Cuando decidimos pelear para alcanzar un objetivo, tenemos en nuestra
mente una imagen muy definida de aquello que queremos lograr. Idealizamos y
dedicamos mucho tiempo y energía en definir cada ínfimo detalle de nuestro
deseo.
Recreamos mil y una situaciones en las que todo va tomando forma, experiencias
que queremos vivir, dónde, cómo, con quién queremos compartirlas, celebraciones
en las que sabemos hasta las canciones que queremos bailar, momentos difíciles
en los que somos capaces de enfrentarnos a cualquier obstáculo,
encontrando a nuestro alcance todos los recursos y herramientas
para lograrlo.
Sí, en nuestra imaginación tenemos el poder de crear una realidad
paralela en la que todo es tal y como a nosotros nos gustaría, y cuando no es
como yo quiero puedo manejar las circunstancias para que al final todo salga
bien (como a mi me da la gana), total solo tengo que pensarlo para que la película
siga su curso y acabé con final feliz.
Pero a la hora de la verdad no es tan bonito, ni tan fácil. Tienes
todas las dudas habidas y por haber, no sabes si merece la pena luchar por algo
que parece imposible o al menos, bastante improbable. Más siendo consciente de
que por el camino tendrás que asumir ciertos daños colaterales, que te
encantaría omitir, pero forman parte ineludible de esta búsqueda.
Hay algo dentro de ti (conciencia lo llaman) que se esfuerza en
recordarte que tu deseo no es del todo ético, que estás pasando por alto
ciertos detalles que tal vez no estén bien, incluso puede que estés haciendo
daño a otras personas por tu tozudez, por negarte a renunciar a eso que tanto
anhelas.
Y sí, es cierto, cuando nos decidimos a buscar nuestro propio tesoro,
nos olvidamos un poco de que a nuestro alrededor hay muchas personas que nos
han ayudado a llegar hasta este punto. Esas mismas personas que no paran de
recordarte que te vas a equivocar, que no te dejes llevar porque te vas a dar
una golpe monumental. Te quieren mucho, demasiado para permitir que te
hagas daño, pero sabes…la vida es muy loca y no conozco a nadie que haya sido
capaz de volar sin caer de bruces al suelo al menos un puñado de veces.
Así que sí, siempre, atrévete a buscar el tesoro. Aunque el resto del
mundo te diga que no está bien. Si tu sientes la necesidad, hazlo, no eres
tonto sabes que puede salir mal, incluso que lo más seguro es que salga mal,
pero da igual, tienes que hacerlo, porque te lo pide el cuerpo. Hazlo!
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