martes, 21 de abril de 2020

Globalización


Desde hace más de tres décadas hemos vivido una globalización acelerada, acompañada por la llamada cuarta revolución industrial, la cual ha permitido conectar a la mayoría de la humanidad entre sí, en todos los planos. Esta oleada de globalización hizo central el debate sobre el rol de los mercados, el papel del Estado y la cultura en estos procesos. Muchos creyeron que era el fin de la historia, y el triunfo del capitalismo liberal y el Estado democrático. 

La experiencia indicó rápidamente que las reacciones generadas por estos procesos crearon tantas tensiones que le recuerda a uno las tesis de Karl Polanyi, en su libro La gran transformación, ocurrida a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.  Ello generó fracturas profundas que se resolvieron en dos guerras mundiales, el fascismo, el surgimiento del mundo socialista y el auge de la socialdemocracia.

La época actual nos invade con similares tensiones. La oleada globalizadora ha sido recibida por una respuesta que ha atizado los movimientos nacionalistas, populistas y religiosos. Ya no se discuten tanto los temas de las décadas recientes, sino el surgimiento de movimientos nacionalistas de derecha en Europa y otras partes del mundo, el rechazo a los migrantes y la lucha contra el fanatismo musulmán. Los Estados nacionales parecen ser cada vez más impotentes para enfrentar estas amenazas, y personajes histriónicos y peligrosos aparecen en la escena internacional. 

Los marginados de los supuestos beneficiarios de la globalización se sienten excluidos, olvidados, y desean recuperar la “grandeza” de sus naciones apoyando candidaturas que sorprenden, como es el caso de Trump en Estados Unidos, quien disputa en forma cerrada la presidencia. En Gran Bretaña, los excluidos de esta globalización apoyaron la salida de la Unión Europea. En Asia aparecen personajes como el Presidente de Filipinas. En el Oriente, la amenaza nuclear con Corea del Norte siembra incertidumbre.

América Latina no se queda atrás, al ver un chavismo aferrado al poder y saboteando un referendo que lo sacaría del mismo, pues en últimas es lo único que cuenta, a pesar de la posible implosión social. Brasil cae en el marasmo de la corrupción y Argentina se sacude con protestas sociales frente a las políticas de Macri. México está sumergido en la criminalidad del narcotráfico. La región se estanca en su crecimiento económico, y el desempleo empieza a crecer en todos los países.

Lo significativo es que nuestro país sea ahora portador de buenas noticias, con la firma en Cartagena de los Acuerdos de La Habana. ¡Quién lo creyera! El país parece dispuesto a escoger un sendero de desarrollo, inclusión y justicia social, en medio de los radicalismos universales.

Polanyi indicó hace mucho que la globalización obligaba a las naciones a construir cinturones sociales de protección. No para aislarse del mundo, sino para neutralizar los efectos negativos y desarrollar más equidad e inclusión. Empezar por el agro, ampliar nuestra limitada democracia, y utilizar políticas diferentes para el narcotráfico vale la pena.

El mundo nos observa.


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