Actualmente vivimos en una sociedad cuyos valores fundamentales son el éxito, la riqueza, el poder, el sexo, el egoísmo, la mentira, la superficialidad.... y en la que nosotros pugnamos por sobresalir y triunfar, educando a nuestros hijos en estos valores, aunque nos llamamos cristianos, vayamos a Misa los domingos, bauticemos a nuestros hijos y les llevemos a catequesis para que hagan la Comunión. ¿Qué estamos haciendo? ¿A qué jugamos?
Todos criticamos la sociedad en la que vivimos, a los gobiernos, a los políticos. La depravación de la juventud, la pérdida de valores cristianos, la falta de humanidad... pero ¿Hacemos algo por cambiarla o estamos cómodamente instalados en ella? Seamos sinceros con nosotros mismos y veamos cuál es nuestra situación en la sociedad, ya que la mejor manera de cambiar el mundo es empezar por uno mismo.
Dicen que había una vez un alcalde que quiso embellecer su ciudad, que estaba muy sucia, y publicó un bando en el que se ofrecía una enorme cantidad de dinero al que le ofreciera una manera de limpiarla eficazmente. Muchos fueron los que dieron soluciones costosísimas y complicadas invirtiendo en enormes máquinas limpiadoras, personas especializadas y productos maravillosos, pero no dieron resultado. Cuando estaba desesperado por no encontrar el método eficaz y correcto para mantener limpia su ciudad, un anciano se le acercó y le dijo: - "creo que tengo la solución al problema que tienes"- y el alcalde le pregunto un tanto escéptico -"dime cual es"- y este respondió: -"que cada vecino barra y limpie la puerta de su casa"-
Parece algo simple y tonto, pero es la verdad. ¿De qué nos sirve criticar la actuación del gobierno de los políticos o de nuestros jefes si no podemos cambiarlos?
Tenemos que empezar barriendo y limpiando nuestra casa y haciendo que cambie lo que tenemos alrededor -nuestros hijos nuestro trabajo, nuestro entorno - y así contribuiremos a que esta sociedad se renueve con una generación nueva y diferente.
Ocupémonos de una manera real de la educación de nuestros hijos, de saber qué piensan, qué les preocupa, quienes son sus amigos, qué hacen los fines de semana, dónde pasan los ratos de ocio, de cumplir con nuestra obligación de cada día... Empecemos a cambiar la escala de valores de esta sociedad, apostando por el amor, la entrega a los demás, la sinceridad, la lealtad, la sencillez, el perdón... en lugar del egoísmo, el éxito la mentira, la humillación, la competitividad, la falta de principios..., a través de nuestra familia y de nuestros hijos, que son la semilla del mañana, y convirtamos esta sociedad en una comunidad auténticamente cristiana contribuyendo así a que a través de nosotros, nuestros hijos sean de verdad hombres y mujeres cristianos e íntegros luchando por un mundo mejor.
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