Fue Montaigne quien empezó a hablar de «l’humaine condition»
Cuando Montaigne afirma que: «Cada hombre lleva la forma de la humana
condición» (ESSAIS, II, XIII) no intenta en modo alguno definir un concepto de
humanidad que ofrezca a cada hombre su norma o su medida.
Lo que Montaigne pretende expresar es que no existe una representación
universal del hombre sino tan solo seres humanos concretos. La condición no es
algo privativo de los ‘grandes’, sino propia y específica de cada cual en su
diferencia — y de esa manera su afirmación es antiplatónica.
Pero para un lector de 1958, ‘condición humana’ era especialmente un
concepto que resonaba previamente en EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO de
Sartre, en el pensamiento de Jaspers y en una novela de André Malraux de título
homónimo que hoy es poco leída, pero cuyo influjo fue fundamental en su época.
Arendt retoma el concepto de ‘condición humana’ desde Sartre que en EL EXISTENCIALISMO
ES UN HUMANISMO había escrito: «No es por azar que los pensadores de hoy hablan
más habitualmente de la condición del hombre que de su naturaleza. Por
condición entienden con más o menos claridad el conjunto de los límites
a priori que esbozan su situación fundamental en el universo».
En una lectura atenta del párrafo sartriano antes citado podrían
analizarse tres cuestiones. Por una parte la ya referida de la concurrencia
entre condición y naturaleza. En segundo lugar está el tema de los límites
a priori. Para Sartre hay otros límites (el trabajo, la muerte) cuya
característica es la necesidad.
Esos límites no son puramente objetivos sólo por aparecer
universalmente, sino que tienen un aspecto subjetivo en la medida en que son
«vividos»; el hombre «se determina libremente en relación a ellos» e intenta
«franquear esos límites para retrasarlos, para negarlos o para
acomodarse».
Finalmente, como tercera cuestión, Sartre conviene que la condición
humana es una denominación abierta con el inconveniente (que para Jaspers y
Arendt es oportunidad) de existir en una ambigüedad constitutiva.
La condición humana (que se ha vuelto problemática y todavía más frágil
con la bomba atómica, un tema que obsesiona a Jaspers a lo largo de toda la
postguerra) es a la vez finitud y posibilidad. La aportación arendtiana se
sitúa en este contexto añadiendo la politización del concepto y su vinculación
a la técnica, leída (no se olvide) desde el impacto de la bomba atómica en
Jaspers y en la traumatizada opinión pública alemana de su época.
El concepto de ‘condición humana’ tiene una larga tradición en filosofía.
Expresa una manera de ‘estar en el mundo’ específica, viviendo y actuando en
él. La «condición» (cambiante, social) expresa lo opuesto a la «naturaleza»
(biológica, eterna, intransformable). En tal sentido la condición humana
permite una respuesta al problema del mal radical: el mal pertenece a la
naturaleza y sólo la ‘condición’ (política) permite abordarlo.
Con la naturaleza no se dialoga, pues ella se impone; la ‘condición’ en
cambio, y por decirlo en los términos de Jaspers, no es «ser-así» sino
«poder-ser», libertad en definitiva. LA CONDICIÓN HUMANA de Arendt da por
supuesto que el lector conoce la distinción entre «naturaleza» y «condición»
antes de ponerse a leer el libro (circunstancia que en los tiempos que corren
no siempre es puede darse por descontada).
Fue Montaigne quien empezó a hablar de «l’humaine condition»
Cuando Montaigne afirma que: «Cada hombre lleva la forma de la humana
condición» (ESSAIS, II, XIII) no intenta en modo alguno definir un concepto de
humanidad que ofrezca a cada hombre su norma o su medida.
Lo que Montaigne pretende expresar es que no existe una representación
universal del hombre sino tan solo seres humanos concretos. La condición no es
algo privativo de los ‘grandes’, sino propia y específica de cada cual en su
diferencia — y de esa manera su afirmación es antiplatónica.
Pero para un lector de 1958, ‘condición humana’ era especialmente un
concepto que resonaba previamente en EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO de
Sartre, en el pensamiento de Jaspers y en una novela de André Malraux de título
homónimo que hoy es poco leída, pero cuyo influjo fue fundamental en su época.
Arendt retoma el concepto de ‘condición humana’ desde Sartre que en EL
EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO había escrito: «No es por azar que los
pensadores de hoy hablan más habitualmente de la condición del hombre que de su
naturaleza. Por condición entienden con más o menos claridad el conjunto de
los límites a priori que esbozan su situación fundamental en
el universo».
En una lectura atenta del párrafo sartriano antes citado podrían
analizarse tres cuestiones. Por una parte la ya referida de la concurrencia
entre condición y naturaleza. En segundo lugar está el tema de los límites
a priori. Para Sartre hay otros límites (el trabajo, la muerte) cuya
característica es la necesidad.
Esos límites no son puramente objetivos sólo por aparecer
universalmente, sino que tienen un aspecto subjetivo en la medida en que son
«vividos»; el hombre «se determina libremente en relación a ellos» e intenta
«franquear esos límites para retrasarlos, para negarlos o para
acomodarse».
Finalmente, como tercera cuestión, Sartre conviene que la condición
humana es una denominación abierta con el inconveniente (que para Jaspers y
Arendt es oportunidad) de existir en una ambigüedad constitutiva.
La condición humana (que se ha vuelto problemática y todavía más frágil
con la bomba atómica, un tema que obsesiona a Jaspers a lo largo de toda la
postguerra) es a la vez finitud y posibilidad. La aportación arendtiana se
sitúa en este contexto añadiendo la politización del concepto y su vinculación
a la técnica, leída (no se olvide) desde el impacto de la bomba atómica en
Jaspers y en la traumatizada opinión pública alemana de su época.
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