Persona, en nuestra cultura, se opone a cosa y
a animal, aunque de distinto modo. En cuanto opuesto a cosas y a
animales el término persona se aproxima al
término hombre. Sin embargo no se superpone con él:
(1º) Porque existen, entre las creencias de nuestra cultura, y sobre
todo en el lenguaje, personas no humanas (personas divinas: Padre, Hijo y
Espíritu Santo; personas angélicas o diabólicas; o incluso las
extraterrestres).
(2º) Porque hay seres o cosas que son humanos, pero no son personales
(por ejemplo el «hombre de Neanderthal» –nadie dice: «la persona de
Neanderthal»– o bien una máquina, un mueble, y en general, la «cultura
extrasomática», que es humana, «cultura humana», y no es personal).
Persona humana añade algo no sólo a «persona» sino también a
«humano». El hombre recibe una determinación importante cuando se le
considera como persona así como la persona recibe una determinación no menos
importante cuando se la considera como humana. Por tanto, no es lo mismo
hombre que persona, como tampoco es lo mismo hombre que ciudadano. «Hombre» es
un término más genérico o indeterminado, que linda con el «mundo zoológico»
(decimos hombre de las cavernas pero sería ridículo decir persona
de las cavernas); «persona» es un término más específico que tiene que ver con
el «mundo civilizado» o, si se prefiere, con la constelación de los valores
morales, éticos o jurídicos propios de este mundo.
La misma etimología de la palabra persona demuestra que es un concepto
sobreañadido al concepto de hombre. Un refrán de origen jurídico, también lo
recuerda: homo plures personas sustinet, es decir, el hombre sostiene
o desempeña muchas máscaras o papeles (un mismo hombre es empresario y
delincuente, es padre y metalúrgico, &c.). «Persona» era, en efecto, la
máscara o careta que usaban los actores de la tragedia para hablar –per
sonare–. No decimos que los hombres actuales puedan no ser personas; decimos
que cabe un concepto de hombre al margen del concepto de persona.
En el derecho romano los esclavos eran hombres pero no eran personas. Lo
que queremos subrayar es que aquellos juristas romanos que usaban el concepto
de hombre lo disociaban del concepto de persona; de suerte que, históricamente,
ocurre como si nuestro concepto actual de persona, como equivalente a hombre,
fuese el resultado de una ampliación del concepto de persona a los
esclavos.
Según esto cabría decir que el concepto de persona apareció como
resultado de un proceso vinculado a la liberación, al menos teórica, de los
esclavos (o de los bárbaros) y no como un mero concepto abstracto, mental,
intemporal. {SV 115-119}