Debemos estar
informados de todos los peligros y tragedias, porque “ese es el mundo que
vivimos”. Pero yo les diría que el mundo no se reduce a eso, que eso es un
estado de alerta perpetuo y que no se puede vivir así.
El placer por hacer
ciertas cosas, sin ningún fin más que el gusto de hacerlas, debe tener una
cabida en este planeta y si se está siempre alerta cuesta trabajo encontrarle
siquiera un rincón.
No se puede crear bajo una presión así, es indispensable
poder salir de esa burbuja de precauciones, terrores y temores temporalmente
para poder escucharse e incluso para poder escuchar al otro.
Escribir, en mi
caso, me provoca un gran placer. Hoy es mi única arma para deshacerme de todo
el ruido en mi interior o darle orden. Es cierto que hay que seguir adelante,
estar conscientes de las consecuencias de nuestras acciones y buscar mejorar o
afectar lo menos posible a nuestro entorno.
Pero eso no debe evitarnos tener
momentos de placer ni hacernos sentir culpables por buscarlos.
Necesitamos ser
críticos con nosotros mismos en cada aspecto de nuestras vidas, pero tenemos
también que saber meditar y divertirnos.
De lo contrario tendríamos que admitir
que somos incapaces de crear, de dar vida y compartir felicidad, y admitir eso
sería trágico.
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