Desde niños nos educan a ser
generoso, a compartir nuestros juguetes y jugar felizmente con nuestros amigos
sin ningún tipo de conflicto. Mientras crecemos sabemos que la generosidad es
necesaria para vivir una vida plena. Saber dar sin recibir nada a cambio es
efectivamente una de las cosas más importantes que aprendemos en la vida. Sin
embargo no es un aprendizaje fácil.
Vivimos rodeados de una sociedad consumista
y violenta, obsesionada con el dinero y con las ganancias y los éxitos
personales.
Varios estudios han hecho
experimentos para saber qué es lo que da más beneficios mentales a nuestros gastos.
Un experimento
hecho por la Universidad de California le dio dinero a varias personas: un
grupo tenía que gastarlo en lo que quisieran, otro grupo estaba obligado a
gastarlo en un objeto material, y el otro estaba obligado a gastarlo compartiendo
tiempo con alguien que quisieran. El resultado fue que las personas que
dedicaron su dinero a ayudar o a compartir con personas que querían se sentían
mucho más realizadas que las personas que lo gastaron todo en un objeto
material.
La generosidad no es solo importante
en el ámbito económico: debemos ser generosos con nuestros conocimientos, con
nuestro cariño, con los animales y con las personas necesitadas.
A pesar de
vivir en una sociedad que parece dura y mezquina estamos rodeados de ejemplos silenciosos
de generosidad: hay quienes alimentan una vez a la semana a los mendigos,
activistas que trabajan por ofrecerle una vida plena a los animales, padres que
duermen menos de lo debido para pasar tiempo con sus hijos, personas que
defienden a otras desinteresadamente cuando los ven en problemas en la calle.
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