domingo, 4 de junio de 2017

Alternativas


Cuando uno habla de alternativa se está refiriendo a la situación de optar o de elegir entre dos cosas diferentes o dos posibilidades de acción.

Básicamente la alternativa es la opción existente entre dos o más cuestiones y sobre las cuales se puede elegir, optar por una o por otra, según la creencia personal, o el consejo de alguien, que tal o cual será la mejor a la hora de cumplir un objetivo o de desarrollar una tarea.

Las alternativas también pueden tomarse como posibilidades que se nos presentan y que están allí listas para ser elegidas ante una elección. Si vamos a un concesionario de automóviles para comprar un auto y nos ofrece el modelo que deseamos adquirir en cinco colores diversos, tendremos cinco alternativas de ese auto y podremos inclinarnos por aquella que más guste.

Generalmente, cuando se expresa una alternativa se emplea la conjunción o, que hace las veces de nexo conector entre las dos cuestiones o posibilidades.

En la vida cotidiana los seres humanos nos vemos sometidos a diferentes alternativas entre las cuales sí o sí deberemos elegir una. Trabajar tiempo completo o estudiar, permanecer solteros o casarnos, tener un hijo o no tener ninguno, entre las más comunes. En tanto, lo que también sucede con recurrencia es que ante determinadas circunstancias se diga que no existe una alternativa posible, es decir, los acontecimientos se presentan tan cerrados que es imposible hallar otra posibilidad y únicamente existe un solo camino por seguir. La muerte o los hechos que son ajenos a la voluntad de cualquier persona, como ser un accidente, un desastre natural, se consideran situaciones que no presentan una alternativa posible.

Las personas, reconstruyen las condiciones de su ambiente y desde este marco de referencia proyectan alternativas de movimiento y definen sus decisiones. La capacidad de observación y la amplitud de las explicaciones frente a las novedades, puede definir al contexto como un espacio atractivo de potencialidades o como un paisaje de limitaciones o amenazas. La diferencia entre una y otra imagen influye en las alternativas de adaptación disponibles frente a la complejidad del contexto. A mayor diseño de alternativas, mayores opciones de decisión.

En este marco, la apertura de un sistema humano a nuevos espacios de desarrollo surge de la combinación de las posibilidades del contexto (relacionada con la complejidad del entorno) y las oportunidades de desarrollo que subjetivamente identificamos (relacionadas con las observaciones y explicaciones sobre ese contexto). Las alternativas surgen de las decisiones que las personas realizan sobre las posibilidades del contexto. 

En el diseño de alternativas se articulan dos aspectos. Primero, rediseñar el contexto, esto implica abordar de manera más amplia los movimientos y las tendencias para contemplar más estados posibles de desarrollo. Segundo, transformar la mirada que condiciona las explicaciones sobre los acontecimientos cotidianos.


Hugo W Arostegui

sábado, 3 de junio de 2017

La Vida Intensa


¿Qué sería de la vida si no la tomamos en serio, si no amamos en serio, reímos en serio, bromeamos en serio?

La sociedad está inmersa en una época en la que todo lo que hacemos tiene una carga irrelevante, un espíritu que al mismo tiempo que puede significar muchas cosas, no significa nada. Un beso, un mensaje o una obra de arte pueden ser una expresión profunda de nuestro sentir; sin embargo, la mayoría del tiempo pasan por un proceso que les resta significancia, provocado por la sociedad misma y el profundo temor a comprometerse o definirse bajo cualquier causa o estandarte.

¿Alguna vez te han dicho tus amigos que eres demasiado intenso por enojarte en una discusión, defender un punto de vista o tomar muy seriamente tu relación de pareja? Estas señales te ayudarán a identificar si realmente lo eres: 

Nunca ocultas tus sentimientos
Cuando conoces a alguien, lo que menos te importa es lo que piense sobre ti, tu ideología o creencias. No disimulas ni un instante tus sentimientos, sin importar si esto resulta contraproducente. Siempre esperas que los demás estén enterados de lo que sientes para evitar malentendidos o conflictos. Si tienes un problema con alguien, eres directo y vas al grano en vez de especular o provocar dudas.

Te interesas realmente por lo que te apasiona
La vida está llena de tantas personas como puntos de vista, actividades e ideologías distintas. Por supuesto, hay algunas que no te interesan, pero aquellas cuestiones que consideras importantes, las personas que amas o las cosas que te apasionan, generan en ti un interés genuino que se ve reflejado en tu vida diaria.

Te desespera el tiempo muerto
Si vas en camino a un lugar que queda a dos horas, te desesperas pensando en que podrías ocupar ese tiempo haciendo otras actividades. Mientras viajas en el transporte público, haces cuentas de los minutos que recorrerás hasta llegar a tu destino, te molestas sobremanera si por alguna razón esta estimación se incrementa, pues aunque en realidad no tengas algo urgente que hacer, sabes que ese tiempo te pertenece y lo estás perdiendo haciendo nada.

Defiendes a muerte tus puntos de vista
Te enfrascas fácilmente en discusiones profundas en las que defiendes tus puntos de vista sin importar quién sea tu contrincante. No te tomas comentarios de esta naturaleza como un chiste y siempre estás abierto al diálogo y la discusión de las ideas.

Hablas claramente y con convicción
No eres de las personas que sienten vergüenza o pánico escénico al hablar frente a una multitud. Parece que expresar tus ideas es tu ambiente natural e imprimes la firmeza en la voz y los argumentos necesarios para cada ocasión. La gente suele identificarte como un gran orador, algunos creen que te enojas, pero en realidad, cuando tienes la oportunidad de hablar, lo haces abiertamente y con pasión.

Eres sincero
Una persona intensa no tolera las mentiras. Entiende que mentir es una actividad de sobra en un mundo que está plagado de farsas y apariencias por doquier. A pesar de que puedas lastimar a alguien, sabes que es mucho mejor ser sincero que ocultar una verdad que a la larga puede acarrear mayores problemas y complicaciones.

Odias las conversaciones banales
Si llegas a un sitio y la conversación versa sobre la moda, el estado del tiempo, el smartphone de novedad o algo que simplemente consideras como intrascendente, la charla pierde todo tu interés. Tus temas suelen ser profundos e incluso tratas sobre cuestiones filosóficas como el significado de la vida, el arte, la política actual o la naturaleza del género humano.

Te molesta darle vueltas a los asuntos
Cuando debes tomar una decisión importante, analizas con el tiempo que consideras prudente antes de elegir; sin embargo, casi todas tus primeras elecciones son definitivas debido a que actúas de acuerdo a tu filosofía de vida. En las decisiones de menor trascendencia, desesperas al ver como las demás personas se toman mucho tiempo para elegir algo que de todas formas no tendrá una gran repercusión en un futuro.

Prefieres las acciones a las palabras
Nunca dices “ojalá nos viéramos”, enfilas hacia su casa y le escribes en el camino. Lo mismo con todas tus acciones: no te gustan las amenazas, simplemente consideras que cuando algo está fuera de su lugar, la mejor forma de corregirlo es actuando al instante. 

Te molestan las injusticias
Tienes un instinto natural que te hace explotar en cuanto detectas una injusticia. Tratas de informarte sobre los contextos políticos y sociales que ocurren en tu país y lo que para otros es un tema de burla, para ti es una cuestión importante y te molesta que los demás no lo comprendan de la misma forma.

Después de todo, ¿qué sería de la vida si sólo hubiera pusilánimes, gente que cambia sus convicciones ante la crítica o se esfuerza por mantener una farsa y ser parte del status quo? Las personas decididas son aquellas que escapan del marasmo de la pasividad y se esfuerzan por vivir intensamente durante el diminuto instante en la inmensidad del tiempo y la vastedad del espacio que les corresponde, al cual llamamos vida.

Así es que somos

Hugo W Arostegui


La Felicidad


La verdadera felicidad es la Felicidad Incondicional. La dificultad con la que nos encontramos principalmente en la búsqueda de la felicidad es que somos seres condicionados, estamos programados para ello, y así nos han enseñado a vivir, porque resulta que de esta manera somos más manipulables.  Pero el gran secreto a voces es que eso lo podemos cambiar, es nuestra elección. Yo hace tiempo que lo escogí y no me arrepiento.

Admito que no siempre me resulta fácil, a veces te encuentra con el cuerpo flojo, con las neuronas un tanto revolucionadas, o no te esperabas ese tortazo de la vida (esa bromista inoportuna), y claro, me cuesta un poco levantarme y volver a sonreír, pero cada vez me levanto más rápido y de poder ser, de un salto.

Ser feliz de manera incondicional no es ir todo el día con una sonrisa bobalicona y con un halo de santidad a tu alrededor de “¡A mí nada me afecta! Todo está bien….Estoy por encima del bien y del mal”, recibiendo los problemas con felicidad radiante. No, eso no es felicidad incondicional, eso es otra cosa…

De lo que se trata es de encontrar la clave para poder conectarte con tu poder interior y quedarte firme en tu centro mientras a tu alrededor todo da vueltas. Aprende a rendirte y a aceptar lo que ocurre y verás cómo se despliega la magia y aún  cuando tú no hagas nada, las cosas empezarán a cambiar.

La felicidad incondicional tampoco es estar eufórico o estático, es algo más sutil, suave, no hay tantos fuegos artificiales. Siento si te decepciono, pero es importante tener en cuenta que mientras más alto subes en el estado emocional también más bajo caes después, es cuestión de equilibrio.

La felicidad incondicional es un estado de paz, en el que estás a gusto contigo mismo, en el que no te da miedo la soledad, ni te aburre tu compañía, sino todo lo contrario. 

Cuando eres feliz incondicionalmente no necesitas nada ni a nadie, pero eso no significa que te aísles del mundo, para nada, sino que cuando sales a él lo haces porque tienes algo que compartir no por necesidad. Y disfrutas con agradecimiento cada instante que compartes con otros, te enriqueces con su presencia y te llenas cada vez que das. Rebosas de gratitud y admiración ante la belleza y perfección de la naturaleza y del universo
.
No tenemos que esperar a ser felices cuando consigamos eso que tanto ansiamos, cuando el mundo se convierta en el Paraíso Perdido, la vida sea una balsa de aceite y sólo decida traernos las experiencias que nos agradan.

“Es tu decisión seguir buscando excusas para continuar siendo una víctima o empezar a buscar motivos para ser feliz”

Hugo W Arostegui



Deambulando


“Deambulamos en el laberinto de nuestras vidas y en la oscuridad de nuestras investigaciones; momentos de claridad iluminan nuestro camino como reverberaciones de relámpagos.”    Arthur Schopenhauer


Deambulando...he llegado hoy hasta aquí, sin pena ni gloria
con mis sentidos alertas y preparados para gozar y penar ,
perdonar y ser perdonado , cantar y llorar , vivir y gozar...

Deambulando...aprendí que solo se aprende errando
nada es gratuito , ni la vida , ni la muerte tranquila
que espera en el recodo del camino que el miedo ofrece...

Deambulando...vi que viviendo de rodillas pierdes honor,
también deja el orgullo tenaz de ser valiente y caballero
y la mezquindad interesada te somete con vileza cruel...

Deambulando...supe ver la entrega del cuerpo deseado
y me enseñaron a amar sin retaceos ni miradas en el vacío
que trasmiten el hartazgo que solo da la pasión fingida...

Deambulando. Mi Señor me enseñó caminos que dolieron
pero que supe transitar más luego y con dignidad vivir
y ofrecer los retazos del corazón que aprendió a llorar...

Deambulando...he llegado hasta aquí, hasta estas palabras
que son el premio de saber que todo es por algo mágico,
que solo lo puedes ver si escuchas a tu ángel en la mente...

Poema Anónimo


Los Caminos De La Vida

La vida es demasiado corta como para correr detrás de alguien que ni siquiera camina por ti. No es necesario ir detrás cuando ya saben dónde estás, cuando conocen tu hogar y saben de tus misterios. Por eso, no busques, permite que te encuentren.

Lo cierto es que hay personas a las que no les importamos pero que, sin embargo, a nosotros sí que nos importan. En estos casos puede resultarnos difícil comprender la situación, pues el interés por los demás no habla el lenguaje del egoísmo. Pero no busques algo que no te ofrecen, tampoco lo mendigues.

Recuerda que tu número de teléfono está compuesto de los mismos dígitos y que, en realidad, no existe la falta de tiempo, sino la falta de interés. Piensa en que cuando alguien quiere o necesita de algo o de alguien es capaz de remover cielo y tierra para compartir aunque sea unos segundos.

El cariño no se suplica

No busques. Arrastrarnos y suplicar migajas de un cariño que no nos quieren dar no es saludable ni a corto ni a largo plazo. Sin embargo, puede que ciertas muestras nos lleguen a enternecer y que nos sirvan para buscar motivos para seguir anclados en el deseo de que esa persona permanezca en nuestra vida.

Si nos paramos a pensar, lo único que hacemos con esa actitud es prolongar de manera innecesaria el sufrimiento emocional. Someternos a la voluntad de los otros hace que nos convirtamos en marionetas de sus necesidades y de sus antojos.

En este sentido, como es obvio, hay cosas que pasan porque tienen que pasar, pero hay otras que pasan cuando hacemos que pasen. No podemos sentirnos libres ni ser felices si vivimos aferrados y atados a unas esperanzas que manejan los demás.

Resulta complicado soltar o dejar marchar aquello que consideramos muy nuestro, ya sean sentimientos o personas. Es decir, que a ciertas piedras que cargamos sobre nuestra espalda nos une un sentimiento de identidad y pertenencia que se fusiona con nuestro miedo a perder algo que creemos tan intenso e importante.

Sin embargo, a pesar de que todo ese caos emocional nos ate a ciertas personas, también acabamos cansándonos de que no nos valoren. Es probable que cuando nos percatamos de esto nos sintamos algo egoístas, lo cual es terrible para nuestra salud emocional.

Sentir que si no aguantamos un poco más una situación o a ciertas personas estamos fracasando es algo asombrosamente común. El fundamento de este sentimiento es el miedo que nos da enfrentarnos con el vacío que la pérdida genera.

Dicho de otra manera, sentimos que si dejamos de sacrificarnos perdemos la oportunidad de construir parte de la historia emocional de nuestra vida. Sin embargo, lo que realmente estamos haciendo es comportarnos de la manera más cruel posible con nosotros mismos, con nuestras expectativas y con nuestros deseos.

El camino de ida hacia la libertad emocional está construido a partir de las piedras que vamos soltando; es decir, de sentimientos y personas tóxicas de las que nos vamos deshaciendo.

Soltar es la única manera de dejar hueco a nuestras fortalezas, de asumir nuestros errores y de conseguir manifestar nuestras intenciones y nuestro compromiso. De esta forma evitamos que lo negativo le reste espacio a lo positivo, consiguiendo incrementar nuestro entusiasmo por la vida y nuestro bienestar.

No es más fuerte quien más soporta, sino quien es más capaz de “soltar”

Hugo W Arostegui


viernes, 2 de junio de 2017

Al Paso De La Vida


UN PAR DE COSAS QUE HACER (Juan Uría-Olga Román)

No sé, cuando me levanto,
Si me quiero levantar;
No sé si cuando camino
He querido caminar
Ni si la mano que toco
Si estoy tocando tu mano
Busca seguro mi mano
O tropieza nada más.

No sé si había pensado
Para qué he nacido yo
No sé si quiero saberlo
Ni sé si hay una razón
Pero sé volver a casa
Y hace tiempo sé por qué 

Ahora que tengo contigo 

Un par de cosas que hacer.

Siempre así, así con esta tarea
Se me va pasando el tiempo en un suspiro
Quiero ir con el paso decidido
Por salir del girar tan obsesivo de esta rueda


Como los árboles crecen
Sin pararse a preguntar
Como un latido tras otro
Para poder respirar
Como el espejo refleja
Como amanece a diario
Yo me levanto y me acuesto
Me voy, regreso, entro y salgo.

Me veo tan ocupada
En pensar y decidir
Que no me queda un segundo
Qué sé yo… para vivir…
Y saber volver a casa
Y saber también por qué
Saber que tengo contigo
Un par de cosas que hacer


Construyendo Caminos




Algo nuevo descubrí 
Que me ayude a seguir 
Todo eso que perdí 
Hoy vuelve a estar dentro de mí... 

Todo llegó al final 
Es tiempo de dejarlo todo atrás 
Nada parece mejorar 
Quise escapar de mis tormentas 
No pude encontrar un nuevo lugar donde empezar 
Aunque la realidad me quiera derrumbar 
No dejo de buscar una señal para volver a empezar 
Vuelvo a resurgir 
Ahora sé donde elegir 
Nadie destruirá todo lo que pude construir 

Algo nuevo descubrí 
Que me ayude a seguir 
Todo eso que perdí 
Hoy vuelve a estar dentro de mí 
Y si alguna vez volviera a caer 
Será la ultima vez 
Ya nada queda en mi 
Mas que seguir 

Culturalidad



Cuando hablamos de cultura no nos referimos solamente a las expresiones y tradiciones intelectuales y artísticas refinadas de la alta cultura, sino que tenemos en mente un concepto que, aunque en principio pudiera tener que ver sobre todo con lo antropológico, se ha incorporado a nuestro discurso cotidiano. Un concepto que, sin duda, está de moda: ¿cuántas veces oímos en los medios de comunicación esta palabra? ¿cuántas veces la empleamos a diario? La cultura se ha convertido en una especie de cajón de sastre que funciona como explicación caja negra para multitud de fenómenos: hablamos de diferencias culturales entre sexos, entre generaciones, entre distintos sectores profesionales; hablamos de la cultura del fútbol, de la cultura del vino, de la cultura médica, de la cultura juvenil… 

Centrándonos en la concepción antropológica de cultura, han existido multitud de definiciones a lo largo del desarrollo de la disciplina antropológica desde que Tylor propusiera la siguiente definición en 1871: “Cultura es el todo complejo que incluye el conocimiento, la creencia, el arte, la moral, la ley, la costumbre y cualquier otra capacidad o hábito adquirido por el hombre en tanto que miembro de una sociedad”. Como ejemplo de la complejidad que conlleva la definición del término podemos acudir a la que propone Geertz en 1973, un siglo después de la de Tylor: “la cultura es un sistema ordenado de significado y símbolos en cuyos términos los individuos definen su mundo, expresan sus sentimientos y emiten sus juicios”. En cualquier caso, aun sin disponer de una definición unánime, existe en la actualidad un cierto consenso antropológico en torno a lo que es una cultura. Siguiendo a Adam Kuper, tal consenso, que nos puede ayudar a entender lo que son las culturas, se basa en tres supuestos:

- La cultura no es un asunto de raza; se aprende, no la llevamos en nuestros genes; en este sentido, es necesario recalcar que todos los seres humanos compartimos la gran mayoría de nuestra información genética y que las mínimas diferencias existentes en el ADN son diferencias individuales (que, por otra parte, pueden ocurrir entre individuos que son percibidos como “de la misma cultura” y no sólo entre individuos de “distintas culturas”). El concepto de raza, basado en la transmisión de diferencias genéticas que condicionaban no sólo ciertos aspectos físicos sino otros como el comportamiento, la lengua o la inteligencia, es un concepto científicamente refutado.

- La cultura común humana ha avanzado y progresado en un proceso de muy larga duración que nos ha diferenciado del resto de homínidos; este proceso de larga duración, que ha dado como resultado el desarrollo de sistemas sociales complejos y la propagación y desarrollo de la población humana frente a otras poblaciones no humanas, se entiende como un proceso que ha afectado a todos los seres humanos. Es decir, cuando hablamos del progreso humano, del proceso de hominización, nos referimos a cuestiones que han afectado a todos los grupos humanos y no a ciertas características que, al menos hasta hace unos años, diferenciaban a la cultura occidental de otras culturas calificadas como “primitivas”. La oposición cualitativamente relevante si tenemos que reconocer lo importante del progreso humano no es occidente/culturas “primitivas” sino seres humanos/resto de homínidos.
- La cultura es esencialmente una cuestión de ideas y valores, un molde mental colectivo –por tanto, se trata de un sistema simbólico. Y estos símbolos, ideas y valores aparecen en un espectro de formas de una diversidad casi infinita.

Teniendo todo esto en cuenta, podemos decir que cuando hablamos de diversidad cultural nos referimos al conjunto de estrategias, normas y valores que los distintos seres humanos han sido capaces de desarrollar para vivir en grupo y para adaptarse a lo largo del tiempo a diferentes entornos y diferentes espacios. Estos valores, normas y estrategias se han convertido en costumbres y son compartidas dentro del grupo haciéndolas perdurar de generación en generación en procesos dinámicos de construcción y reconstrucción.

Por tanto, entendemos la cultura en la triple vertiente de ser aprendida a través de un proceso de socialización y endoculturación, de ser una capacidad de adaptación a los cambios del medio y, no menos importante, ser un aparato simbólico, unas “gafas” a través de las cuales vemos e interpretamos la realidad. Además, la cultura es una cuestión dinámica, es una especie de equipaje que no paramos de hacer y deshacer para identificarnos como individuos y para dar sentido a lo que hacemos con otras personas. La cuestión importante es que en el momento sociohistórico que vivimos, los individuos pertenecemos a más de una categoría social y cultural. En palabras de Gerd Baumann, uno de los antropólogos recientes que más han desarrollado el tema del multiculturalismo, “todos practicamos más de una cultura…. En las sociedades urbanas de Occidente, las distintas divisiones culturales no van en paralelo unas con otras. Al contrario, se entrecruzan para formar un modelo sometido a cambios constantes de lo que se debería llamar “divisiones entrecruzadas”. Los criterios de pertenencia a categorías culturales o sociales se entrecruzan y las categorías que definen y los grupos que la gente forma también se entrecruzarán: por tanto las personas, las culturas y los grupos no son estáticos sino que son procesos dialógicos de construcción y reconstrucción identitaria que sirven, en definitiva, para dotar de sentido a nuestras vidas. 

En opinión de Charles Taylor, un filósofo canadiense que ha desarrollado el tema del multiculturalismo, “descubrir mi identidad no significa que lo haga de manera aislada, sino que la consigo a través de un diálogo, en parte abierto, en parte interno, con los demás”.

Hugo W Arostegui

Lo Que Vemos Y No Percibimos


“No hay que preguntarse si percibimos verdaderamente el mundo. Por el contrario, hay que decir que el mundo es aquello que percibimos” (Maurice Merleau-Ponty).

La percepción es un fenómeno complejo. No siempre ‘vemos’ las cosas como son en realidad. La forma con que cada cultura interactúa con su entorno, el aprendizaje o las emociones son factores que determinan cómo percibimos lo que nos rodea, y nos predisponen a ver el vaso medio lleno o medio vacío. Las ilusiones ópticas han sido un fenómeno de interés para los psicólogos desde hace décadas, pero ¿quién no se ha preguntado alguna vez cómo de real es su mundo?

La discrepancia entre el aspecto de un estímulo y su realidad física es lo que conocemos como ilusión óptica. Nuestro sistema perceptivo está preparado para ajustar ciertas características de los estímulos antes de que sean procesados e interpretados por nuestro cerebro. Por ejemplo, tendemos a agrupar y ver como una figura estímulos semejantes que se encuentran próximos aun siendo independientes, o a completar figuras incluyendo las partes que faltan porque nos resultan más fáciles de procesar que aquello que consideramos incompleto o imperfecto

Además de estas tendencias naturales y universales, factores como el contexto, la cultura o las diferencias individuales influyen en nuestra percepción. Hay estudios que muestran una reducción en ciertas ilusiones ópticas en niños autistas o en personas de más edad, igual que cierta predisposición en algunas culturas para percibir ilusiones ópticas determinadas. Quizá uno de los estudios transculturales más conocidos es el que realizaron hace décadas Segall, Campbell y Herskovits (1963), en el que presentaron la ilusión de Müller-Lyer a cerca de dos mil personas de culturas diferentes en África y el mundo occidental.

Según Paulo Coelho no haría falta subir a la montaña para saber si es alta, pero ¿la vemos siempre igual de difícil de escalar? Riener, Stefanucci, Proffitt, y Clore (2011) realizaron un experimento en el que pedían a los participantes estimar la inclinación de una pendiente bajo estados emocionales diferentes. Un grupo de participantes escuchaba una canción triste minutos antes y durante la evaluación de la pendiente, mientras el otro grupo escuchaba una canción alegre. Los resultados mostraron que los participantes que habían sido expuestos a la canción triste estimaban la pendiente como más pronunciada que aquéllos que habían escuchado la canción alegre. 

Y es que cuando estamos tristes o desilusionados todo nos ‘parece’ más difícil, las tareas se tornan más demandantes y tendemos a poner atención en los detalles (vemos los árboles en lugar del bosque). Sin embargo, cuando nos sentimos felices tendemos a procesar la información que nos rodea de una forma “global” (ver el bosque en lugar de los árboles), somos más flexibles a la hora de atender a la información y utilizamos mejor nuestros recursos.

Estos son sólo algunos ejemplos de cómo nuestro cerebro interpreta de manera distintiva el mundo que nos rodea. Es evidente que tener una percepción y comprensión acertada de la realidad no es tan fácil como nos indica nuestro sentido común.

Hugo W Arostegui


La Intelectualidad Del Saber


En nuestro país (no sé si en otra parte del mundo) el término de intelectualidad es muy mal utilizado, pues en algunas ocasiones lo damos como sinónimo de inteligencia y en otras lo damos como sinónimo de conocimiento acumulado, pero donde la mayoría de veces la “macaneamos” es cuando lo hacemos sinónimo de prepotencia del saber.

Hablábamos en aquella conversación de una persona de medios y alguien dijo que es inteligente, pero no es intelectual, yo considero que es intelectual, pero no es inteligente. Sencillo, sustento mi tesis en el planteamiento de que la intelectualidad debe de ser cultivada, ser intelectual significa haberse dedicado a alimentar y a enriquecer el intelecto y eso viene como resultado de muchas lecturas y larga data de conocimiento adquirido, es nutrir la memoria, someter las informaciones obtenidas al razonamiento y como resultado obtener un entendimiento por encima del promedio. En cambio la inteligencia es una cualidad nata de una persona que ha desarrollado cierto aprendizaje, pudiendo ser éste empírico o académico.

Se puede ser inteligente y simplemente no utilizarse esa cualidad, entonces ahí la inteligencia sólo se convierte en habilidad.  Tampoco es lo mismo ser inteligente que ser educado, sin embargo no se puede ser cosechar intelectualidad si no se ha sembrado conocimiento abonado con racionalidad. Los grandes pensadores no necesariamente son inteligentes, sin embargo TODOS tendrán como común denominador el haberse dedicado cuidadosamente a aprender, excepto en el caso del rey Salomón, al cual le fuera dada por DIOS una sabiduría superior a cualquier ser humano.


Lo cierto es que se puede ser inteligente y no ser intelectual, así como también, se puede ser intelectual y no ser inteligente. Aunque entre en contradicción con algunos profesionales de la conducta humana, yo entiendo, que las personas nacen inteligentes y que con el tiempo desarrollan más esa cualidad alimentándola con las herramientas propias del conocimiento, es una falacia decir que todos somos inteligentes, la realidad es que cada quien tiene una o varias cualidades más desarrolladas que otras y la inteligencia puede ser una de ellas. 

Para ser intelectual, es necesario tener una memoria capaz de acumular informaciones y razonarlas y para ello no necesariamente se precisa de ser inteligente, sino de estar consciente con que se quiere y que se debe hacer.

Rememorando a Sísifo


Sísifo fue un personaje de la mitología griega que fundó el reino de Corinto. Era tan astuto que había conseguido engañar a los dioses. Ambicionaba el dinero y para conseguirlo recurría a cualquier forma de engaño. También se dice de él, que fomentó la navegación y el comercio.

La leyenda cuenta que Sísifo fue testigo del secuestro de Egina, una ninfa, por parte del dios Zeus. Decide guardar silencio frente al hecho, hasta que su padre, Asopo, dios de los ríos, llega a Corinto preguntando por ella. Es cuando Sísifo encuentra su oportunidad para proponerle un intercambio: el secreto, a cambio de una fuente de agua dulce para Corinto. Asopo acepta.”

Este es un mito clásico, que podría decirse que fue intensa y ampliamente reflexionado en el fuero interno de muchos intelectuales progresistas y no progresistas, pero sobre todo en los ámbitos de la izquierda de nuestra cultura occidental, desde la segunda Guerra Mundial hasta los años ochenta del pasado Siglo.

Este mito fue el del transgresor  Sísifo, con el que Albert Camus nos recordó -en su bello y persuasivo texto “El mito de Sísifo” (1942, en su primera edición francesa)- que la “humanidad” del colectivo humano es un valor que hay que considerar por encima de los criterios ideológicos y de la voluntad de “idear mundos personales o colectivos” que motiva a un escritor o pensador, artista o político (rara avis, si encontramos uno de éstos ideando un mundo que no sea el que le rente, en lo personal, o satisfaga sus ambiciones).


Pero aún recuerdo mi contento y complacencia al leer el texto de Albert Camus y descubrir en aquellas páginas cómo Sísifo tomaba conciencia del momento en que, situado en la cima de la montaña, dejaba rodar la piedra ladera abajo, sintiéndose feliz (si bien, no libre, en esos instantes de deshago físico y mental: “Uno debe imaginar feliz a Sísifo”, escribe Camus) al contemplar (o imaginar, ya que era ciego, según algunos autores) la hermosura del paisaje en ese intervalo, en el que su degradado destino le daba el tiempo para respirar liberado, momentáneamente, de la roca, y descender, acto seguido, por la pendiente, sintiéndose acaso superior a los dioses mismos que lo habían castigado. 

Fue una extraordinaria revelación, cuya impresión aún hoy me acompaña, dejando en mi mente de universitario, entonces, una idea que fue madurando y adecuándose a mi proceso de formación intelectual. Que el texto de Camus caló, sobre todo en los jóvenes universitarios de la década de los setenta, lo probaba cómo nos pasábamos el libro manoseado que publicó la argentina editorial Losada para regocijo, y posterior debate, de quienes estábamos interesados en la transformación del ser humano y del sistema ideológico y brutalmente represivo en el que nos hallábamos aprisionados por aquellos años. 

Hoy me sirve de referencia esa experiencia intelectual de juventud para testimoniar cómo hemos creado conceptos, nociones e ideas, de acuerdo con los hechos vividos, personales y colectivos de un país, traducidos en cultura y conocimiento, pasados siempre por el tamiz de nuestras experiencias personales y nuestra capacidad de interpretarlos y acomodarlos en el interior de nuestra mente (“fondo de armario”, integrado por todo el bagaje de experiencias y de conocimiento acumulado), que determinará  nuestra formación intelectual y la explicación que les concedamos a nuestras experiencias. Y sobre todo, me mueve a reflexionar, una vez más, acerca de la “condición humana”, un enigma todavía para científicos y pensadores de las ciencias humanas y sociales.

Hugo W Arostegui

Evaluemos



En los años sesenta y parte de los setenta las políticas de evaluación y promoción de estudiantes establecían la necesidad de centrar los esfuerzos en la definición de promedios sumativos de calificaciones en escala numérica de manera periódica. En esa época se contaba con un currículo preestablecido de orden nacional y se emprendían procesos evaluativos de orden netamente cuantitativo.

En la década de los 90 las reformas educativas se enfocaron en los Proyectos Educativos Instituionales (PEI), como carta de navegación de los centros educativos, permitiendo así contemplar las diferencias socioculturales de los respectivos países. Esto implicó el cambio de un currículo centralizado, único, basado en objetivos; a la definición de currículos más pertinentes, en el marco de una política general en función de desarrollar competencias teniendo como referencia los estándares básicos para garantizar que en términos de equidad cualquier estudiante independientemente de su condición, desarrollara competencias en los diferentes niveles y al final de la escolaridad.

Todo esto ha traído consigo un ferviente debate en torno al sentido, los fines, de la educación y por lo tanto de la evaluación misma. En este sentido se observa una mudanza de la evaluación con enfoque sumativo a una evaluación formativa, cualitativa con una tendencia a la integralidad que refleja más fielmente la realidad de los progresos de los estudiantes.

Hablamos entonces de una evaluación que se abre hacia la valoración no solamente de los avances del estudiante en su formación integral, sino que también involucra a los distintos actores educativos de una forma comprometida y dinámica. Con esto los padres de familia, los docentes, los directivos docentes, la institución y el sistema educativo mismo, adquieren un protagonismo esencial en los procesos evaluativos de los estudiantes y en el acompañamiento de estos para el logro de las competencias básicas.

Actualmente la evaluación es una de las preocupaciones fundamentales para el mejoramiento de la calidad educativa, teniendo como temas recurrentes la evaluación del aprendizaje, la promoción de los estudiantes y su reglamentación tanto institucional como nacional; la participación de padres y alumnos en los procesos de evaluación; el uso de la evaluación como una herramienta de poder; y los instrumentos que se usan para evaluar y para reportar los procesos de evaluación de los estudiantes.
Este número de la revista Internacional Magisterio recoge los aportes de importantes y reconocidos investigadores acerca del tema de la evaluación tales como Mª Antonia Casanova, Española, quien aborda el tema de evaluación, calidad y equidad, claves del sistema educativo; Margarita Poggi, Argentina, quien reflexiona sobre los propósitos y usos de la evaluación educativa; Jouni Välijärvi, Finlandés, quien presenta la pedagogía y la evaluación de la escuela comprensiva finlandesa; Jorge Fasce, Argentino, quien desarrolla el tema de la evaluación: cuestión de sentimientos, poder y ética. Por Colombia, Francisco Cajiao, nos presenta un

recorrido por la geografía de la evaluación, y Giovanni Marcello Iafrancesco expone su mirada de la evaluación integral y de los aprendizajes desde la perspectiva de una Escuela Transformadora: contexto, concepto, enfoque, principios y herramientas.

Por otra parte, se visibilizan algunas experiencias en evaluación en Colombia que pueden servir como referentes a las demás instituciones de América Latina en la implementación de su sistema de evaluación institucional: La evaluación como una forma de potenciar los aprendizajes individuales e institucionales en el colegio Mochuelo Bajo; La evaluación del aprendizaje en la Fundación para la Actualización de la Educación –FACE– . De igual manera el Jardín Infantil Mafalda nos muestra la evaluación y la valoración en un proyecto de educación inicial.

Publicado en Revista Magisterio No. 35

Convivir Con Nuestros Valores


Identificar nuestros propios valores, esos que están profundamente arraigados en nosotros, y aplicarlos en nuestra vida nos facilitará la obtención no solo del éxito en la vida y en el trabajo, sino también de la felicidad.

Los valores son aquellos rasgos o cualidades que cada uno de nosotros considera que vale la pena y que representan las prioridades personales. Son, en definitiva, aquello que nos mueve desde lo más profundo de nuestro ser. Estos valores nos acompañan allá donde estemos, tanto a nivel personal como laboral.

Hacer una declaración de valores, reconocerlos como propios y aplicarlos en nuestra vida nos define como personas y nos ayuda a lograr nuestros objetivos personales y a vivir feliz y plenamente.

Cada uno debemos ser fiel a nosotros mismos. Es fácil que en ocasiones nuestros valores choquen con los valores (o falta de valores) de los demás. Pero vivir en función de los valores o no-valores de los demás no sólo nos alejará de la felicidad, sino que nos dificultará lograr el éxito en la vida.

Algunos valores por los que vale la pena vivir

A veces puede resultar algo difícil identificar estos valores, sobre todo si vivimos en entornos fuertemente represivos, no respetuosos o impositivos. En la siguiente lista encontrarás algunos valores por los que realmente merece la pena vivir y sobre los que merece la pena establecer una base de comportamiento y actitud en la vida.

No es necesario que todos estos valores formen parte de nuestras aspiraciones personales. De hecho, muchos te criticarán por tener exceso o falta de alguno de ellos. Lo importante es que identifiques los que realmente te mueve a ti, sin autocensura, y que los vivas.

Algunos de estos valores son la ambición, la competencia, la individualidad la responsabilidad, la exactitud, el respeto, la dedicación, la diversidad, la mejora, la diversión, el disfrutar de la vida, la lealtad, la credibilidad, la excelencia, la honestidad, la responsabilidad, la autonomía, la calidad, la eficiencia, la dignidad, la colaboración, la innovación, el trabajo en equipo, la administración, la empatía, el logro, el coraje, la sabiduría, la independencia, la seguridad, el desafío, la influencia, el aprendizaje, la compasión, la amabilidad, la disciplina, el orden, la generosidad, la persistencia, el optimismo, , la igualdad, la integridad , el servicio, la fiabilidad, y la flexibilidad, entre otros.

Hugo W Arostegui


jueves, 1 de junio de 2017

La Hora De La Verdad


Hoy quiero empezar el mes lanzando un mensaje positivo a todos aquellos que ven como, de forma irremediable se acercan a un periodo de mucha tensión. Sí, los exámenes, prácticamente, ya están aquí. En este sentido, todos hemos estado sometidos a temporadas de alta tensión, en las que afloran ese tipo de sentimientos. El estrés puede proceder de cualquier situación o pensamiento que nos haga sentir frustrado o furioso; los nervios aparecen cuando no tenemos un buen control emocional; y la ansiedad deriva del miedo, el desasosiego y la preocupación. Y todos ellos provocan en la persona un efecto de baja autoestima, que hace que por su cabeza ronden mensajes negativos y destructivos del tipo “no voy a superar el examen”, “no sé hacerlo”, “no me acuerdo”, “no puedo”, “no soy capaz”, “voy a suspender”…

Es común entre el alumnado relacionar la recta final de curso con los exámenes, y éstos a su vez con los nervios y el estrés. Aunque muchos estudiantes son capaces de controlar este tipo de sentimientos, otros no logran superarlos, por eso creo que será de gran ayuda que veamos cómo afrontar este tipo de situaciones.

Antes de nada, me gustaría dejar claro que el hecho de sentir ansiedad o nervios ante una prueba es, en cierto modo, normal. Se trata de una respuesta humana a una situación de peligro o amenaza que nos es desconocida. Lo importante en este tipo de situaciones es superar nuestras inseguridades para rendir más y mejor. Seguro que muchos de vosotros habéis podido comprobar que cuando tomamos el control en momentos de ansiedad moderada, conseguimos mejorar nuestra productividad.

El peligro aparece cuando éstos se experimentan frecuentemente y durante un periodo largo de tiempo. En este caso, una mala gestión de este tipo de situaciones podría llevarnos al fracaso.

Estas situaciones de “peligro” o “amenaza” pueden venir en forma de examen para los estudiantes, o en forma de entrevista de trabajo para las personas en búsqueda de empleo. Centrándonos en el ámbito educativo y concretamente en los exámenes, si eres padre, madre, docente o estudiante, lo primero que debes saber es que para poder superar el estrés hay que desmontar el miedo a examinarnos. Debemos intentar “quitarle hierro” al asunto así como mostrar y transmitir una perspectiva más positiva con mensajes de ánimo del tipo “puedes conseguirlo”. Así, visualizaremos dos momentos de especial tensión para el alumnado: antes y durante un examen.

De forma previa al examen, es decir, mientras nos preparamos para afrontar la prueba con éxito, es muy importante que planteemos un plan de estudio personalizado que se ajuste a la realidad personal de cada individuo y que le permita atender, de forma realista, todo el contenido que necesita interiorizar.

En esta planificación es fundamental que entendamos la importancia de los descansos. No por estudiar más horas de forma continuada memorizaremos más cantidad de contenido. Debemos estudiar de forma inteligente. En este sentido, organizaremos nuestro trabajo en tramos de una hora, con los correspondientes 5 ó 10 minutos de descanso, lo que nos permitirá mantener la atención y afrontar con frescura un mayor tiempo de estudio posterior.

Por otro lado, aunque creamos que no tiene importancia, la alimentación también influirá en el estado de ánimo. Por este motivo, de eliminar las bebidas con cafeína tanto como nos sea posible para evitar su efecto estimulante pueda hacernos sentir más estrés del necesario.. Tampoco debemos olvidarnos de descansar lo suficiente y practicar algo de deporte para liberar la mente.

Además de los consejos que acabo de citar, es importante marcar una serie de pautas en el momento de afrontar los temidos exámenes. Cuando llega el momento de enfrentarnos al examen será aconsejable que pongamos en práctica una serie de pautas. En primer lugar, una vez que el examen está en nuestras manos deberemos revisarlo de arriba abajo para administrar el tiempo disponible. A continuación, trataremos de responder primero a las preguntas fáciles y aquellas que mejor nos sepamos, para posteriormente replantear las difíciles. 

También es muy útil que antes de escribir organicemos los pensamientos y, si es necesario, hagamos nuestras propias anotaciones o esquemas que nos sirvan de guía para desarrollar la respuesta. Y así, casi sin darnos cuenta, lograremos completar nuestra prueba y ganarle la batalla a los nervios, el estrés y la ansiedad.

Aunque en el post haya hecho referencia a los exámenes de los estudiantes, adultos, adolescentes e, incluso, niños atravesamos este tipo de situaciones en alguna ocasión. Por eso, en este aspecto, las estrategias que aprendamos hoy nos servirán para enfrentarnos a otras situaciones el día de mañana.

Hugo W Arostegui


Confianza En Uno Mismo



La confianza en uno mismo es una manera sana de comunicarse. Es la capacidad de defenderse de forma honesta y respetuosa. Todos los días, nos enfrentamos a situaciones en las que tener confianza y seguridad en nosotros puede ser de gran ayuda; por ejemplo al invitar a alguien a una cita, al acercarse a una maestra para hacerle una pregunta o presentarse a una entrevista para la universidad o un trabajo.

No todos tienen confianza en sí mismos naturalmente. Algunas personas se comunican de manera demasiado pasiva. Otras personas tienen un estilo demasiado agresivo. Un estilo seguro es el equilibrio ideal entre estos dos extremos.

Ser seguro significa lo siguiente:
Puedes expresar una opinión o decir cómo te sientes.
Puedes pedir lo que deseas o necesitas.
Puedes expresar tu desacuerdo de manera respetuosa.
Puedes hacer sugerencias o dar a conocer tus ideas.
Puedes decir "no" sin sentirte culpable.
Puedes defender a otra persona.

¿Por qué es importante?

Un estilo de comunicación seguro puede ayudarnos a hacer los que deseamos, pero es mucho más que eso. Cuando nos sentimos seguros de nosotros mismos, nos respetamos y respetamos a otros.
Las personas que hablan con seguridad y confianza demuestran que creen en sí mismas. No son demasiado tímidas ni demasiado avasalladoras. Saben que sus ideas y sus sentimientos son importantes. Tienen confianza.

Las personas seguras de sí suelen hacer amigos con más facilidad. Se comunican con respeto hacia las necesidades de las otras personas y a sus propias necesidades. Suelen ser buenas para resolver conflictos y desacuerdos. Las personas que respetan son respetadas.

¿Eres demasiado pasivo? ¿Eres demasiado agresivo? ¿O has encontrado el equilibrio?
¿Cómo saber en qué lugar de la escala de seguridad y confianza en ti mismo te encuentras? Aquí te damos algunos ejemplos:

Paula tiene un estilo demasiado pasivo. Si le preguntas a Paula qué película desea ver, lo más probable es que responda: "No lo sé, ¿a ti qué te gustaría ver?" Por lo general, deja que otros tomen las decisiones, pero más tarde se lamenta por no haber expresado lo que deseaba. Le molesta que sus amigos hablen la mayor parte del tiempo. Pero cuando Paula intenta participar en la conversación, habla tan suavemente que otros hablan al mismo tiempo.

Janine tiene un estilo demasiado agresivo. Janine no tiene ningún problema para decir lo que piensa. Pero cuando lo hace, se expresa de manera enérgica y dogmática. Janine domina la conversación, interrumpe con frecuencia y rara vez escucha a los demás. Si no está de acuerdo con alguien, lo comunica; en general con sarcasmo o desprecio. Tiene reputación de mandona e insensible.

Ben tiene un estilo seguro. Cuando le pides a Ben que exprese su opinión, lo hace de forma honesta. Si no está de acuerdo, lo expresa; pero lo hace sin demostrar desprecio ni hacerte sentir mal. Ben también está interesado en conocer tu opinión. Escucha lo que tienes para decir. Incluso cuando no está de acuerdo contigo, aun sientes que respeta tu punto de vista.


Lejos Del Vértigo


El culto a la velocidad nos está ganando la partida a muchos. Sin darnos cuenta o siendo consciente de ello, la mayoría en algún momento (o todavía), llevamos una vida acelerada, un vida llena de complicaciones, de estrés, de exigencias, de camino hacia el éxito u obtener lo que deseamos, tanto material como profesionalmente, que el acelerar nos gana.

Frases como “El tiempo es oro”, “Al que madruga Dios le ayuda”, “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, “El tiempo y su pésima costumbre de pasar lento cuando quieres que pase rápido”, “No pierdas el tiempo”, “El tiempo apremia”, “No tengo tiempo”, están a la orden del día y las hemos hecho nuestras. Son creencias sobre las que actuamos y decidimos. Desde que despertamos, lo primero que vemos es el reloj para saber si “estamos tarde” o “tenemos tiempo”.

Vivimos en un mundo de prisa en el cual no es fácil ir más despacio. Sin embargo, es conveniente. 

De hecho, en el mundo existe un movimiento llamado Slow, que propone y justifica la lentitud como un método de vida. Ahora bien, no es que vayan en contra del crecimiento o que proponga el ocio, sino que, según ellos y como dijo el revendo Gary James en uno de sus discursos, la vida “requiere momentos de esfuerzo intenso y ritmo apresurado, pero también necesita una pausa de vez en cuando...., un momento sabático para determinar el rumbo que estamos siguiendo, la rapidez con la que queremos llegar a nuestro destino y, lo que es más importante, por qué queremos ir ahí”.

Se trata de dejar ir en automático. A veces la gente va con prisa por las calles, simplemente por costumbre o porque los demás lo hacen.


“Reducir la velocidad, un esfuerzo que vale la pena, aporta calma al interior. Disminuir la velocidad elimina el estrés constante que provoca la falta de tiempo suficiente. Nos permite descansar y recargar nuestro cuerpo y mente. Mejora nuestra dieta y el medio ambiente en que vivimos y fortalece nuestras relaciones y colectividades. Provoca la mirada interior y hace surgir las preguntas más vitales: ‘¿Quién soy yo?’ y ‘¿Cuál es mi papel en el mundo?’. 

Encontrar las respuestas trae mayor profundidad y significado a la vida resultando en una sociedad más cohesionada en la que la gente se interesa por el bienestar de los demás. Además, reducir la velocidad nos permite ser más eficientes”, ha comentado el autor sobre su propuesta para cambiar el chip.

Continuar Avanzando


Al principio somos como niños ansiosos. Queremos que todo llegue lo antes posible, soñamos con devorar experiencias, con exprimir la vida. Más tarde llegan los triunfos, las desilusiones, las piedras en el camino… No obstante, de eso trata la vida, de avanzar, de asumir cambios y ser humildes en todo ese maravilloso trayecto vital.

¿Quién no ha querido alguna vez que algo llegue lo más pronto posible? ¿Y quién no ha deseado en alguna ocasión que un momento fuera eterno, que el tiempo se detuviera ahí mismo como esas rocas que se alzan firmes en medio del océano?

No importa, porque los buenos momentos siempre se quedarán impresos en nuestra memoria. El hombre, por así decirlo, está hecho de recuerdos y nos pasamos gran parte del día evocando buenos y malos instantes.
Admitir que nuestra vida discurre un poco más cada día y que avanza con un tic-tac que nadie puede detener, es sin duda algo que nos asusta y que nos obliga a reflexionar. No obstante, no hay que tener miedo a ese camino, a ese avanzar.

Todos somos breves inquilinos es este mundo imperfecto lleno de cosas maravillosas. No hay que tenerle miedo a los años, sino a la vida no vivida, a los años vacíos huecos de emociones, de triunfos y por qué no, también de fracasos nunca experimentados. Esos de los que tanto aprendemos.

Reflexionemos hoy brevemente sobre este avanzar de nuestra existencia, hablemos de esos aspectos permanentes que debemos cuidar cada día para llevar una vida más plena.
En la vida todo cambia, excepto las esencias

En efecto, podríamos decir que en esta vida todo llega, todo pasa y todo cambia. No obstante, hay algunos elementos que deben ser puntos fijos en nuestro microuniverso particular:
Tu autoestima, tu necesidad por aprender e ilusionarte

El amor, el respeto, la dignidad y nuestra necesidad por cultivar el crecimiento personal, deben ser pilares esenciales en tu día a día. Veletas que guiar con fuerza y entereza tu camino, sea cual sea.

Hay veces en que en esta extensa aventura vital, declinamos muchos de estos aspectos en favor de otras personas. Hay quien prioriza en algún momento de su vida a sus parejas hasta tal punto, que se olvida de uno mismo.

Y si bien todo es justificable si los sentimientos son intensos, hay que saber mantener el equilibrio. Ofrecernos a los demás hasta el punto de olvidar nuestras necesidades, nos hará caer tarde o temprano en la frustración, y por tanto dejaremos de avanzar.

Cuando pierdes tu capacidad por ilusionarte, cuando tus días están aferrados a la preocupación o la insatisfacción, tu vida ha dejado de avanzar. El peso que acumulas te arraiga ya al sufrimiento. Respira, relativiza todo lo que te aferra y rompe las cadenas que creas necesarias…

Puede que pienses también que otro aspecto que no debe cambiar a lo largo de nuestra vida, son sin duda los valores. Bien, sin lugar a dudas existirán esos esquemas básicos que nunca romperemos, como es el respeto a uno mismo y a los demás, la honestidad, la valentía…

Ahora bien, dentro de este avanzar vital, todos podemos llegar a hacer pequeños cambios en nuestra personalidad e incluso en nuestra escala de valores de acuerdo a las experiencias vividas. Y todo será sin duda para bien porque forma parte del proceso de aprendizaje y de crecimiento.

No le tengas miedo a los cambios, son anclas que rompemos para avanzar con un poco más de sabiduría de acuerdo a los actos vividos.


Hugo W Arostegui