“Nuestra actitud es la que condiciona los resultados”. Estas
palabras entrañan una gran verdad, la actitud (entusiasmo, pasión, motivación),
si no es la adecuada, se puede convertir en una gran barrera a la hora de
desempeñar un puesto de trabajo, relacionarse con el resto de compañeros, dar
una imagen de uno mismo, entre otros aspectos. Por tanto, se trata de un
aspecto fundamental para el empleado, pero también para la empresa y el resto
de clientes (internos y externos) de la misma.
Tener entusiasmo implica predisposición, te facilita el
trabajo y el de tus compañeros así como la consecución de objetivos, mejora el
clima laboral, ofrece una mejor imagen de cara al cliente externo, aporta valor
añadido, influye en promociones internas, mejoras en las condiciones laborales,
etc. Como se puede apreciar la afirmación es más que correcta, para
recoger primero hay que sembrar.
Por otro lado tenemos Iniciativa, la
capacidad para idear, inventar o emprender acciones con
el objetivo de mejorar la situación actual. Tener iniciativa no implica una
alta capacidad de creatividad, pero sí inquietud, curiosidad, capacidad de
mejora, motivación. Alguien con iniciativa está “maquinando” constantemente,
buscando siempre la manera más eficiente de llevar a cabo el trabajo,
reinventándose.
Compaginando ambas características puede decirse que, aun no
siendo necesario, una
persona entusiasta en su trabajo tiene más probabilidad de tener una mayor
capacidad de iniciativa que una persona con actitud negativa. ¿Qué
pensáis al respecto?
Ir feliz al trabajo, con ganas, influye directa y
exponencialmente en los resultados obtenidos en el mismo. Las oportunidades a
día de hoy son escasas y hay que aprovecharlas, dar
lo mejor de uno mismo para
sentir satisfacción personal ante todo. ¡No dejes que la
actitud te amargue el día!
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