miércoles, 15 de abril de 2020

La Grandeza Humilde

A casi todos nos inculcaron desde niños la importancia de cultivar la humildad. Este es un principio muy bonito, de hecho, es algo que la mayoría de los grandes personajes de la historia de la humanidad comparten, el problema es que muchas personas lo malinterpretan y lo confunden con una desacreditación de los propios logros.


Esto es algo que ocurre mucho en las áreas creativas, en donde, gracias a este entendimiento erróneo de la humildad, podemos encontrar a ilustradores que presentan su trabajo a los clientes como “dibujitos” o diseñadores que dicen hacer simples “loguitos”.

La mala interpretación de la humildad se hace más patente aún frente a la recepción de un halago. Cuando algún colega, amigo, familiar, o incluso, un cliente felicita a un creativo por su trabajo, es probable que éste tenga el impulso inmediato de desacreditarse, aludiendo a diferentes cosas sin importancia. Un diseñador, por ejemplo, podría decir que Photoshop ayudó mucho, un fotógrafo podría aludir a que con una luz de atardecer perfecta era prácticamente imposible tomar malas fotos, un periodista podría decir que las respuestas del entrevistado hicieron todo el trabajo o un diseñador web quizá diga que no fue un proyecto complicado gracias a que WordPress ya incluye todas las funcionalidades necesarias.

Para mucha gente es difícil recibir un halago y responder con un simple “gracias”, sino que, de manera innata, buscan la forma de restarse mérito.

Conozco esto bien porque yo solía ser así. Afortunadamente es un hábito que he logrado cambiar con el tiempo.

Si tu trabajo es bueno, es inevitable que tu entorno y, sobre todo, tus clientes lo noten y te lo hagan saber.

Entonces…
¿Por qué nos sentimos incómodos con los halagos?

Porque nosotros conocemos el tras bambalinas, todo aquello que los clientes jamás verán, todas esas dudas que pasan por nuestra cabeza mientras creamos.

Nosotros sabemos claramente cuáles fueron nuestras referencias, sabemos en qué nos inspiramos y la cantidad enorme de bocetos deficientes que desechamos antes de llegar al resultado final. 

Desde nuestra perspectiva, podemos apreciar, a diferencia de nuestros clientes, que nunca hemos sido genios, ni superdotados; que esas ideas que a ellos les parecen magníficas, en realidad son cosas que leímos en un libro o que dijo otra persona que probablemente sea más inteligente que nosotros.

Estamos en una posición tan cercana al proceso creativo que nuestra visión está nublada por todas las imperfecciones del camino, sin embargo, eso no es lo que ve la otra gente. Ellos ven el resultado final, la parte genial de nuestro trabajo y están en todo su derecho de felicitarnos, si lo consideran pertinente; mientras que, por nuestra parte, debemos estar abiertos a recibir y aceptar esos halagos con la consciencia de que lo merecemos.

Con esto no quiero decir que debamos andar por allí como unos engreídos, creyéndonos los mejores del mundo.


La verdadera humildad está en recibir los comentarios positivos con una sincera gratitud y, sobre todo, en compartir el crédito con quienes participaron en el proceso y contribuyeron a que el trabajo se llevase a cabo.


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