miércoles, 18 de julio de 2018

Expectativas Insatisfechas


Siempre que en algo que realizamos o en una persona que conocemos ponemos grandes expectativas y no se producen las mismas, el desengaño es muy grande, mucho más que la satisfacción que se produce si las expectativas se cumpliesen.

Esto es debido a que siempre ponderamos en mayor medida el fracaso o desengaño que el éxito o acierto. Principalmente porque cometemos un grave error: el considerar que las expectativas positivas es algo normal y lo lógico es que se cumplan.

Lógicamente siempre debemos de tener expectativas positivas sobre algo o alguien porque si no es tontería el depositarlas. Pero lo que no nos damos cuenta en muchas ocasiones es de la dificultad de conseguir que estas expectativas se cumplan. Si no se alcanzan en su totalidad consideramos que es un fracaso, cuando puede que entre la consecución y el fracaso total haya una gran variedad de situaciones.

Pero siempre solemos adoptar la postura de que o bien se consiguen todas nuestras expectativas o el fracaso es completo. No solemos tener un término medio.

Me gusta mucho un proverbio que dice que ‘quien nada espera, nada pierde’, porque si ponemos la situación inversa, ‘quién todo espera, todo gana’, es cuando menos irreal porque todos sabemos que cumplir todas las expectativas es algo bastante difícil en ocasiones.

Nuestra forma de actuar debe ser la de saber ponderar las expectativas y el grado de consecución de las mismas ya que la consecución del total de las mismas no implica que se haya fracasado ya que, muy probablemente, lo que ocurrió es que no supimos marcarnos las expectativas de forma adecuada.

Vivimos en un mundo altamente cuantificable y en el cual es la ‘foto de la cifra’ conseguida lo que marca el éxito, con lo cual la no consecución de todo lo planificado se confunde con la mediocridad y eso es un gran error que se ha extendido por muchas de nuestras organizaciones. Nunca pensamos que hayamos cometido un error a la hora de determinar nuestras expectativas, siempre pensamos que estas son las correctas y que por culpa de imponderables no se han conseguido, y esto no tiene por qué ser siempre de esa manera.

Cambiar nuestras expectativas iniciales ante los cambios que nos rodean por otras más ajustadas a lo que ocurre en realidad, es una de las cualidades que marcan a los líderes en todo momento. 

Adaptarse al cambio, aceptar el mismo y conseguir verlo como una oportunidad de mejora, es lo fundamental a la hora de trabajar con nuestras expectativas y evitar el que se produzcan grandes desengaños que probablemente no sean.


Toma De Conciencia


Uno de los atributos de los grandes pensadores y filósofos que lograron describir la realidad conforme ella es, fue la toma de conciencia (que es el darse cuenta) de la realidad interna y externa. Y lo contrario, la incapacidad de darse cuenta (de dictadores, dogmáticos, intelectualoides, etc.) provocó que se viviera dentro la irrealidad y por esto la humanidad estuvo sumida en la oscuridad de la ignorancia.

 Hoy en día la necesidad de tomar conciencia de la realidad y tener un sentido crítico de ella se hace imprescindible, puesto que, a cada día que pasa, la desinformación emerge como un fantasma que va devorando las mentes de muchos hombres y mujeres que viven todavía dentro de la irrealidad. Y si viven en la irrealidad serán más susceptibles de ser engañados.

 La toma de conciencia no es una capacidad que se adquiere desde el nacimiento, sino que es una habilidad que se va desarrollando en la medida que se interactúa en los ámbitos interno y externo. 

 En un primer momento, esta toma de conciencia conduce al sujeto a tener un sentido común depurado, o sea, un buen “olfato”.  La persona con sentido común desarrollado, podrá darse cuenta de la realidad externa con una mayor facilidad. En la vida cotidiana emergen individuos con una alta capacidad de sentido común quienes interpretan la realidad de forma rápida y reaccionan ante ella con los comportamientos adecuados a la situación.

 En un segundo instante, la toma de conciencia conlleva elementos afectivo-mentales, donde a partir de una vivencia o vivencias, el individuo se da cuenta de su realidad interna o de la realidad externa. En la medida que el individuo a traviesa por el camino de la vida, el proceso experiencial le permite darse cuenta de lo que sucede en el entorno (intra o extra ambiental).

En un tercer momento, la toma de conciencia involucra elementos intuitivos, tomando la intuición, desde la fenomenología, como la capacidad de captar la realidad tal cual ella es. 

El individuo a partir de un proceso de crecimiento personal y espiritual tiene la habilidad de darse cuenta de lo que realmente sucede en su entorno. Sin embargo, en la sociedad abigarrada en la cual vivimos, no todos tienen la capacidad de darse cuenta de la realidad y viven inmersos en la irrealidad, y refuerzan este hecho como parte de su vida y creen que los otros deben estar también inmersos en esa ficción. 

Entonces, en este contexto, si no hay toma de conciencia, la transformación de la sociedad es más difícil.



martes, 17 de julio de 2018

Talentos Y Virtudes


¿Crees que no tienes ningún talento? Estás muy equivocado. Sin conocernos, puedo asegurarte, insisto, que si piensas que no tienes ningún talento estás muy equivocado. No hay nadie, escúchame bien, nadie en el mundo que no tenga ninguna virtud. ¿Conoces a alguien que no la tenga?

Cualquier persona que podamos imaginar, por muy desagradable que nos parezca, desde el indigente más holgazán hasta el dirigente más engreído, desde el asesino más perverso hasta el ermitaño más huraño, todos tienen alguna virtud. 
Quizás tenga paciencia, quizás tenga don de palabra, quizás tenga inteligencia, quizás sea un superviviente nato. Todos tienen su virtud. ¿Por qué ibas a ser tú diferente? ¿Crees que lo eres?

No, no eres diferente. Tú también tienes tus virtudes. Igual que yo. Igual que todos. Todo el mundo tiene virtudes, todas las personas tienen talentos. Si tú crees que no los tienes, entonces es que no has buscado lo suficiente. ¿Has mirado dentro de tí? ¿Has mirado a tu alrededor? ¿Has preguntado a los que te rodean?

Debes analizar todas las cosas que haces a lo largo del día. ¿Qué haces bien? ¿En qué eres bueno? ¿Qué se te da bien? No lo dudes, puedes encontrar tus virtudes en tu interior. Aprende a sacar lo mejor de ti mismo, encuentra tus virtudes, se consciente de tus talentos.

Cada persona somos una fuente inagotable de ideas. Sólo tenemos que aprender a sacar esas ideas. No digas que tú no las tienes. No digas qué no tienes ninguna virtud, te estarías engañando. No digas que no tienes ninguna virtud, te estarías ocultando la realidad. No dejes que el pesimismo te lleve.

Repítete a ti mismo: "Yo soy bueno esto", "Se me da bien aquello", "Soy el mejor en lo otro". Repasa a menudo tus virtudes. Encuéntralas y repásalas.

Una vez que tengas claro en que eres bueno, escríbelo, repásalo, métetelo en la cabeza. Deja notas por todas partes recordándotelo. No tengas miedo de repetírtelo. "Soy bueno en tal cosa o en este aspecto".

Y por supuesto creértelo, cree en ti.

Recuerda: todos tenemos virtudes, todos tenemos cosas que mostrar al mundo, todos somos buenos en algo.

Descubre haciendo que cosas eres bueno. 

Si No Lo Haces ¿Quién Lo Hará?

Todo comienza con uno mismo. Desde la infancia empezamos a tener una imagen propia de quiénes somos, cómo lucimos físicamente, para qué tenemos capacidades, talentos y cuáles son nuestras debilidades.

Nos formamos esa autoimagen mental desde niños y le vamos dando forma gracias a todas las experiencias que vivimos y en gran medida “gracias” a la convivencia con los demás. Y digo gracias entre comillas porque lamentablemente le solemos dar demasiada importancia a lo que los demás dicen sobre ellos, sobre nosotros o sobre lo que se supone debería de ser, por lo que es muy frecuente que el concepto que tenemos de nosotros mismos lo dejamos en manos de otros, dándole valor a la opinión de los demás. Es entonces cuando auto saboteamos nuestra propia imagen y dudamos o dejamos de creer en nuestras capacidades, esas que nos hacen únicos y son la herramienta para lograr metas o deseos.

Gracias a lo que dicen los demás, dudamos de nuestras capacidades, actitudes, de nuestro comportamiento y perdemos la motivación. Por ende, nuestra autoestima baja y no encontramos motivos para actuar, seguir adelante persiguiendo nuestros sueños. Y bueno, como bien dicen, si no crees en ti mismo, entonces nadie tendrá una razón para hacerlo... si no crees en ti mismo, cualquier esfuerzo que hagas por superarte es inútil....

Esto sucede porque olvidamos que somos piezas maestras, porque te recuerdo -por si acaso lo has olvidado— que tú no eres parte del montón, no fuiste producido en serie, eres único, original, diferente, y si no me crees, mira que cada quien tiene su propio sello, nadie repite las huellas digitales. Todos hemos sido equipados con la personalidad apropiada, los regalos adecuados, los talentos adecuados y las conexiones adecuadas para hacer exactamente lo que sea nuestro propósito durante esta presencia humana en la tierra. La pregunta es: ¿reconoces ese tesoro que posees?

Todo en ti es único e importa cada detalle de ti, pero es posible que, al compararte con los demás, quisieras tener más dinero, una mejor casa, un auto del año, tener más estatura, verte mejor, tener tu ojos azules o verdes, tener más cabello o de otro color y un sin fin de tópicos que simplemente te pueden agobiar; por lo que te digo, es mejor que dejes de compararte, que dejes de mirar las realidades ajenas porque no son las tuyas y que, reconociendo tus bondades, bendiciones, habilidades, posibilidades, empieces a enfocarte en lograr todo lo que puedes, agradeciendo lo que tienes y sabiendo que eres perfectamente imperfecto, que eres una obra maestra.

Cuando reconoces esto, en primer lugar, por simple que parezca, abres tus caminos a nuevas posibilidades, nuevas puertas empiezan a ponerse en frente a ti y comienzan a abrirte. Como tú te ves y te amas, así te verán los demás y te amarán. Si tu te ves como poca cosa, que no vales, que nadie dará cinco centavos por ti y que ni al caso entender porque estás en esta vida, así te verán los demás. Pero si tú, en buen plan, empiezas a reconocer, asumir y por ende creerte todo lo que eres y con lo que vienes equipado y por lo cual nadie en este mundo puede competir contigo porque eres único, entonces crees en ti y los demás creerán en ti.

Debes sentir orgullo de la persona que eres, ya que, te repito, como bien dicen y es una verdad absoluta: de la forma que tú quieres que te vea el mundo así te observarán.

Cuando te amas, te aceptas, sabes que mereces lo mejor, lo asumes, lo crees y lo proyectas y es entonces cuando la vida, Dios, el universo, la fuente, trae hacia ti nuevas oportunidades y los sueños dejan de ser efímeros y se tornan realidades.

Si bien es cierto, no siempre nuestros días brindan lo que esperamos y a veces nuestra vida toma rumbos imprevisibles, más que preguntarte constantemente por qué tu vida se ha tornado como es ahora o por qué no es como la de tu semejante - llámese mejor amigo, conocido, familiar, compañero de trabajo— acepta el camino abierto que tienes por delante con todas tus capacidades para lograr lo que deseas.

Recuerda aquellos momentos atrás en los que superaste grandes dudas, conflictos, retos, en los que muchas de tus ahora realidades eran sueños, planes, proyectos, metas. Recuerda cuando triunfaste en algo que creías imposible. Tú eres esa misma persona, con esas mismas cualidades y dones, y continuarás venciendo e imponiéndote. No lo olvides, no lo cambies, no dejes de creer.

Cree en ti mismo y entiende que hay algo dentro de ti mayor que cualquier obstáculo. Todos tenemos adentro una brújula que nos conduce a donde anhelamos. No olvides confiar en tu brújula, consúltala a menudo, porque el conocer su presencia te dará fortaleza para lo que la vida te depare. No elijas permitir que te desvíen. Pídele la verdad a tu corazón, y te dará la respuesta y el discernimiento para tomar las decisiones que son para ti. Como bien dicen Wayne W. Dyer: “si crees totalmente en ti mismo, no habrá nada que esté fuera de tus posibilidades”. O bien, como ha dicho Cynthia Kersey: “cree en ti mismo y llegará un día en que otros no tendrán más remedio que creer en ti”.

Si tú crees en ti, no importa lo que diga el resto. Estas aquí para hacerlo, no para escuchar opiniones o mejor dicho: críticas. Si crees en ti mismo no necesitas q nadie apruebe tus decisiones y planes. La confianza en ti mismo es suficiente para emprender vuelo. No olvides que todo esfuerzo es inútil si no crees en ti. Intenta decir algo tan sencillo como: “Yo creo en mí mismo”. No siempre es fácil pero, si tú no crees en ti mismo, ¿quién lo hará?

Puedes tener éxito aun cuando nadie crea en ti, pero nunca lo tendrás si no crees en ti. Persigue tus sueños y siempre cree en ti. Pon tus ojos en las estrellas y la esperanza en tu corazón. Ocúpate de tu persona, sé tu propio maestro, cree en ti.



El Recurso De La Mentira


“En el mundo de la mentira, que no es más que nuestro propio mundo, funcionan dos máximas que debemos asumir antes de iniciarnos en esta provocadora disciplina: en primer lugar, somos muy malos detectores de la mentira y, en segundo lugar, todos somos unos mentirosos”

Casi todos somos unos pequeños mentirosos deshonestos, y unos pocos somos unos grandes mentirosos deshonestos. Aunque, en honor a la verdad, los costos para nuestra sociedad de los pequeños mentirosos son descomunales en relación a los costos de los grandes defraudadores.

Nos engañamos pensando que la mentira es necesaria para el funcionamiento eficaz de nuestra sociedad y que disponemos de una holgada capacidad para justificarnos: el "vivo" es el héroe de nuestra sociedad. 

Además, ni siquiera podemos confiar en nuestros mayores. Ni policías, ni jueces, ni personas con alta experiencia, tienen una capacidad para detectar mentiras. Es decir, no existen buenos detectores de mentiras en ninguna parte de nuestro mundo. De hecho, las investigaciones realizadas al respecto apuntan a una mayor fiabilidad de los "no expertos" que de los "expertos"

Ni taparse la boca, ni apartar la mirada, o cualquier otro estereotipo que venimos aceptando como cultura social, tiene validez científica para ser considerada como una mentira. Si bien es cierto que algunas personas pueden engañar mejor que otras, es conveniente conocer cuándo nos enfrentamos a buenos mentirosos potenciales para así abordar una estrategia.

Una estrategia empieza por desconfiar del extrovertido, alguien con una alta estabilidad emocional y una dosis de frialdad afectiva. Es decir, aquellos en los que acostumbramos a confiar.

La buena noticia es que no todo está perdido. Detectar mentiras es una tarea compleja, pero no imposible. Mentir es muy difícil y requiere de un trabajo extraordinario: el mentiroso debe planificar, saber de lo que miente, y crear una verdad alternativa; además de analizar si le creemos y controlar el miedo a que lo descubran. 

No es fácil y requiere un elevado despliegue de recursos que lo hace más vulnerable, especialmente si tenemos la posibilidad de controlar nuestra relación con él.

Existen demasiados condicionantes que pueden alterar el resultado de un análisis de credibilidad, como las razones que nos mueven a mentir y para qué mentimos. Algunos aspectos en la cultura de la mentira pueden ser válidos en algunos casos y ser muy diferentes en otros, como los tiempos de reacción a una pregunta que son superiores a lo normal (especialmente si alguien no está preparado para una entrevista). 

Hay mucho "ruido" en el mundo de la mentira. Los manuales para la detección de mentirosos son bastante decepcionantes, existen demasiados aficionados con fórmulas de lenguaje corporal sin validar que solo representan una ofensa a los equipos de científicos que trabajan validando investigaciones en muchas universidades.

Entonces, ¿debemos renunciar a mejorar nuestra capacidad para evitar el engaño? La respuesta es no, solo debemos ser conscientes de que no existen elixires mágicos y que este proceso requiere de un trabajo serio y avalado por profesionales.


La Dignidad Del Trabajo


El filósofo y economista Karl Marx ya lo anunció en el siglo XIX: “el trabajo dignifica al hombre”. Una frase que no puede tener más vigencia. Aunque quizás, eso sí, “el trabajo dignifica a las personas”, suene mejor en la actual coyuntura.

A día de hoy el trabajo se ha convertido en el principal factor de inclusión social y debe estar al alcance de TODOS, sin ningún tipo de discriminación por razón de sexo, edad, discapacidad… Sobran los motivos para argumentarlo y quizás pueden parecer obvios, pero conviene recordarlos brevemente.

Por qué el empleo dignifica a las personas

1)-  Porque nos diferencia de otros seres vivos. El desempeño de una labor cotidiana y remunerada es patrimonio exclusivo de la humanidad. A diferencia de otros seres vivos, las personas podemos modificar nuestra esencia, nuestra rutina y/o nuestra conducta con la realización de una actividad libre y constante. Cuando trabajamos, por tanto, nos sentimos parte activa de la sociedad de la que formamos parte.

2).-Porque es fuente de motivación y las personas no funcionamos sin ella. El trabajo no es sólo el entorno donde pasamos un tercio de nuestro día, sino que es motor de motivación; una motivación que todos necesitamos para ser felices. Sin motivación no hay acción y sin acción nos sentimos inertes.

3)- Porque nos brinda los mayores momentos de autoestima.  Es en el trabajo donde alcanzamos los mayores picos de realización personal. Comprobamos que, gracias a nuestros conocimientos o experiencia, podemos realizar una labor útil y remunerada. Esta remuneración nos permite, a su vez,  mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestros seres queridos. Todo ello hace que nos sintamos socialmente reconocidos y valorados. Autoestima, en definitiva.

4)- Porque previene patologías mentales. Trabajar exige una rutina, una planificación y una constancia. Mantener la mente ocupada con los quehaceres del trabajo permite que aparquemos, aunque sea momentáneamente,  preocupaciones y quebraderos de cabeza. Así, focalizando nuestra atención en las tareas rutinarias (o no) del trabajo, mantenemos una equilibrada salud emocional y prevenimos trastornos como la depresión.
También previene de circunstancias indeseables como la violencia de género.

5).-Porque normaliza y combate la exclusión, equiparando a las personas, más allá de cualquier diferencia. Cuando atravesamos una situación difícil, discriminatoria o de especial vulnerabilidad, el empleo aporta  equilibrio para normalizar nuestra vida, consiguiendo que esas aparentes desventajas o limitaciones queden sepultadas bajo el desempeño de una actividad productiva y remunerada, que nos equipara a cualquier otra persona y demuestra nuestro talento, por encima de cualquier circunstancia que pueda estigmatizarnos.


lunes, 16 de julio de 2018

El Valioso Aporte De La Filosofía


En la Conferencia Mundial de Humanidades, celebrada en Bélgica en agosto de 2017, se fijaron principios rectores para la enseñanza de las humanidades.

La UNESCO se esfuerza por difundir esta visión y dar a conocer los nuevos usos que de unos años a esta parte revolucionan esta disciplina entre los más jóvenes, incluso fuera del contexto escolar, en los nuevos medios de comunicación, y la utilización que hacen hoy los filósofos del dibujo, la música y la cultura visual.

La directora general de la UNESCO recordó que, aún hoy, la filosofía es un baluarte contra la estrechez de miras, una forma de cultivar la distancia crítica ante la saturación informativa y los discursos simplistas que tienen por objetivo enfrentar a las culturas entre sí.

“Por ello urge convocar la filosofía, que si bien no da respuestas, permite hacer las buenas preguntas. Nos invita, como escribió el poeta Rabindranath Tagore, a “trascender los límites de nuestra sensibilidad y nuestra visión mental para acceder a una mayor libertad”.

“Esta es una oportunidad que hay que aprovechar: exhorto a todos los Estados Miembros a que den vida a este mensaje, que entronca con la esencia misma del mandato de la UNESCO”, concluyó.


El Desprendimiento


Desprenderse de todo lo que uno ha vivido duele, saber que en el camino tenemos que ir dejando a un lado a personas, momentos y lugares porque ya no nos pueden acompañar en nuestra vida, duele, y mucho.

Lo sabemos tan bien que preferimos ignorarlo para evadir un sufrimiento que es ineludible, pero necesario para nuestro crecimiento. Como saber que parte de ti muere todos los días y que, a pesar de ello, no estás preparado para morir; que la juventud es sólo un proceso y la vejez un resultado; que los cambios son inevitables al igual que las lágrimas y las risas; que perder y ganar pueden ser un gran equilibrio al final.
Sabemos que desprendernos duele porque es un proceso indispensable para nuestra evolución como seres humanos y, por lo tanto, es muy sano. Es una invitación para seguir adelante y para vivir mejor. Hoy es diferente de ayer y tienes que vivir con lo que haces hoy, no con lo que hiciste ayer.
El desprendimiento es un gran maestro. Se nos olvida que llegamos desnudos al mundo, nada nos pertenece. Nacemos empacando una maleta que nos acompañará a lo largo de nuestra vida, la cual tendrá que estar vacía al final, porque los equipajes pesados no se llevan cuando morimos, por salud espiritual.
Uno aprende la lección cuando se desprende del momento. A mí nadie me enseñó cómo se tiene que enterrar a un ser querido, lo aprendí cuando no tuve más opción. ¿Qué me enseñó? Que sigo vivo, enterré a otra persona, yo aún tengo batallas que librar porque lo único que no puedo perder, todavía, es la vida.
Nos enseñan a vivir, pero no a morir; a seguir lo que dicta la ley cívica, la moral y lo tradicional, pero nadie nos enseña a ser auténticos. Tenemos que ir lidiando y robando personalidades que no son la nuestra, hasta encontrarnos con nosotros mismos. Y el día que eso pasa nos desprendemos de todo lo demás, de todo lo que aprendimos y de todas las mentiras que creímos, porque ya no las necesitamos. De hecho, ya nos pesan en nuestro andar.
Puedo compararlo con la piel de una cebolla. Hay que ir perdiendo capas para llegar al corazón, a lo que importa para ser más ligeros y, con ello, más felices.
Desprenderse de las palabras; hablar menos, pero escuchar más. Soltar las críticas. Las opiniones de los demás son sólo eso, opiniones, y no son mías. ¿Por qué creerlas y conservarlas?
Que cada quien cargue con su cruz. Despréndete de los juicios.
Empieza el año, los proyectos, los finales y los comienzos. Llega el momento en que la toma de decisiones es fundamental, así que no tengas miedo a la hora de decidir algo nuevo o diferente. Admírate por tener el valor de tomar decisiones.
 No importa qué tan grandes o pequeñas sean, todas harán eco en tu vida. Pero, sobre todo, toma la decisión de desprenderte y… ¡asómbrate!, que ya verás lo que pasa a continuación. Muchos le llaman “libertad”.
Me gusta  retratar la vida diaria y los problemas que nos rodean.


Irse Al Garete


Cuando algo nos ha salido mal decimos que “se ha ido al garete”, pero también podemos usar esta expresión para indicarle a alguien que nos deje de molestar, diciéndole que se vaya al “garete”.

Al parecer y según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la palabra “garete” viene de la construcción francesa “être égaré”, cuyo significado es “andar extraviado”.

Su uso comenzó siendo marinero, usándose para indicar que una embarcación andaba a la deriva, sin rumbo ni gobierno, y a merced de los vientos y corrientes marinas; evolucionando hasta el uso actual de tal expresión.

Al garete también puede utilizarse en locuciones verbales. En este sentido, irse algo al garete significa que ha fracasado o se ha estropeado. Por ejemplo: “El país se fue al garete”.

Andar al garete, por su parte, se refiere a llevar una vida desordenada, disipada, sin rumbo. Por ejemplo: “Desde que a Luis la esposa lo dejó, anda al garete”.

Estar al garete, asimismo, se usa para significar estar a la deriva, desorientado, sin propósito definido. Por ejemplo: “Cuando llegamos a la ciudad, el primer día sentimos que estábamos al garete”.

Por otro lado, quedar al garete se refiere a quedarse una embarcación a la deriva en el mar por algún desperfecto inesperado (haber perdido las anclas, tener una avería en las máquinas, etc.), de modo que queda a la voluntad de las corrientes o los vientos. 

Por ejemplo: “El capitán se dio cuenta de que se habían quedado al garete”.

Un sinónimo de la expresión al garete es a la deriva.


La Conquista De La Ilusión


La ilusión puede tener su origen en el sentimiento de incapacidad. Ella nace en este tiempo vacío de los pensamientos, y nos distrae del momento presente.

Cuando nos observamos a nosotros mismos, nos encontramos entre las ideas y sus formas. El ser humano es, en verdad, un pozo de dudas, que se convierten en miedos, estorbando su desarrollo, su crecimiento y su éxito, en todas las instancias de su vida.

Cuando nos encontramos, nos confrontamos con las potencias interiores y exteriores de nuestro ser provenientes de la naturaleza, y con nuestro propio dinamismo instintivo. La ilusión aparece en una fase precoz del desarrollo natural de los deseos, para hacer suceder lo que no es real.

Confundimos ilusión con sueños y deseos, pero las ilusiones se quedan en el vacío del ser humano, en cambio los sueños y deseos podemos realizarlos, pues muchos de ellos dependen sólo de nosotros mismos. Cada cual debe buscar las armas necesarias para su realización. Cuanto menos dañemos al prójimo, más nos acercaremos a la realización de un sueño duradero.

Cuando lleguemos a adquirir la fuerza de transformar las ilusiones en sueños, y los sueños en realidad, estaremos dominando las fuerzas que destruyen nuestros miedos y lanzándonos al mundo mágico de los deseos. En ese nuevo mundo, estaremos extrayendo de nuestro interior las energías necesarias para dominar las ilusiones exteriores, fruto exclusivo de nuestros pensamientos mal definidos.

Tenemos que mantener siempre la serenidad, de lo contrario seremos siempre incapaces de oponernos a tales energías. Por un movimiento racional, ella recurre siempre a afectos opuestos, a otras fuerzas emocionales, cuya función es dominar lo más perfectamente posible lo que escapa al control de la razón.


En ese proceso el ser humano desarrolla lo que podemos denominar “ilusión”, moldeándola de acuerdo a su propia experiencia individual en las primarias de la vida. Confrontándose con fuerzas peligrosas, primitivas e incomprensibles, se acuerda del tiempo en que se sentía seguro con la presencia de la madre o del padre, de sabiduría y poder superiores a los suyos, cuyo amor y protección podía conquistar mediante la obediencia y el respeto.

Las Mochilas Ajenas


A lo largo de nuestra vida , casi sin darnos cuenta, vamos cargando una mochila emocional de palabras no dichas, sentimientos no expresados, heridas que duelen, historias ajenas que asumimos como propias, lealtades familiares que hacemos nuestras entre otras muchas cosas.

En piloto automático llevamos un peso en los hombros que cada vez pesa más y más. Llega un punto que es tanto el peso que explotamos, o lo soltamos de golpe, o incluso nos rendimos. En el mejor de los casos pedimos ayuda. Pero a menudo podemos pensar que este peso nos toca llevarlo solos, que no hay nada que podamos hacer para remediarlo. Enfado no expresado, miedo no resulto, tristeza de compañera perpetua…. ¡¡Cuántas cosas vamos acumulando en nuestra mochila!!

Todo lo que vivimos deja una marca en nuestro cuerpo a lo largo de los años. Tenemos memoria emocional, que se va acumulando en nuestro día a día. 

Desde traumas del pasado, heridas infantiles hasta lemas familiares y responsabilidades que no son nuestras. En la mochila también van vivencias positivas, pero esas no pesan normalmente. Esas son livianas y ligeras. Lo que pesa, es lo que duele, son los asuntos pendientes no resueltos, lo que me hubiera gustado decir y no dije.

"Las heridas emocionales de nuestra infancia que no quedan sanadas, dejan una marca en nuestro cuerpo y se acumulan en nuestra mochila emocional".
¿Podemos gestionar nuestra mochila emocional? O ya es una carga insalvable y perdida? ¿Es posible soltar lastre? ¿Es posible dejar ir? ¿Hay posibilidad de vaciar nuestro pasado y sentirnos ligeros en nuestro presente? La respuesta es un rotundo SÍ.

¿Okay, se puede. ¿Pero, cómo? ¿Cómo lo hago si llevo tantos y tantos años con esta mochila que ya parece parte de mi piel? ¿Si ya no sé lo que es vivir sin esta mochila porque incluso me he acomodado a ella?

1. Se consciente de que la mochila PESA: Porque a veces llevamos tanto equipaje que ya nos hemos habituado a él y lo normalizamos o incluso lo minimizamos. - : ¡No pesa tanto! Nos podemos decir. Pero en realidad sí que duele y pesa.
2. Ponla delante de ti en vez de detrás: Cierra los ojos. Visualiza tu mochila emocional delante ¿Qué color tiene? ¿Qué forma tiene esta mochila? ¿Cuán grande es?
3. Abre la mochila: Mientras cierras los ojos, imagina que vas vaciando esta mochila poco a poco. ¿Qué hay dentro? ¿Cuántas cosas pendientes tienes sin resolver? Desenreda el nudo que compone esta mochila. Si separas la carga de pronto ya no parece tan pesada.
4. Identifica qué cosas te cuesta más soltar: Una vez vayas sacando las cosas poco a poco, Ej. La rabia hacia una situación, el hacerte cargo de asuntos que no son tuyos, el pasado que fue mejor.
5. Suelta lo que ya no te sirve: Identifica lo que te toca aceptar a ti y el resto déjalo a quien corresponda. (Con el pasado, con tus padres, a la vida)…
6. Deja solo lo que te va servir de aprendizaje de vida: Hay cicatrices que al tocarlas nos refuerzan y nos vuelven resilientes;  nos empujan a vivir con más fuerza.


Suelta amarres, deja la mochila medio vacía para hacer espacio a las nuevas experiencias que tienes por delante

Objetivos De Vida



“¿QUÉ QUIERES de la vida?” Con esta pregunta empieza A Guide to the Good Life, el libro de William B. Irvine sobre el estoicismo. “De todas las cosas a las que podrías dedicar tu vida, ¿cuál de ellas crees que es la más valiosa?” continúa. 

“Si vives sin un gran objetivo, no tienes una filosofía de vida coherente. ¿Y por qué es importante tener una filosofía tal? Porque si no la tienes, corres el riesgo de malvivir –de que, a pesar de todo lo que hagas, a pesar de todas las cosas placenteras de las que disfrutes, acabes viviendo una mala vida.”

Las palabras de William me hicieron reflexionar. Llevaba varios días dándole vueltas a cuál va a ser el siguiente paso en mi viaje, y la idea de “un gran objetivo vital” me hizo detenerme. Al fin y al cabo, tenía sentido empezar clarificando ese gran objetivo para poder alinear el resto de mis planes con él. 

Saqué un cuaderno, un bolígrafo y me puse a pensar.

Empecé descartando el vivir para ganar dinero o para acumular cualquier tipo de riqueza material. Sencillamente, no le veo el sentido a dedicar mi vida a algo así sabiendo que al morir lo voy a perder todo. Además, millonarios como Bill Gates o Warren Buffett, que ya han logrado ese objetivo, ahora se dedican por completo a la filantropía, lo que deja claro que el dinero no es un buen objetivo vital.

El siguiente “gran objetivo” que consideré fue la felicidad. ¿Era una buena idea dedicar mi vida a ser feliz? Cuando me puse a pensar en esto, me di cuenta de que no tenía muy claro qué era exactamente la felicidad. Sentía que el concepto de felicidad englobaba muchas emociones positivas, pero que unas eran muy diferentes de otras. Por ejemplo, soy feliz cuando me como un helado (placer físico) o cuando completo un proyecto importante para mí (satisfacción). 

En ambos casos siento felicidad, pero son dos tipos de felicidad muy diferentes.

Con la intención de resolver mis dudas, me puse a investigar más sobre el tema, y así es como encontré esta charla TED de Daniel Kahneman que me aclaró muchas cosas sobre cómo vivir la vida alineado a una filosofía que encajara conmigo al 100%.


domingo, 15 de julio de 2018

No te calles nunca

El Poder de Las Palabras
No te calles nunca
No te calles nunca. Se fuerte para levantar la voz contra aquello que consideres injusto.

No te calles nuca. Se valiente para apoyar a aquellos que lo necesitan.

No te calles nunca. Alza la voz contra el abuso, contra el maltrato, contra las injusticias.

No te calles nunca. Que tu voz sirva para apoyar la necesidad de que el mundo sea un lugar más justo, que sea un lugar donde todos tengamos cabida.

No te calles nunca. Defiende aquello que es justo, que tu voz se oiga alta y clara cuando sea necesario y cuantas veces lo sea. Si todos alzamos la voz nos oirán, por fuerza nos oirán porque somos muchos.

No te calles nunca. Que la injustica no te sea indiferente, que tu voz sea capaz de alzarse contra aquello que tus ojos vean y no sea correcto, contra aquello que tus oídos oigan y no sea correcto.

No te calles nunca. No dejes que nadie te obligue a callar, no dejes que ganen aquellos que oprimen, que maltratan, que humillan.

Las palabras tienen poder
Somos muchos, somos legión todos los que pensamos que otro mundo es posible, todos los que creemos en que hay lugar para todos en nuestro hogar.

Las palabras tienen un gran poder, no las dejemos morir en nuestra garganta, dejemos que broten, que se oigan altas y claras expresando aquello que debe ser oído, aquello que debe ser entendido.


Alza tu voz, alcemos nuestras voces, que todo el mundo sea un clamor tan alto que nadie pueda ignorarlo, que no les quede más remedio que escuchar.

Antonio Machado


Convicciones


Las convicciones no surgen ni se construyen solas; son principios y valores que determinan conductas y decisiones como resultado de un proceso de formación; el cual inicia, por lo regular, en el seno del hogar o de la familia, y va cobrando forma con el tiempo a partir de las ideas y enseñanzas que recibimos de las experiencias en nuestra relación con otras personas, en la escuela, en la comunidad, en centros de trabajo o en la experiencia diaria.

Las convicciones nos empujan, definen e incitan a actuar en lo cotidiano. Si formulamos que todos los seres humanos tienen convicciones que los distinguen, debemos notar la consistencia que cada quien tiene para con ellas, porque aun cuando las poseemos, no siempre somos conscientes acerca de éstas, de manera que podamos ordenarlas y examinarlas a fin de que continúen rigiendo nuestras elecciones y comportamientos.

De ahí que algunas personas lleguen a establecer una escala conceptual de principios y valores que derivan en causas e ideologías; dicho sea de paso, estas últimas se relacionan con tener razones para proceder y banderas que defender. 

En la medida en que las convicciones constituyen un ejercicio de certeza y persuasión respecto a ideas a las que estamos firmemente adheridos, entonces nos conducen a adquirir compromisos y asumir responsabilidades; y valga decir, estos dos componentes son los motores para cumplir metas y obtener resultados en consecuencia.

Nuestras convicciones anuncian a otros lo que nos motiva y las pautas bajo las cuales nos disponemos a alcanzar objetivos. Para afirmarse como tal, la convicción necesita ser probada y esto ocurre cuando se enfrenta a sucesos o circunstancias que la amenazan o desafían. No es casual que una de las acepciones de la palabra convicción sea "prueba". Desde esta perspectiva, nuestra convicción puede o no pasar el examen de su solidez. 

Si lo hace, afirma que nuestras acciones están en línea con lo que hemos creído; si no, evidencia que la convicción no era tal o que se reducía a un plano estrictamente dogmático.

Lo importante es que en lo relativo a cuestiones en el plano individual y de bienestar colectivo, nuestras convicciones deben ser firmes e inalterables, ya que mantenerlas así, es fundamental para fortalecer la identidad y permitirnos tomar decisiones que den congruencia al pensar, decir y actuar


La Realidad De Los Sueños


Una mala compañera llamada ansiedad nos lleva a ansiar que todo suceda rápidamente, por arte de magia y que en un abrir y cerrar de ojos todo funcione.

El ímpetu de los comienzos es apasionante, pero en esa fuerza corremos el riesgo de atropellarnos. Las metas necesitan de dos patas inseparables: objetivos claros y paciencia.

Cumplir un sueño, está más lejos del cuento de hadas y más cerca de la realidad del sacrificio. En una época signada por la cultura de lo instantáneo, creemos que es posible lograr metas a corto plazo, pero generalmente sucede bastante poco.

El peligro de tener una visión exitista y rápida, es que la tolerancia a la frustración será escasa. Entonces, apenas nos atraviese el mínimo problema se tenderá al abandono de los objetivos y aquel sueño que proyectamos corre el riesgo de quedar sólo como un mal recuerdo.

No es un mal de unos pocos. La escasa proyección a planes de largo plazo, es el mal de la época. Para pensar en la cultura del trabajo debemos remontarnos a aquellos inmigrantes de principios del siglo XX que comenzaron su trayectoria laboral como obreros o trabajadores incansables y de a poco, con sacrificio extremo y dedicación plena iniciaron su camino hasta lograr una estabilidad.

Entonces, no debería separarse el contexto de la tendencia. Sin dudas, muchos valores e instituciones están en crisis y por lo tanto, no es casual que los proyectos, las metas o los sueños quieran lograrse de un día para el otro, sin tener en cuenta la búsqueda, el camino, los aciertos y los fracasos que implica poder obtener alguna aspiración.

Uno de ellos es el compromiso. La responsabilidad como parámetro es fundamental para lograr una meta: ser coherente entre lo que se dice y se hace con uno mismo y con las personas involucradas; ser ordenado en los objetivos y que el principal involucrado en la meta demuestre su esfuerzo trabajando igual o más que sus compañeros.

Otro valor fundamental es el sacrificio. Todos podemos ser creadores o tener excelentes ideas, pero el arte más admirable es llevarlas a cabo ¿Cuántos creyeron ser los ideólogos de enormes sueños pero ante el gran trabajo que conllevan quedaron en palabras? Es que ser creativo es sólo una parte de la tarea. El 90 por ciento de un sueño se basa en lo que hacemos por él y no en lo que decimos del mismo.


Recuperar los valores perdidos quizá sea le primer paso para pensar un sueño. El ser y el hacer son inseparables para poder lograr nuestros objetivos. Proyectar a largo plazo a través de la cultura del trabajo será la mejor forma que aquellas ideas de las deseamos vivir se conviertan en hechos.

Saber Quién Somos


Cuando nos comparamos con el resto de animales acostumbramos a dar cuenta de nuestra capacidad única para reconocer la existencia de nosotros mismos y de los demás en tanto que seres con motivaciones, objetivos y puntos de vista diferentes y cambiantes. Somos, de algún modo, seres conscientes. Esto puede ser motivo de un cierto orgullo un tanto injustificable, desde luego, pero también es solo una cara de la moneda.

Y es que si bien estar dotados de consciencia puede resultar ventajoso al ir a la par con nuestra habilidad para pensar cosas abstractas, también es una fuente de potenciales problemas que el resto de especies no tienen que afrontar. Y uno de esos posibles problemas puede surgir cuando, inevitablemente, aparece en nuestra corriente de pensamientos una pregunta clásica: ¿Quién soy yo?

La caja de pandora: ¿Quién soy yo?

“¿Quién soy yo?” es una de esas preguntas existenciales que, si no sabemos responder, pueden llegar a convertirse en un obstáculo a la hora de ser felices. Saber quién es uno mismo y hacia dónde queremos ir es una de las bases para encontrar bienestar no ya en los grandes proyectos, sino en todos los detalles de la cotidianidad.

Pero no poder responder a esta pregunta en un momento no quiere decir que todo esté perdido. Actualmente no hay nada que nos haga suponer que la capacidad para plantearse adecuadamente y responder con éxito la cuestión "¿quién soy yo?" sea en sí misma una capacidad innata, algo inamovible e independiente de nuestras elecciones y el ambiente en el que elegimos vivir. En ocasiones, es necesario hacernos esta pregunta para poder seguir creciendo, pues es un indicador de si estamos en el camino correcto.

Además, hay que tener en cuenta que, desde el primer minuto, nuestro conocimiento sobre nosotros mismos está limitado. Aunque parezca engañoso, muchos aspectos de nuestra propia personalidad son mejor conocidos por quienes nos rodean que por nosotros. ¿Por qué? Porque nuestra visión sobre mucho de lo que hacemos, está sesgada.

Dado que nuestra vida es más importante para nosotros que para la mayoría, tenemos interés en deformar la realidad, la interpretación sobre lo que nos ocurre, para que encaje en esa narración que hemos creado para darle una respuesta a la pregunta de "quién soy"; la historia que supuestamente explica lo que es nuestra existencia, como individuos.

Así pues, debemos ser humildes a la hora de extraer conclusiones acerca de quiénes somos, y admitir que siempre hay espacio para la rectificación.



sábado, 14 de julio de 2018

Falacias

Desde tiempos de Aristóteles se había estudiado el tema de las falacias, es decir, de los engaños en los que se propone un argumento que parece correcto pero que en realidad engaña a las personas y les lleva a ciertas conclusiones infundadas.

En ellas no necesariamente se parte de premisas falsas o se propone una conclusión falsa, pues su característica principal consiste en la forma incorrecta de razonar. En una falacia se quiere hacer pasar por verdadero algo sin realmente probarlo. En efecto, puede aparentemente demostrarse una cierta conclusión de forma incorrecta, independientemente de que la conclusión sea verdadera o falsa. 

Por ejemplo, se nos dice o hace creer que un determinado efecto es debido a cierta causa por el simple hecho de que primero se dio la presunta causa y luego el supuesto efecto: ya que fulano hizo el baile de la lluvia y después llovió, la causa de la lluvia es el baile.

En otro caso puede ser que la conclusión sea verdad, por ejemplo si alguien se come un antojito callejero y después se enferma del estómago; aquí puede ser que el antojito sea la causa, pero no es suficiente que se lo haya comido primero para saber si de veras es la causa del malestar.

Existen varios tipos de falacias y se suelen usar a menudo en el mundo y en la cultura en que vivimos. Diariamente se recurre a las falacias en la publicidad de los productos que nos ofrece el mercado y se nos bombardea con falacias para hacernos comprar lo que los comerciantes desean.

Al menos creo que existe una cierta conciencia entre la gente de que ciertos vendedores suelen "enredar" a los posibles clientes. Mucho más serio es el problema del uso de las falacias en el campo social y político. Esto se agudiza en los tiempos de las campañas, porque los candidatos y sus partidos tratan de ganar a como dé lugar el voto de los ciudadanos y cómo "en la guerra y el amor todo se vale" emplean todos los medios, incluso el de hacer pasar por correctos razonamientos erróneos que llevan a las conclusiones que les favorecen en orden a la adquisición del poder.

Lo anterior nos conduce, por una parte, a la necesidad de que los ciudadanos seamos capaces de evaluar con lógica los argumentos que se nos proponen y ello significa que mientras mejor educación tenga la población mejor serán las posibilidades de una adecuada valoración de tales argumentos. Por otro lado, puede verse también la grave responsabilidad ética de actores, quienes deben sentirse obligados a presentar en forma correcta y verdadera cuanto proponen a la ciudadanía.

En ellas no necesariamente se parte de premisas falsas o se propone una conclusión falsa, pues su característica principal consiste en la forma incorrecta de razonar. En una falacia se quiere hacer pasar por verdadero algo sin realmente probarlo.



El Ser Responsable


De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española de la lengua la responsabilidad es “la capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”.

El ejercicio de la responsabilidad individual depende de cada uno. En principio, en un contexto de libertad, y desde la perspectiva de una persona sana, es decir, libre de trastornos psicológicos graves,  todos podemos elegir libremente qué hacer con nuestra vida, hacia dónde dirigirnos, con quienes queremos estar, qué queremos ser. Podemos incluso decidir no tomar ninguna decisión acerca de nuestra vida.

La consecución de nuestros objetivos y de nuestras metas depende de muy diversos factores, pero el principal de todos ellos es ser conscientes de la responsabilidad que tenemos sobre nuestras propias vidas, sobre nuestro bienestar y sobre nuestra felicidad personal.

Ser responsable supone decidir acerca de cuáles son las acciones más adecuadas para conseguir nuestros objetivos, significa ser proactivos, tomar la iniciativa. La responsabilidad conlleva tomar conciencia acerca del nivel de atención que prestamos a nuestro trabajo, a nuestras actividades y tareas cotidianas, así como a las relaciones que mantenemos con las personas que se encuentran en nuestro entorno, ya sea personal o profesional.

Ser responsables significa asumir las consecuencias de las decisiones que tomamos, por tanto, significa excluir de toda culpa a las circunstancias o personas que nos rodean. Expresiones como “ella/él me está volviendo loca/o”, “esta persona me saca de quicio”, “todo lo que me pasa es por su culpa”, “esta situación es injusta”, son expresiones que ponen de manifiesto nuestra falta de responsabilidad.

Ser responsables supone también decidir cómo jerarquizamos nuestro tiempo, como disponemos de nuestra energía, a quiénes le dedicamos ese tiempo y esa energía. Asimismo, ser responsable afecta a la calidad de nuestra comunicación con los demás. En el ejercicio de nuestra responsabilidad somos nosotros los que nos cercioramos de que las personas han entendido el mensaje que transmitimos, y de que también hemos entendido lo que otros pretenden comunicarnos, por tanto, somos responsables de la forma y de la claridad con que expresamos nuestras ideas e interpretamos las de los demás.

La responsabilidad supone aceptar de forma incondicional que nuestra felicidad depende sólo y exclusivamente de nosotros. Esto exige un alto grado de madurez personal. Significa que no vamos a hacer depender nuestra felicidad del hecho de que otros nos quieran o no, cumplan nuestros deseos o no, actúen de la forma que creemos más oportuna o no, o nos presten o no la atención que consideramos nos merecemos.


La Evasión A Otros Mundos O A Otras Vidas

Metafísica

Cada uno de nosotros, de alguna manera, aparte de nuestras creencias, de lo que sepamos o de lo que creamos saber, nos enfrentamos a una forma de lucha interna, de encuentro entre entidades antagónicas.

Por un lado nos sentimos espirituales, nos parece que somos algo que está completamente fuera de este mundo, como de visita, que solamente tendríamos que vivir para la música, para la poesía… Hay en nosotros, sin embargo, una parte biológica, animal, terrestre, que nos impulsa a vivir en el aquí, en el ahora, a saciar nuestros apetitos de la manera más rápida posible, y a sentir una perpetua angustia ante el panorama de una muerte más o menos cercana.

Es evidente que esas tendencias dependen de la cultura, del estudio, de lo que hayamos meditado sobre el tema, de que estemos más o menos liberados de antagonismos; pero por lo general a todos nos afecta la presencia de la muerte en los seres queridos o la posibilidad de la propia. Aunque en teoría hayamos superado ese temor a la muerte, es obvio que este -lo que llaman algunos filósofos europeos el “estado agónico perpetuo del hombre”- es propio del ser humano, pues aparentemente ningún otro ser viviente tiene ese aspecto agónico en su psicología.

Los animales no temen demasiado a la muerte e incluso, en apariencia y hasta donde se ha llegado a estudiar, no registran su vejez; para ellos la vejez no es sinónimo de caída hacia la muerte, la vida es siempre igual. Vamos a establecer unas posiciones básicas, que a lo largo de todo su desarrollo ha sostenido la Humanidad sobre estos aspectos de la vida y de la muerte. 

La posición de la Reencarnación.
Todos los pueblos antiguos, clásicos, y todas las religiones en sus orígenes sostuvieron la teoría de la reencarnación. Incluso la religión cristiana hasta el siglo V -durante el cual se produjeron cismas a causa de ello- aceptaba esta teoría. Dentro de la religión hebrea ha habido siempre dos corrientes muy fuertes: una interior, que desarrolla la Cábala y una exterior, completamente exotérica, que llegaba hasta a negar la inmortalidad del alma de la mujer que no había tenido un hijo varón. Esas corrientes se van a mezclar hasta que, pasado el siglo III, se va a decretar, dentro del cristianismo oficial, la completa negación de la existencia de la Reencarnación.

"Aquí yace un libro viejo y gastado. Que promete volver en una edición renovada, corregida y aumentada". -Emerson-
Pero todos los pueblos antiguos, los sumerios, americanos, egipcios, hindúes, chinos o japoneses creyeron en la reencarnación, con diversas variantes. Grandes personalidades enseñaron directamente la Teoría de la Reencarnación: Pitágoras, Platón, Aristóteles, Confucio, Lao Tsé, Buda y muchos otros. Y entre los modernos encontramos a Nietzsche, Schopenhauer y otros filósofos que también reafirmaron esta vieja teoría.

Es obvio que las sociedades primitivas -o por los menos las que nosotros consideramos primitivas o primeras-, creyeron en la Teoría de la Transmigración de las Almas, es decir, que estas volvían a nacer. De ahí surgieron todas aquellas complejas teorías que hoy, en Occidente, simplificamos un poco: entre los hindúes, la teoría del Karma o de la acción y la reacción; la teoría del Dharma, ley que nos rige a todos, y la teoría del Sadhana o camino que tendríamos que recorrer inexorablemente. Para los antiguos, el ser humano era un ser inmortal, un dios encarnado, emparentado de alguna manera con los dioses.

Os puedo dar ejemplos simples al alcance de la mano, como las obras de Homero: “La Ilíada” y “La Odisea”. En el combate básico, en el tema de la Guerra de Troya, de la toma de la ciudad de Ilion, no solamente existe el combate humano, sino también de los dioses mezclados con los seres humanos. 

Recordemos que Julio César se decía descendiente de Venus-Afrodita.
Ellos creían que, de alguna manera, los dioses se ponían en contacto con los hombres materializándose. 

Es obvio que han existido seres extraordinarios que motivaron un reverdecer de las viejas teorías sobre la reencarnación. En varios libros sagrados, desde el “Bhagavad Gîtâ” hasta los libros antiguos de los griegos, aparecen seres sometidos a pruebas para constatar si son la reencarnación de otros antiguos… 

Otra teoría podríamos llamarla “Teoría Religiosa”; digo religiosa en cuanto a religión externa, exotérica, tal y como las encontramos hoy nosotros en Occidente: la cristiana, la musulmana, la hebrea, etc.

Estas Religiones, en la actualidad, niegan la reencarnación; afirman que el alma es inmortal y nace con el cuerpo: una vez que deja el cuerpo, sigue y se proyecta hacia Dios o se dirige al Paraíso de Adán, o al de las huríes que la esperan, o se encamina a algún otro lugar, pero ha sido creada con el cuerpo. Afirman que habría una creación infinita de almas y todas ellas, según algunas posturas, se volverían a encontrar, incluso corpóreas, en el Juicio Final.

Y por último, la postura muy en boga en los últimos cien años aproximadamente, es la materialista, que tiene varias sub-versiones. No todos piensan exactamente igual, pero más o menos coinciden en afirmar que si existe un alma -o si es que hay algo a lo que podemos llamar alma- nacería con el cuerpo mismo. En verdad, hay más gente que cree en la Reencarnación que gente que no cree en ella. 

Lo que pasa es que, con nuestro “chauvinismo”, los occidentales pensamos que los "reencarnacioncistas" son muy pocos, pero la verdad es que son muchos millones.

De una manera u otra, toda esa gente trae a Occidente esta vieja, antiquísima y ancestral teoría, y Occidente se va impregnando de ella, del "volvemos a vivir". 

Sin embargo, en Occidente, ya desde el siglo XIX, aparecen varios movimientos y sociedades que tratan el tema de la reencarnación. Si uno ve que todas las cosas son cíclicas, que después del día viene la noche; que la Primavera, el Verano, el Otoño y el Invierno se suceden, puede llegar a la conclusión filosófica de que la vida también es de naturaleza cíclica, que después de la vida viene la muerte, y después de esta, nuevamente la vida, y así infinidad de veces.

Esto, que para mí es una realidad, para otra persona es pura subjetividad. Así, lo que es una realidad para el religioso, para el que no participa de su religión, de su fe, es una subjetividad. Y es imposible tratar de transformar una cosa en otra. Fuente: Extraído de la conferencia
“La Vida después de la Muerte”, por Delia Steinberg Guzmán.

KHALIL GIBRAN "Vine a decir una palabra y la he de decir ahora. Y si la muerte se opone, será pronunciada por el Mañana, porque el Mañana nunca deja un secreto en el libro de la Eternidad. Vine a vivir en la gloria del Amor y a la luz de la Belleza, reflejos de Dios. Aquí estoy, vivo, y no he de ser destronado del dominio de la vida, porque a través de mi palabra viviente viviré en la muerte..."
CREDO. León Felipe "Aquí estoy... en este mundo todavía... Viejo y cansado, esperando a que me llamen... Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita y condenada, y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro y me ha dicho severo: 'No, no es la hora todavía... hay que esperar...' Y aquí estoy esperando... Con el mismo traje viejo de ayer, haciendo recuentos y memoria, haciendo examen de conciencia, escudriñando agudamente mi vida...
¡Qué desastre!... ¡Ni un talento!... Todo lo perdí. Sólo mis ojos saben aún llorar. 

Esto es lo que me queda... Y mi esperanza se levanta para decir acongojada: Otra vez lo haré mejor, Señor, Porque... ¿no es cierto que volvemos a nacer? ¿No es cierto que de alguna manera volvamos a nacer? Creo que Dios nos da siempre otra vida, otras vidas nuevas, otros cuerpos con otras herramientas, con otros instrumentos... Otras cajas sonoras donde el alma inmortal y viajera se mueva mejor para ir corrigiendo lentamente, muy lentamente, a través de los siglos, nuestros viejos pecados, nuestros tercos pecados... Para ir eliminando poco a poco el veneno original de nuestra sangre que viene de muy lejos. 

Corre el tiempo y lo derrumba todo, lo transforma todo. Sin embargo pasan los siglos y el alma está, en otro sitio... ¡Pero está! Creo que tenemos muchas vidas..."