viernes, 22 de junio de 2018

Esperanza


Tener esperanza es creer que el destino puede cambiar. Es confiar en que se va a tener suerte. Es estar convencido de que hay soluciones. Es un sentimiento positivo relacionado con la espera. Tener esperanza impide que caigamos en el desánimo, en la depresión y que demos algo por perdido. Cuando la pierdes, dejas de involucrarte con tu objetivo, pierdes el interés y no inviertes el esfuerzo, el trabajo ni la creatividad que requiere la situación.

Esperanza viene del latín “sperare”, que significa esperar. Tener esperanza es esperar soluciones. Entre las fortalezas humanas que nos permiten estar fuertes frente a la debilidad emocional, se encuentran el optimismo, las habilidades sociales, la honestidad, la ética, valores como la perseverancia, la capacidad de disfrutar y fluir y la esperanza. Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, definió esta corriente como “el estudio científico de las experiencias positivas, los rasgos individuales positivos, las instituciones que facilitan su desarrollo y los programas que ayudan a mejorar la calidad de vida de los individuos, mientras previene o reduce la incidencia de la psicopatología”.

Esperanza y psicología positiva forman parte del mismo equipo. Durante muchos años, la psicología se ha dedicado a estudiar por qué enfermamos, la vulnerabilidad del que se deprime o tiene ansiedad, y a aliviar el sufrimiento y tratar la enfermedad.

Su objeto de estudio ha sido lo que no funciona. La revolución de la psicología positiva ha sido investigar lo contrario: ¿Por qué hay personas que en situaciones adversas, con problemas graves, con pocos recursos, siguen manteniendo un espíritu positivo, siguen sonriendo y son capaces de disfrutar de lo que tienen en lugar de añorar lo que les falta.

Autores como Seligman y Mihály Csikszentmihalyi han entendido que tenemos mucho que aprender de las fortalezas, de las experiencias positivas y de lo que nos protege frente al daño y el dolor. Y que esas habilidades y actitudes de las personas “sanas” pueden servir de modelo de conducta y generar nuevos patrones para las personas vulnerables al sufrimiento.


Tener esperanza puede ser un hecho activo o pasivo. Puedes confiar y esperar que todo cambie o puedes intervenir y protagonizar el cambio. 

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