Cuántos habrán pasado de llevar la ropa que deseen por la calle, víctimas de los roles sociales, cuántos habrán ocultado sus gustos, sus inclinaciones políticas o sus tendencias sexuales por no ser pasto de las críticas, o por no sentirse fuera del círculo marcado por la sociedad.
A veces me pregunto, con algo de rabia, qué nos haría diferentes y únicos si todos votásemos al mismo partido, escucháramos a Enrique Iglesias o fuéramos adoctrinados en el músculo y la apariencia desde un gimnasio. ¿Dónde estaría la variabilidad de la especie humana?.
Aunque en el fondo sí que somos diferentes, distintos, tenemos ideas equivocadas o acertadas, pero al menos nuestras, aunque claro, somos débiles ante el influjo de los demás, no reparamos en la personalidad como algo importante, como algo singular.
Aunque en el fondo sí que somos diferentes, distintos, tenemos ideas equivocadas o acertadas, pero al menos nuestras, aunque claro, somos débiles ante el influjo de los demás, no reparamos en la personalidad como algo importante, como algo singular.
El mundo nos encorseta en unos perfiles que tal vez no seamos, en ellos nos desenvolvemos de un modo apático, añoramos con desgana la libertad de ser quiénes queremos ser, pero con tanto maquillaje y peluca, al final olvidamos quiénes somos.
Si se piensa bien es una lobotomía, extirpar la originalidad, los colores y la creatividad por grises.
Todo iguales, sacados de una cadena de montaje, con ideas similares, dibujadas por medios de comunicación y escuelas alienantes con vestimentas acordes a nuestros estatus sociales, a los roles que la sociedad no ha implantando. El heavy, el hippy o el perroflauta, son elementos disgregantes, extraídos de la cadena genética de los hombres y mujeres diseñados para ser respetados y para dirigir nuestros porvenires.
La idea divergente, la que hable de cuestiones que no emboten el cerebro o hagan pensar, son apartados, alejados del hilo musical de las conversaciones lineales, copiadas unas de otras, repetidas hasta la saciedad. Vivir como se quiere es una locura a veces, pues eso mismo es lo que dirán los bienpensados, los defensores de la tradición, de lo que está bien per se. Los locos que llevan greñas y hacen los cuernos, cosas de adolescencia o un paso hacia la adultez. Son frases carentes de sentido, argumentos sostenidos con pinzas, juegos de palabras y sobre todo, ideas pobres de la personalidad de la gente.
La idea divergente, la que hable de cuestiones que no emboten el cerebro o hagan pensar, son apartados, alejados del hilo musical de las conversaciones lineales, copiadas unas de otras, repetidas hasta la saciedad. Vivir como se quiere es una locura a veces, pues eso mismo es lo que dirán los bienpensados, los defensores de la tradición, de lo que está bien per se. Los locos que llevan greñas y hacen los cuernos, cosas de adolescencia o un paso hacia la adultez. Son frases carentes de sentido, argumentos sostenidos con pinzas, juegos de palabras y sobre todo, ideas pobres de la personalidad de la gente.
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