Tener
esperanza es creer que el destino puede cambiar. Es confiar en que se va a
tener suerte. Es estar convencido de que hay soluciones. Es un sentimiento
positivo relacionado con la espera. Tener esperanza impide que caigamos en el
desánimo, en la depresión y que demos algo por perdido. Cuando la pierdes,
dejas de involucrarte con tu objetivo, pierdes el interés y no inviertes el
esfuerzo, el trabajo ni la creatividad que requiere la situación.
Esperanza
viene del latín “sperare”, que significa esperar. Tener esperanza es esperar
soluciones. Entre las fortalezas humanas que nos permiten estar fuertes frente
a la debilidad emocional, se encuentran el optimismo, las habilidades sociales,
la honestidad, la ética, valores como la perseverancia, la capacidad de
disfrutar y fluir y la esperanza. Martin Seligman, el padre de la psicología
positiva, definió esta corriente como “el estudio científico de las
experiencias positivas, los rasgos individuales positivos, las instituciones
que facilitan su desarrollo y los programas que ayudan a mejorar la calidad de
vida de los individuos, mientras previene o reduce la incidencia de la
psicopatología”.
Esperanza
y psicología positiva forman parte del mismo equipo. Durante muchos años, la
psicología se ha dedicado a estudiar por qué enfermamos, la vulnerabilidad del
que se deprime o tiene ansiedad, y a aliviar el sufrimiento y tratar la
enfermedad.
Su
objeto de estudio ha sido lo que no funciona. La revolución de la psicología
positiva ha sido investigar lo contrario: ¿Por qué hay personas que en
situaciones adversas, con problemas graves, con pocos recursos, siguen
manteniendo un espíritu positivo, siguen sonriendo y son capaces de disfrutar
de lo que tienen en lugar de añorar lo que les falta.
Autores
como Seligman y Mihály Csikszentmihalyi han entendido que tenemos mucho que
aprender de las fortalezas, de las experiencias positivas y de lo que nos
protege frente al daño y el dolor. Y que esas habilidades y actitudes de las
personas “sanas” pueden servir de modelo de conducta y generar nuevos patrones
para las personas vulnerables al sufrimiento.
Tener
esperanza puede ser un hecho activo o pasivo. Puedes confiar y esperar que todo
cambie o puedes intervenir y protagonizar el cambio.
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