Las relaciones con nuestros semejantes transcurrirán de uno
u otro modo según la manera en que pensemos en ellas, las enfoquemos y tengamos
claro qué significan para nosotros. La manera en que nos conducimos en las
situaciones por las que atravesamos, la posibilidad de posicionarse en cada
momento vital, con realismo, es algo que también atañe a la actividad de pensar.
Cualquier movimiento, actividad, decisión, relación, han de
ir precedidas por esta actividad mental.
Cada ser humano nace con igual potencial respecto al
desarrollo de sus funciones cerebrales, el cerebro de los humanos haciendo una
analogía con un maquina es eficiente en cuanto a consumo y transformación de la
energía, posee una asombrosa capacidad de optimización en la manera de
memorizar y un constante aumento de la velocidad de procesar información, un
órgano realmente asombroso, pero lo que en verdad me propongo tratar en este
escrito no es el funcionamiento de nuestro cerebro, ni sus capacidades, tampoco
sus cualidades,
sino que quiero abordar una pregunta la cual todos los seres
humanos alguna vez en nuestra vida nos hemos hecho : ¿Por qué nos resulta tan
difícil pensar?
Lo que sí que es cierto es que nunca usamos todas nuestras
neuronas a la vez. Claro, dirán algunos, eso es lo que ocurre: como no las
usamos a la vez, no podemos, por ejemplo, desarrollar poderes telepáticos. Pues
tampoco. La actividad simultánea de todas las neuronas nos arrojaría al suelo
víctimas de convulsiones como las de un ataque epiléptico.
Cuando las neuronas se disparan al mismo tiempo, el
cerebro queda inundado de actividad eléctrica y se anula toda capacidad para
pensar y actuar de manera coordinada. Para impedir ese infierno, al menos la
mitad de las neuronas funcionan como un filtro atenuador o moderador de flujo.
De modo que la próxima vez que alguien nos diga que no usamos todo el cerebro,
contestemos que menos mal.
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