domingo, 10 de junio de 2018

Compartir Nuestras Diferencias


Cuando se trata de relacionarnos con otras personas, generalmente preferimos buscar la afinidad, las formas similares de pensar, los individuos que “piensan como yo”. Desafortunadamente, tenemos la falsa creencia de que esta es la mejor forma de tener y mantener relaciones de largo plazo, de tener un mayor crecimiento y mejores resultados, pero la verdad es que esto no es necesariamente así. Puedo afirmar que, en la mayoría de los casos, ocurre todo lo contrario.

Veamos: es posible crear nuevas posibilidades y nuevas maneras de hacer las cosas, pero solo si tenemos una mente abierta; si poseemos la inteligencia emocional para aceptar las diferencias de los demás (y, sobre todo, para buscar las cualidades, en cada una de las personas que conozca, que sean diferentes a las mías).

La vida me ha enseñado que las relaciones más efectivas que podemos construir se basan precisamente en las disidencias, las diferencias, la diversidad de ideas, las cualidades o los atributos que nos resultan ajenas. En lugar de centrarnos en los defectos o las disimilitudes de los otros, es posible complementar, con esos atributos, la capacidad personal. Como bien señalaba Stephen Covey, “Si dos personas tienen la misma opinión, una de ellas sale sobrando”.

Las palabras que generalmente escucho, cuando tratamos este tema de las diferencias, son las siguientes: “No puedo comunicarme con los que no son afines a mí”.“Nunca nos llevaremos bien”. “Pensamos de forma totalmente opuesta”.

Así, ¿qué resulta más productivo? ¿Un par de personas que, por pensar de la misma forma, da lo mismo escuchar a cualquiera de las dos? ¿O dos personas que, por pensar diferente, ofrecen posibilidades y perspectivas nuevas para hacer las cosas y que, por ende, ayudan a nuestro crecimiento y aprendizaje?

La efectividad del funcionamiento de un equipo, desde una familia hasta una empresa, se basa en apreciar las diferencias positivas que caracterizan a cada uno de sus integrantes. Al valorar la diversidad, el aprendizaje es continuo, gracias a la complementariedad de opiniones y habilidades. 

Toma en cuenta que, para establecer relaciones duraderas en todos los roles de tu vida, lo que señala James Fredericks:“Gran parte de la vitalidad de una amistad reside en el respeto de las diferencias, no solo en el disfrute de las semejanzas”.

Es importante que te cuestiones, revises (y de ser necesario, cambies) tu forma de pensar, y verifiques si no estás bloqueando tus posibilidades de relacionarte sanamente con otros. Esa barrera normalmente se manifiesta en esta frase: “Es que piensa diferente a mí”
.
A manera de reflexión, quiero compartirte una breve historia que leí recientemente:
Hubo en la carpintería una extraña asamblea; las herramientas se reunieron sobre un trozo de madera para arreglar sus diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la asamblea le notificó que debía renunciar. ¿La causa? Hacía demasiado ruido, y se pasaba el tiempo golpeando. El martillo reconoció su culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo: había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. El tornillo aceptó su suerte, pero a su vez pidió la expulsión de la lija: era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. La lija estuvo de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba midiendo a los demás, como si él fuera perfecto. En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Al final, el trozo de madera se había convertido en un lindo mueble.

Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación. Dijo el serrucho: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestras flaquezas, concentrémonos en nuestras virtudes”.

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la lija limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron como un equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano.

Es importante señalar que es indispensable involucrar al carpintero (es decir, el líder moral) en cualquier equipo o compañía. Es él quien coordina y usa a todas las herramientas para fabricar los muebles. Sin un ‘carpintero’ que fije una visión común, difícilmente se lograrán los acuerdos entre las solas herramientas.

Cuando el personal que compone un equipo de trabajo suele buscar defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar, con sinceridad, de percibir los puntos fuertes de los demás, florecen los mejores logros. Es fácil encontrar defectos, cualquier necio puede hacerlo. Pero encontrar cualidades es una labor para las personas superiores que son capaces de inspirar el éxito en los demás.

Es vital resaltar que, para que el equipo funcione de manera eficiente, debe tenerse y compartirse una visión común entre sus miembros, y contar con un líder que coordine las habilidades individuales.


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