La excelencia no tiene límites de velocidad y para eso se
requiere libertad, decisión, voluntad e inteligencia. La libertad se considera
como el centro de la vida humana y el utilizarla adecuadamente equivale a
perfeccionar tu calidad de vida.
Un ser humano excelente es aquel
que influye en los demás y que busca siempre el bien para él y para los que le
rodean. La excelencia es saber amar, saber ser amado y ver siempre las
cualidades de las otras personas, buscando constantemente su bienestar. La
excelencia es saber servir y apoyar con placer a los demás, porque entre todos
se puede encontrar una mejor forma de hacer las cosas.
Cuando una persona es excelente quiere decir que es un
privilegiado como ser humano porque está en desarrollo constante. Ser excelente es saber comunicar paz
a los demás, aprovechar puntos de oportunidad y transformar dificultades en
acciones positivas, pero no hacer por otros lo que estos pueden hacer por sí
mismos. Un ser excelente sabe proteger sin asfixiar, sabe guiar sin imponer,
sabe motivar a los que están a su cargo para que también puedan desarrollarse.
La excelencia es saber construirse sólidamente como ser humano, con piezas de
calidad como los buenos principios y los valores. El hombre que vive con
excelencia posee, entre otras cosas, las siguientes características: Intuición
y alegría, claridad en sus propósitos, originalidad, responsabilidad y libertad.
Un ser humano excelente construye a otros, soporta el rechazo, no se frustra,
mejor aún, le da sentido a la vida, es equilibrado en su pasión y responde con
la razón.
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