sábado, 23 de junio de 2018

Consecuencia


"Demostrar consecuencia no tiene que ver con un tema temporal, sino con demostrar con actos potentes y claros la propia convicción"

Es muy común que le pidamos a quienes nos rodean que se comporten consecuentemente: a nuestros amigos, a quienes seguimos en twitter, los políticos, etc. Es que el “ser consecuente” es una característica que hoy es enormemente valorada, ya que nos hace confiables ante nuestro entorno en una época en la que reina la desconfianza y la paranoia. Es común escuchar que se pronuncian con orgullo frases como “siempre he pensado igual” o “mi comportamiento ha sido el mismo toda mi vida”, tanto en debates televisivos como en discusiones en las redes sociales. Pero hace un tiempo que esas frases me generan algo de ruido ¿Es realmente valorable que una persona no cambie de opinión en 30 años? ¿Qué espacio queda entonces para el crecimiento y la aceptación de los errores? 

Si vamos al significado Real (o sea, de la Real Academia de la Lengua) de la palabra “consecuente”, su segunda acepción, que se refiere a un adjetivo propio de una persona, dice:

"Dicho de una persona: Cuya conducta guarda correspondencia lógica con los principios que profesa."

Por lo tanto, la definición “oficial” de la palabra “consecuente” no habla de cuánto tiempo llevas pensando de la misma forma, sino que se refiere a cómo tus actos concuerdan con tu forma de pensar en la actualidad. 

Visto bajo ese prisma, me parece que el llevar años pensando igual no es algo de lo que uno se pueda jactar, pues si efectivamente estamos incurriendo en un error y pasamos años negándonos a escuchar otras visiones, más que actuar de forma consecuente estamos actuando de forma obstinada. 

Me parece que la verdadera clave para demostrar consecuencia no tiene que ver con un tema temporal, sino con demostrar con actos potentes y claros la propia convicción, que esos actos se condigan con el discurso que se verbaliza y que se someta a un cuestionamiento crítico constante que refuerce el valor del principio que se defiende.

Al menos para mí, el tiempo no cuenta. Al contrario, valoro profundamente cuando alguien es capaz de cambiar su forma de pensar, haciendo propias ideas y principios que le parecen más justos y valiosos.

Muy distinto es ver a una persona que constantemente aparece “cambiando de opinión” por motivos que lo benefician. Ahí el problema no es el cambio, sino el oportunismo, lo que hace ver que sus motivaciones son en verdad egoístas, lo que no suele condecirse con sus discursos llenos de buenas razones. 


Es que a fin de cuentas, si lo que se busca es un valor tan potente como el bien y la justicia, me parece absolutamente razonable el hacer modificaciones a nuestra forma de pensar, de opinar y de actuar a medida que vamos aprendiendo de nuestras experiencias. Me parece que son cambios necesarios para crecer como seres humanos y para acercarnos a aquellos valores por los que estamos luchando. 

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