Aprender es avanzar y crecer,
sin que nada ni nadie nos pare, sorteando las dificultades y los obstáculos,
reflexionando acerca de los fallos y superándolos. Vivir es experimentar,
y esto forma parte de nuestra esencia humana, y de nuestro instinto de
curiosidad.
Podríamos decir que la vida es un camino de aprendizaje, y
que por tanto, la única manera de superarlo es viviendo. Nunca
aprenderemos a través de la experiencia de otros, a pesar de su consejo, su
insistencia y su guía educativa.
El ser humano es mamífero que nace más desprovisto de
estrategias de autonomía e independencia. Es cierto, que al nacer dependemos de
los adultos para sobrevivir, aunque también es cierto que de forma
instintiva e impulsiva buscamos tener nuestras propias experiencias para
aprender, y por tanto, para crecer.
“La experiencia es algo que no consigues hasta justo después
de necesitarla”
-Sir Laurence Olivier-
Por esto, para aprender, tenemos que explorar,
descubrir, fallar y acertar. Es decir, en muchas ocasiones, aprenderemos
por ensayo y error, hasta encontrar el camino del éxito. Desde bien
pequeños aprendemos más de nuestras propias vivencias que de los consejos
adultos.
Ya que al vivir la propia experiencia,
la interiorizamos de forma significativa y profunda. Así, aunque esto
nos lleve más tiempo y esfuerzo, sin ninguna duda, lo conservaremos toda
la vida ya que la mayoría de estos aprendizajes quedaran en nuestra memoria
acompañados de su respectiva huella emocional.
“Una espina de experiencia vale más que un bosque de
advertencias”
-James Russell Lowell-
Es importante aceptar que, sin ninguna duda, nos
equivocaremos, fallaremos y erraremos, sin embargo,
es la única manera de avanzar y
de llegar donde nos propongamos. Tenemos derecho a equivocarnos, porque no somos perfectos, y esto no
es un fracaso, sino parte del aprendizaje de la vida.
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