Descubrir las causas, conocer las consecuencias y situarnos a nosotros mismos en el camino que une los dos extremos; comprender nuestro modelo de consumo, entender que todo está interrelacionado e indagar en las formas de cambiarlo sin perdernos en los ‘falsos remedios’ que se nos proponen en muchas ocasiones.
A veces nos topamos con ‘los falsos remedios’, la ayuda pervertida: propuestas de
solución que no atacan las causas del problema; puertas
ficticias,
bienintencionadas o no, que no tienen capacidad de influir en las
causas de la desigualdad, que no pretenden cambiar las cosas sino permitir que
todo siga igual: manteniendo los privilegios de unos pocos evitándonos la mala conciencia.
Sin embargo, sí hay alternativas. Sería un error creer lo
contrario. Se puede
vivir, consumir y progresar de otra manera. Y para ello hay que
dejar de lado la resignación y pasar a la acción.
Esto es lo que muestra la última parte de la exposición,
denominada ‘Mundos
Posibles’. Esta última sección es un canto a la esperanza
basada en el hecho de que muchos de los cambios positivos que ha vivido nuestro
mundo han tenido su origen en un pequeño grupo de personas obstinadas en
cambiar las cosas, por difíciles que parecieran sus objetivos.
Así, se repasan de manera visual ejemplos de movilizaciones
ciudadanas cuyas reivindicaciones han acabado alcanzando, cambiando la vida de
mucha gente, que no se vayan a casa con la sensación de que todo está perdido.
“Ese es precisamente el juego; conseguir que la ciudadanía crea que la
situación es injusta y negativa, pero que no tiene remedio”.
Contra esa sensación de impotencia, emergen las pequeñas
semillas del cambio: ejemplos de iniciativas concretas o de
acciones que cada uno puede desarrollar de forma individual y que, al contrario
de lo que muchas veces se transmite, poco a poco contribuyen a forzar un cambio
global en lo que a consumo se refiere.
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