Para mantener la confianza debemos comprometernos y cumplir nosotros también con las promesas, pedir disculpas cuando no las cumplimos y sobre todo, aprender a perdonar los errores. Por último, cuando vemos que la confianza con la otra persona se ha roto, es importante crear nuevas oportunidades donde se pueda volver a generar esa confianza que se tenía.
Autoconfianza:
La autoconfianza, o
la confianza en uno mismo, es una característica que muchos pueden tener. Con
esfuerzo y tiempo cualquier persona puede llegar a construir su autoconfianza.
Para desarrollar esa autoconfianza es imprescindible creer en uno mismo y, para
ello, la auto aceptación es fundamental.
Además de estos
elementos, para lograr tener una buena autoconfianza es importante conocernos y
comprender nuestros pensamientos y emociones (lo que denominaríamos como
autoconocimiento), ser persistente y disciplinar (para asegurar los objetivos y
metas que se quieren lograr), tener una perspectiva clara de la vida (saber
exactamente lo que quieres ser o lo que quieres conseguir), y tener un
autocontrol.
La autoconfianza
trae múltiples ventajas para nuestras vidas, ya que si logramos tener un gran
nivel de confianza en nosotros mismos podemos conseguir el éxito más
fácilmente. Por el contrario, si tenemos falta de confianza e inseguridad, no
estamos satisfechos con nosotros mismos, lo que genera situaciones negativas
tanto para nosotros, como para los que nos rodean.
A nivel personal, si no
tenemos autoconfianza nos sentimos insatisfechos con nosotros mismos, tristes e
incluso depresivos porque no nos valoramos. A nivel social, nos genera
dificultades para relacionarnos con el entorno en el que nos desenvolvemos, lo
que causaría que nos retrajéramos hacia nosotros mismos. A nivel laboral, nos
puede crear dificultades para conseguir, mantener o progresar dentro de un
trabajo. Por último, a nivel de pareja, nos puede causar sentimientos
negativos.
Pero, además de la
confianza con los demás y la autoconfianza, existen también otros tipos de
confianza. Hay tres tipos que todos deberíamos desarrollar: la confianza
conductual, que es la propia capacidad que tenemos para actuar, tomar las
decisiones correctas y superar los obstáculos; la confianza emocional, es
decir, saber lo que sentimos en cada momento para protegernos del dolor y tener
la capacidad de conectar con otros seres humanos emocionalmente; y, la
confianza espiritual, la fe que tenemos sobre la vida que nos rodea. Sin esta
última confianza es difícil desarrollar los otros dos tipos de confianza.
También podemos
distinguir otros dos tipos de confianza: la confianza simple y la confianza
alimentada. La primera es una confianza primaria, con la que todos nacemos. La
realizamos de manera automática, es una confianza total y completa, pero cuando
se rompe (siempre en algún momento de la infancia), se rompe para siempre, ya
que aparece algo que no estaba hasta ese momento: la desconfianza. La segunda,
en cambio, es un tipo de confianza que se construye de manera consciente y
reflexiva.
La confianza alimentada también se puede romper, pero nos da la
oportunidad de ser reconstruida.
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