Del latín “dehibere”, compuesto por “de” que indica falta o privación y por “habere” tener; el deber indica algo que tenemos en nuestro poder pero no nos corresponde, y por eso tenemos que reintegrarlo. Es por lo tanto el deber la contra cara del derecho y su más íntimo aliado ya que para tener ciertos derechos debemos cumplimentar otros tantos deberes (si queremos cobrar un sueldo, debemos trabajar, si deseamos aprobar un examen debemos estudiar)
El deber es algo a lo que estamos obligados, ya sea porque lo impone una norma legal, moral, religiosa, o la costumbre. Si no cumplimos con nuestros deberes legales seremos sancionados coercitivamente con penas de multa o de prisión; si no cumplimos nuestros deberes morales, será nuestra conciencia, por medio del remordimiento la que se encargue de juzgarnos.
El deber encamina nuestra voluntad hacia lo correcto, dominando los instintos; por ejemplo: “Deseo salir a pasear en este bonito día de sol, pero debo ir a trabajar para mantener a mi familia”.
Todas las personas deben cumplir deberes; los niños las tareas escolares, respetar a sus padres, realizar pequeñas tareas de colaboración doméstica; los adultos cumplir con las normas de tránsito, pagar impuestos, trabajar, etcétera.
Se llaman deberes cívicos los que poseen las personas como ciudadanos de un Estado democrático, entre los cuales es fundamental sufragar en las elecciones para cargos gubernamentales.
Para el filósofo Kant los actos que se realizan por deber son moralmente buenos. Si los deberes morales tienen carácter absoluto (se aplican en todo tiempo y lugar) los llama imperativos categóricos; si son relativos, para conseguir un fin, los denomina imperativos hipotéticos. Estos últimos no son mandatos morales en sentido restrictivo.
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