Diversidad cultural y Derechos Humanos
Conviene aclarar que la defensa de la diversidad cultural no significa
aceptar que todo vale, que todo lo que los pueblos crean sea siempre bueno.
Lo que es siempre bueno, en cualquier dominio, es la diversidad… si
es auténtica, es decir, si no hay imposición forzada de unas formas sobre las
otras.
Y cabe afirmar eso, entre otras razones, precisamente porque no
todo vale. A menudo es el contacto entre diferentes culturas lo que permite
cuestionar los aspectos negativos y aprovechar los positivos de cada una de
ellas. Podemos concluir que la diversidad cultural es siempre positiva en
sí misma porque nos hace ver que no hay una única solución a los
problemas, una única ley incuestionable… y eso nos autoriza a pensar en
distintas posibilidades, a optar sin quedar prisioneros de una única norma. Con
otras palabras, en situaciones de libertad, ninguna peculiaridad
cultural, digamos "regresiva", acaba imponiéndose a otras más
avanzadas, más satisfactorias para la generalidad de las personas.
Algunos se preguntan, sin embargo, si ello no supone una
homogeneización, una pérdida de diversidad cultural. ¿No se puede caer en etnocentrismos estrechos?
¿Por qué, por ejemplo, hay que imponer a otros pueblos los derechos humanos propios de
la civilización occidental?
Para empezar, los derechos humanos, no pertenecen a la
cultura occidental; son el fruto reciente y todavía incompleto de una batalla
contra las tradiciones opresivas presentes en todas las
culturas. Y se apoyan en elementos liberadores presentes también en las
diversas culturas. No se puede hablar, como han hecho algunos líderes
políticos, de la "superioridad de la tradición cultural
occidental" porque respeta los derechos humanos y
reconoce la igualdad de derechos de ambos sexos… olvidando que hasta hace muy
poco ninguna mujer tenía derecho a votar, ni podía viajar a otro país, ni
tampoco realizar una transacción económica de alguna entidad sin permiso del
marido, y olvidando también que en esos países de “tradición cultural
occidental” algunos derechos humanos reconocidos son frecuentemente violados.
No tiene sentido hablar de los derechos humanos como una imposición de
la cultura occidental, ni como un ataque a la diversidad cultural. Se trata de
un movimiento transversal que recorre todas las culturas y que
va abriéndose paso con mayor o menor dificultad en todas ellas. Cuando el burka
y todo lo que representa constituya un objeto visible únicamente en los museos,
ello no constituirá ninguna pérdida de diversidad cultural, sino que
significará el fin de una trasgresión de derechos fundamentales de las mujeres,
liberará la creatividad de un segmento importante de la humanidad y dará paso a
nuevas creaciones culturales.
Pero, ¿no nos condena eso a la homogeneización, a la pérdida de la
diversidad cultural? "¿No nos estaremos yendo -se pregunta Maalouf,
criticando el actual proceso de globalización- hacia un mundo gris en el que
pronto no se hablará más que una lengua, en el que todos compartiremos unas cuantas
e iguales creencias mínimas, en el que todos veremos en la televisión las
mismas series americanas mordisqueando los mismos sándwiches?".
Hoy existen riesgos serios, muy serios, sin duda, de pérdidas
irreparables del patrimonio cultural de la humanidad: ya hemos hablado de las
miles de lenguas y otras aportaciones culturales en peligro. Pero el hecho
mismo de tener conciencia de los riesgos crea condiciones para
atajarlos. El verdadero peligro estriba, ante todo, en no ser conscientes
de los problemas o en tener una percepción equivocada de los mismos.
Por eso es importante profundizar en los problemas y no contentarse con
los tópicos. Es necesario, pues, analizar más detenidamente ese proceso de
globalización o mundialización cuyos efectos homogeneizadores tanto asustan a
algunas personas. Quizás ello nos permita ver que no todos los signos son tan
negativos y podamos separar el grano de la paja.
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