Nuestros deseos vienen a constituir la ansiedad de la realidad, y el
solo hecho de alimentarlos ya puede conceptualizarse como una realización
inicial.
Para llegar a la meta de las más altas miras, es necesario ser un
entusiasta sincero y constante y actuar bajo el influjo de la inspiración.
“Ningún hombre ha llegado a ser grande si no ha sido movido por cierta
divina inspiración”, decía Cicerón.
En la altura de miras es donde se mide la grandeza del espíritu. Las
grandes empresas, una vez encarriladas, suelen causar menos fatigas que las pequeñas
actividades.
Nuestra obra debe proyectarse no sólo para cubrir las necesidades del
presente, sino para que en la posteridad nuestro paso por el mundo haya dejado
huella.
El que poco ambiciona, poco puede recibir. La altura de miras no sólo
abarca lo mucho, sino lo elevado, lo digno y glorioso.
Nuestros deseos vienen a constituir la ansiedad de la realidad, y el
solo hecho de alimentarlos ya puede conceptualizarse como una realización
inicial.
Para llegar a la meta de las más altas miras, es necesario ser un
entusiasta sincero y constante y actuar bajo el influjo de la inspiración.
“Ningún hombre ha llegado a ser grande si no ha sido movido por cierta
divina inspiración”, decía Cicerón.
En la altura de miras es donde se mide la grandeza del espíritu. Las
grandes empresas, una vez encarriladas, suelen causar menos fatigas que las
pequeñas actividades.
Nuestra obra debe proyectarse no sólo para cubrir las necesidades del
presente, sino para que en la posteridad nuestro paso por el mundo haya dejado
huella.
El que poco ambiciona, poco puede recibir. La altura de miras no sólo
abarca lo mucho, sino lo elevado, lo digno y glorioso.
Nuestros deseos vienen a constituir la ansiedad de la realidad, y el
solo hecho de alimentarlos ya puede conceptualizarse como una realización
inicial.
Para llegar a la meta de las más altas miras, es necesario ser un
entusiasta sincero y constante y actuar bajo el influjo de la inspiración.
“Ningún hombre ha llegado a ser grande si no ha sido movido por cierta
divina inspiración”, decía Cicerón.
En la altura de miras es donde se mide la grandeza del espíritu. Las
grandes empresas, una vez encarriladas, suelen causar menos fatigas que las
pequeñas actividades.
Nuestra obra debe proyectarse no sólo para cubrir las necesidades del
presente, sino para que en la posteridad nuestro paso por el mundo haya dejado
huella.