televisión o leer arrebujada en una cobija…¡realmente tienen el efecto físico y emocional que buscas! Tu cerebro transforma el calor físico en ese calor psicológico que necesitas para sentirte mejor emocionalmente. Y lo mismo funciona viceversa. 

Cuando sientes soledad o estás cerca de una persona que no es cálida, te da frío. 

La temperatura física y la psicológica van de la mano. Por esa razón es que ¡hasta lo que pensamos sobre los demás es resultado del calor o el frío que sentimos!

El calor físico reduce los sentimientos de soledad y aumenta los de generosidad, según el psicólogo John Bargh, de la Universidad de Yale. En uno de sus estudios, los participantes que reportaron sentirse muy solos, tomaban baños más cálidos, largos y frecuentes para compensar por el frío social que sentían. En general, cuando una persona sufre soledad temporal o crónica, se siente mejor después de un baño caliente porque la soledad le causa frío.

El fenómeno de cómo la temperatura física afecta nuestra percepción se ve en otro estudio. Una persona les dio café caliente a los participantes, mientras otra les dio una bebida fría. Los participantes percibieron como cálida y amistosa a la que les dio el café caliente, contrario a la que ofreció una bebida fría.

Esto demuestra que pensamos que alguien tiene “calor humano” de acuerdo a si sentimos frío o calor cuando estamos cerca de la persona. El “calor humano” se considera como el más poderoso rasgo de personalidad porque somos más sensibles a esa cualidad que a la posible incompetencia de una persona.

Relacionamos tener “calor humano” o ser “cálido(a)” con ser amistoso, cooperador y digno de confianza. Eso explica la popularidad de muchas personas sobre otras, inclusive cuando no tienen el talento que requeriría la profesión a la que se dedican.

Buscamos el calor físico como remedio casero para las necesidades emocionales, sin saber por qué. Pero esa necesidad es tan primaria como los primeros contactos físicos cuando éramos bebés. 

Uno de los estudios de crianza más citados ocurrió en unas guarderías de infantes. En una, los bebés eran correctamente alimentados y atendidos por enfermeras. En otra, los bebés, además de ser atendidos y alimentados, eran arrullados por nanas. Estos últimos demostraron un crecimiento físico y un desarrollo emocional superiores al grupo anterior. En los bebés, ese calor es la expresión primitiva de amor; la única que entienden porque no tienen vocabulario.


Sobre el mismo efecto de la temperatura en el campo laboral, Geofrey Ho, en la Universidad de California en Los Angeles, condujo un estudio donde los participantes tocaron compresas calientes y compresas frías. Luego se les pidió su opinión sobre las empresas donde trabajaban y/o sobre empresas no existentes, y su interés en trabajar en ellas o comprar sus productos. Todos los que tenían cálidas las manos expresaron mayor satisfacción en su trabajo y dijeron que comprarían y trabajarían en las empresas que les mencionaron.

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