lunes, 20 de abril de 2020

Cultivar La Paciencia

los impulsos primarios y sustituirlos por un proceso de análisis pausado. Esta paz interior requerirá de un gran cultivo interior de una mente comprensiva, empática y paciente. Una mente que, a pesar de lo que ocurra ahí fuera, sepa permanecer tranquila.

Mientras la paciencia nos lleva a ser asertivos (decir lo que queríamos decir, hacer lo queríamos hacer y pensar lo que queríamos pensar), la impulsividad nos conduce al equívoco. Terminamos agravando problemas que no eran graves, creando distancias donde debería haber cercanía y diciendo lo que nos ordena nuestro impulso de causar daño, en lugar de lo que puede hacerle bien a todos.

Por eso la paciencia está entre las grandes virtudes universales, que incluso los guerreros más osados han cultivado a lo largo de la historia.

Dentro de cada uno de nosotros sigue habitando un mamífero, más o menos depredador. Cuando no se cultiva el carácter, tendemos a ser impulsivos. Reaccionamos con rapidez para atacar o defendernos, sin que tengamos claro lo que pretendemos lograr, ni la estrategia que vamos a emplear para ello. A veces, ni siquiera podemos definir con exactitud cuál es la amenaza que nos produce semejantes reacciones.

La paciencia es el extremo opuesto a la impulsividad. No se trata de un estado de pasividad, sino de una respuesta basada en la sabiduría y no en lo que nos gritan las vísceras.

La clase de paz que lleva a la paciencia es, sobre todo, una paz interior. Supone un grado de equilibrio suficiente como para refrenar los impulsos primarios y sustituirlos por un proceso de análisis pausado. Esta paz interior requerirá de un gran cultivo interior de una mente comprensiva, empática y paciente. Una mente que, a pesar de lo que ocurra ahí fuera, sepa permanecer tranquila.

Mientras la paciencia nos lleva a ser asertivos (decir lo que queríamos decir, hacer lo queríamos hacer y pensar lo que queríamos pensar), la impulsividad nos conduce al equívoco. Terminamos agravando problemas que no eran graves, creando distancias donde debería haber cercanía y diciendo lo que nos ordena nuestro impulso de causar daño, en lugar de lo que puede hacerle bien a todos.

Por eso la paciencia está entre las grandes virtudes universales, que incluso los guerreros más osados han cultivado a lo largo de la historia.

Nadie nace esgrimiendo la virtud de la paciencia. Todo lo contrario. El bebé quiere lo que necesita y lo quiere ya. No tiene sentido de la espera, ni las herramientas intelectuales o emocionales que le permitan posponer un deseo. Crecer, entonces, está íntimamente relacionado con aprender el significado de la paciencia.

Para lograrlo, en principio, se trata de renunciar a reaccionar de manera inmediata. A veces unos cuantos segundos marcan la diferencia entre actuar de manera errática o comportarnos de forma inteligente. Como afirma el sabio Shantideva: «así, cuando vea hacer algo incorrecto ya sea a un amigo o enemigo, recordaré que ocurre debido a las circunstancias y permaneceré sereno». Shantideva, nos introduce de este modo, a que comprender las circunstancias de una situación, nos llevará a fomentar nuestra paciencia.

Se trata de un entrenamiento. Cuanto más practiques, más paciente serás. Cuanto más adoptes el hábito de tomarte un momento antes de responder o actuar, más fácilmente vas a introducir esa orden en tu cerebro, obligándolo a razonar.

La respiración ayuda a que te calmes. Respirar profundo siempre es un recurso fácil, que tenemos a mano todo el tiempo. Pero también ayuda que, al tiempo que cultivas la paciencia, siembres en tu mente y en tu corazón la idea de que eres dueño de ti mismo. Que todo lo que haces o dejas de hacer es responsabilidad exclusivamente tuya. Que todo lo que ocurra dependerá de la forma como actúes.
sereno». Shantideva, nos introduce de este modo, a que comprender las circunstancias de una situación, nos llevará a fomentar nuestra paciencia.

Se trata de un entrenamiento. Cuanto más practiques, más paciente serás. Cuanto más adoptes el hábito de tomarte un momento antes de responder o actuar, más fácilmente vas a introducir esa orden en tu cerebro, obligándolo a razonar.

Con esa convicción y una pizca de esperanza, lo puedes lograr. Piensa que todo en la vida tiene un principio y un final. Así como los momentos de felicidad nacen y mueren, también las adversidades, o los momentos ingratos, no son eternos. La paciencia te ayuda a que cualquier problema sea más manejable, dure menos y tenga consecuencias más controlables.

Así pues, si comenzamos a cambiar el foco sobre el control de las emociones, comenzaremos a ser dueños de nuestra paciencia. En lugar de darles a los demás el poder para que nos saquen de quicio, seremos nosotros quienes decidamos estar calmados o alterados. De esta forma, cuando seamos conscientes de que tenemos el poder de permanecer tranquilos a pesar de lo que ocurra ahí fuera, habremos dado un paso muy importante. Un paso que nos llevará a gozar de una vida mucho más tranquila y llena de paz.


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