domingo, 22 de julio de 2018

Cumplir Con Lo Prometido


Una promesa implica el cumplimiento de un compromiso, bien sea con uno mismo o con otra persona. Cumplir con lo prometido es beneficioso para ambas partes: para el prominente porque se siente bien consigo mismo al haber cumplido con su voluntad y haber llevado a cabo su logro personal y para el promisario (beneficiario) porque ve cumplido lo que inicialmente se le había ofrecido.

Cuando cumplimos nuestras promesas ganamos en credibilidad y hacemos que los demás aumenten la confianza en nosotros y nos vean como personas más fieles, leales y responsables, lo que se traduce en un incremento de nuestra autoestima. Por el contrario, si fallamos e incumplimos lo que hemos prometido nos presentaremos ante los ojos de los demás como personas desleales, poco comprometidas e irresponsables, en las que no confiar demasiado porque no sabes si van a responder. Quizás por no disponer de tiempo suficiente, bien porque nos arrepentimos a última o porque consideramos después de hacer la promesa que no es lo suficientemente importante como para cumplirla, el perjuicio de faltar a nuestra palabra hace mella en nuestra reputación y daña nuestra autoestima.

Si ya resulta hiriente para los beneficiarios cuando no se cumple una promesa, imagínate lo que supone para un niño que un padre prometa algo que después nunca lleva a cabo. El impacto negativo, la decepción, frustración y desilusión que puede llegar a generar en un niño el incumplimiento de una promesa por parte de sus padres hace que mengüen la confianza depositada en ellos, e incluso su autoridad.

Además, este hecho puede repercutir gravemente en la autoestima del infante hasta el punto de sentir que sus padres no le quieren lo suficiente como para validar su palabra. Como ya hemos mencionado anteriormente, los niños tienden a copiar modelos de conducta, por ello hemos de intentar cumplir con todo aquello que prometemos o al menos procurar que nuestras promesas no generen demasiadas expectativas para que la caída después sea menos dolorosa.

Sigue estos consejos si tienes compromisos con tus hijos: Si tienes una o varias promesas recientes, cúmplelas sin dejar pasar más el tiempo. Si últimamente has incumplido alguna recuerda pedir disculpas sinceras y enmendar el error con alguna recompensa de otro tipo. Sé lo más honesto posible y si prevés que no vas a poder cumplir una promesa explícale con franqueza a tu hijo las razones. Un argumento lógico y razonable a tiempo seguro que amortiguará la decepción. Si vas a prometer algo a tus hijos, reconoce primero tus capacidades y sé lo más realista posible. 

No prometas alcanzar la luna y las estrellas si solo vas a llegar a contemplarlas. Controla tus impulsos de prometer, especialmente si quieres recompensar a tu hijo por un gran logro conseguido.

Cuando prometas, especifica, concreta y deja claro el objeto de la promesa para que no haya malos entendidos ni falsas expectativas que pueda crear mayores desilusiones.

Las promesas que le hagas a tus hijos han de ser sinceras y no por presión social, como por ejemplo el hecho de ver que otros padres les compran cosas a sus hijos, o por el sentimiento de culpa, por ejemplo ante un divorcio. Ellos tampoco han de presionarte para que les prometas algo.

Hazle saber a tus hijos que las recompensas fruto de las promesas son un extra adicional y no la norma a seguir.
   
Siempre es mejor que prometas poco pero lo lleves a cabo a que les hagas muchas promesas y te quedes a mitad de camino en todas. 

Antes de abrir la boca y formular una promesa piénsalo muy bien: a quién vas a prometer algo, cuál va a ser el objeto de la promesa y si piensas honestamente que vas a ser capaz de cumplirla.


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