viernes, 27 de octubre de 2017

El Cultivo De La Amistad


Una persona amistosa y sociable es capaz de establecer relaciones con los demás caracterizadas por la libertad, la creatividad, la comprensión y la comunicación profunda de lo que nos parece más importante.

El valor de la amistad nos dispone a ser amables y afectuosos con los otros y a tener interés por ellos renunciando a la hostilidad y el egoísmo. Esa disposición debe existir dentro y fuera del grupo del que formamos parte e impulsarnos a establecer vínculos incluso con quienes nos parecen extraños, diferentes y ajenos.

Se trata de hacer de nuestro corazón una “casa abierta” para todos y sentirnos, en general, amigos de las personas con la voluntad de acercarnos a ellas, conocerlas y entenderlas sin resistirnos, siempre y cuando no existan razones para hacerlo. La única razón para evitarlo es descubrir que la cercanía o la compañía de alguien puede ser destructiva o perjudicial; pero de allí en fuera ¡todos son bienvenidos en nuestra casa! ¿Qué haces para cultivar una planta? La siembras, la pones al sol, le quitas las hojas secas.

Algo semejante ocurre con la amistad. Una vez que existe tienes que darle cuidados: guarda para ti las cosas que te cuentan tus amigos, diles siempre la verdad, dales las gracias cuando te ayudan y ayúdalos cuando lo necesiten. Es muy importante corresponder a lo que ellos hacen por ti.


En muchas situaciones, como una competencia, la amistad se pone a prueba. Procura mantenerla más allá de ellas. Los principales riesgos que pueden “marchitar” una amistad son el egoísmo (pensar demasiado en ti sin fijarte en los demás) y el orgullo, que te impide ver las cualidades de los otros. 

El extremo contrario de la amistad es la enemistad, cuando dos personas buscan la manera de hacerse daño. Ésta sólo trae consigo soledad y tristeza.

Depredadores Sociales



Si usted es o cree que podría ser víctima de los depredadores sociales es recomendable que conozca las características y las formas de enfrentarlos. Este artículo tiene ese interés, apoyarlo en no caer en las garras de esos personajes, y si ya lo está, darle pautas para liberarse de ellos. 
Algunos que están viviendo esta experiencia se preguntarán: ¿Cómo una persona puede dedicar tanto tiempo, tantas energías y tantos recursos para dañar a otras personas? Este tipo de persona hacen de sus seres queridos las principales víctimas y, al mismo tiempo, los culpables de su malestar. Por lo general, son personas que provienen de familias disfuncionales, con ausencia afectiva o abandono durante la niñez, la falta de afecto la remplazan con el resentimiento, por lo cual crecen con la mentalidad de destruir y no de construir: de aplastar al otro, en un juego de suma cero, en la que sólo admiten un vencedor: ellos. Con esta gente no existe el ganar-ganar. Es una correlación inversamente proporcional. No existe el punto medio. La otra persona es o existe, en la medida que logra ser asimilada por el depredador, es decir, “eliminada” en su voluntad.
La razón y la verdad están de un solo lado, y la mentira y la culpa, del otro lado, aquí no hay dos para bailar un tango. Si yo te hago algo es porque vos me provocaste, es un victimario que trata de fingir ser la víctima para legitimar la agresión, no asumiendo las responsabilidades de sus actos. Es lo que yo llamo depredadores sociales, gente que sabe escoger a su presa para agredirla cuando le plazca, porque haciendo eso encuentran satisfacción y un escape a su estado de frustración. Por lo general, estas personas son bien selectivas, estudian a su blanco, cuando lo tienen ubicado, se presentan ante él o ella como muy encantadores, pero no tardan mucho en dar el zarpazo y en desenmascararse. Se caracterizan, en general, por ser vividores: es una relación de los givers (los que dan) y los takers (los que reciben). 
Son tan hábiles que no escogen a personas iguales a ellos, por el contrario, buscan a aquellos que tienen principios y tiempo para dedicarlo a los demás, y es ahí donde los desangran, se aprovechan de la bondad del otro. Por ello, buscan a personas buenas, quienes muestran las cartas en la mesa, y, que a diferencia de ellos, no las esconden, esto les da cierta ventaja para lograr su cometido. Pues ellos se las ingenian para poner las reglas del juego que quieren hacerlo a uno jugar, o dicho también de otra manera, son habilidosos para hacer trampas, tratando de generar en el otro un estado de ansiedad. 
Este tipo de relación es desgastante, no se sabe cuál es la próxima movida, cuál es el flanco donde atacará en la siguiente ocasión, en qué escenario y con qué fin. Los ataques pueden ser físicos en dependencia de qué tan débil es la presa, pero también psicológicos. No escatiman el tipo de recursos debido a que no tienen escrúpulos. Su deseo de control es tal que ensayan diferentes tipos de estrategias: unas veces veladas otras encubiertas, pero siempre con un mismo fin: acechar para debilitar al otro hasta destruirlo si es necesario, el medio no importa y la forma tampoco: puede por la vía física, jurídica, económica, psicológica: a través de los hijos: sí, a ellos no les importa que los hijos sufran lesiones psicológicas, ¿pero qué saben ellos de ser padres si no los tuvieron o no tienen referencia de ser hijos? 
Siempre están maquinando, ocultando algo, y no fácilmente develan lo que están pensando. Son personas que todo lo calculan, es una relación de causa efecto: si hago esto, el resultado será éste. Buscan cómo obtener beneficio sea éste de reconocimiento, económico o afectivo. Ellos salen llenos, los otros quedan vacíos. También saben jugar a la comedia, ser buenos actores: a través de la manipulación y la mentira, de la creación de tramas e intrigas, de la desinformación o las medias verdades, son especialistas en manipulación y chantaje. Tienen una alta capacidad para dividir, porque es la forma en que logran reinar. Tienen un gran ego, son unos grandes narcisistas, les encanta que todo se lo celebren y todo gira en función de ellos, son pragmáticos, se deshacen rápidamente de lo que les estorba o ya no necesitan. Pero ante los demás se vuelven los indispensables. También tienen la capacidad de ser fieles mientras son subordinados, en ese momento no enseñan su dentadura, son incondicionales y saben ganarse la confianza del jefe. Su propósito es subir hasta el peldaño más alto, por ello son como las serpientes, se arrastran ante su jefe, pero muerden al que tienen a su alrededor. 
Por lo general, esta gente desprecia a los demás, pero también se desprecian a ellos mismos, son unos grandes acomplejados, pretenden dar una imagen de lo que no son, siempre están viendo lo que tiene el prójimo más cerca para aprovecharse de ellos. Son maniáticos depresivos, poco estables emocionalmente, adictos a algo. Ellos tienen un sentido autodestructivo, por ello generan tanta energía negativa en su entorno que terminan destruyendo a los demás y a sí mismos. En verdad, son personas en las que uno no se puede confiar y a las que se les deben neutralizar.
Algunos se preguntarán: ¿cómo enfrentar a estos depredadores sociales? 
Hay tres formas, entre otras, que se puede ensayar: No mostrarles miedo, desenmascararlos públicamente y hacerles sentir que sus acciones se les revertirán, pero lo más importante es cortar el círculo. Quien interactúa y establece lazos emocionales con este tipo de persona es porque algo no le está funcionando bien, por lo cual es bueno echar una mirada introspectiva y tomar decisiones. 
Hay que estar prestos a las señales: su manera de actuar es progresiva, van punteando, como lo pueden hacer los boxeadores para medir la distancia y luego dimensionar la contundencia de los golpes, para ello se aseguran que la respuesta sea débil, de lo contrario no fintean. Una vez tomadas las medidas comienzan a atacar con más fuerza, si no tienen resistencia siguen adelante hasta triturar el blanco. Si la respuesta es inmediata contra ellos detienen la cacería. 
Es importante estar prevenido ante este tipo de personas, hacerles saber que uno sabe el juego que quieren desarrollar. No dejarlos que tomen la iniciativa o el control de los acontecimientos, su máscara entre otros es la de asumir el rol de protector, porque “todo lo saben”, para ello suelen esconder información y negociar a varios bandos, y con ese cuento van aislándolo a uno hasta volverlo vulnerable e indefenso ante ellos. Generan una relación de codependencia, basada fundamentalmente en ir disminuyendo la autoestima del otro, hasta que el blanco pierde la confianza en sí mismo y lo inmovilizan. Lo que ellos achacan a los otros de forma despectiva, es lo que piensan de ellos mismos, o es lo que quieren hacerle al otro.
Parten de la mentalidad de que ellos son los fuertes, los otros son los débiles. Ellos son los decididos, los otros los cobardes. Ellos son los que piensan y tienen las soluciones, los otros son los no pensantes y temerosos. Ellos retan, pero también pueden aceptar los desafíos, sobre todo cuando pueden mostrar de lo que son capaces y salirse con la suya. Pero siempre tratan de lograr una relación desigual a su favor y en detrimento del otro. En este sentido, hay que romper las reglas de su juego, y hacerles sentir que uno puede contragolpearlos con la misma intensidad que ellos lo hacen, esto los frena, sobre todo cuando saben que pueden entrar en un terreno en donde el otro muestra tener más poder, ahí sale su verdadera naturaleza de cobarde y buscan la retirada hasta encontrar la siguiente presa.
Hay quienes dicen que dándoles mucho amor cambian, es posible que algunos lo logren, pero siempre constituye un gran riesgo de consumirse en el intento, a veces es bueno pensar en otras medidas para que asuman las consecuencias de sus actos. Es bueno hacer mención que los depredadores sociales pueden ser hombres o mujeres, por lo general son más los hombres, están en todas las esferas de la vida social, y abundan en el escenario de la política y entre los políticos: sólo basta observar su comportamiento.

La Opinión Ajena


Es indudable que las actitudes personales definen nuestra vida. A su vez, el mundo nos está influenciando constantemente para que tomemos diferentes caminos que convenientes, o no tanto, y la gente que nos rodea es la que tiene mayores posibilidades de ejercer una influencia directa en nuestras acciones. ¿Cómo puedes medir el nivel de influencia de los demás en ti?

Si bien es importante conocer la opinión de ciertas personas porque todos podemos enriquecernos mutuamente, que te preocupe demasiado lo que piensan los demás puede ser contraproducente para tu vida diaria. 

Un signo típico que demuestra lo mucho que te importa la opinión de los demás es complacer a todo el mundo para agradarle. Sin duda, esta es una fórmula para el fracaso…

Anteponer los deseos de otras personas a los tuyos los termina beneficiando solo a ellos. No temas a provocar discordia con tus amigos. Sorprendentemente, a la gente le gusta que otras personas tengan carácter y personalidad. Si siempre te adaptas a los deseos de otros, nunca vas a conocer los propios y, probablemente, alejes más gente de la que atraigas.

Aprovechar cualquier oportunidad para alardear de todas las cosas que has realizado y hacer sentir a los otros menos importantes es signo inequívoco de que te interesa que los demás sepan quién eres. Es posible que, efectivamente, logres impresionarlos, pero no necesariamente de una forma positiva.

La retroalimentación es buena si la tomas como una opinión y no un juicio final. 

Cuando las personas opinan acerca de ti, escúchalos y reflexiona sobre los comentarios, si esto te sirve para mejorar en algún aspecto, pero no es necesario que te tomes tan en serio esas opiniones, al punto que lleguen a afectar tu carácter y modificar lo que realmente eres.

Si la actitud de los demás ejerce un peso demasiado grande sobre ti, significa que tienes una personalidad muy débil e influenciable. Presta atención a este punto, pues algunas personas pueden llegar a manipularte para que reacciones como ellos quieren.

La gente que no sabe decir “no” a las demás personas también suelen ser aquellas a quienes les importa mucho lo que otros digan. Aprender a negarte de vez en cuando es fundamental, ayuda a que tengas firmeza en tus ideas y decisiones y también evita que la gente intente abusar de ti.


Este último punto es el más importante, ya que este comportamiento puede afectar todas las decisiones importantes que hagas en tu vida. Tus amigos y familiares cercanos son las personas que más influencia van a tener en ti y una buena parte de esa influencia no necesariamente siempre será lo mejor…

Si tus padres, amigos o quienes fueren, fijan una expectativa para ti y no concuerda con lo que tú deseas, considera ignorar – respetuosamente – sus sugerencias. Aunque siempre estamos influenciados por alguien, procura que aquellos que te inspiran vayan en la misma línea que tú te planteas.

Por lo general, los mejores mentores están fuera de nuestro círculo social cercano y te darán una opinión de tus metas con mayor imparcialidad.

Procura desarrollar tu personalidad y proyectarla con respeto sobre los demás. Cuando hables con otras personas interésate en ellas y en sus opiniones, pero ten en cuenta que no son más que eso: opiniones.

Para agradar a las personas no necesitas alardear, simplemente ser sincero, con buen sentido del humor y con un carácter que proyecte seguridad y confianza.



Solos En La Multitud


La soledad es un sello de la época: la sufren los que no encuentran con quién hablar las cosas importantes, que a veces son las que parecen las más mínimas y banales.

Tan rodeados de gente y tan solos. Tanta hiperconexión y tanto aislamiento. Tanto ruido y tanto silencio. La soledad es un sello de la época: la sufren los que no encuentran con quién hablar las cosas importantes, que a veces son las que parecen las más mínimas y banales. La adolescencia y la juventud son etapas de la vida donde lo social es un aspecto esencial.

Los grupos y las relaciones interpersonales condicionan las subjetividades y funcionan como tablas de salvación en el naufragio que puede resultar del viaje por ese océano de dudas, inseguridades, amarguras eufóricas, festejos depresivos y contradicciones emotivas por el estilo.

Pero las noticias cada vez más frecuentemente hablan de adolescentes y jóvenes que deciden poner fin a sus vidas. No funcionan para ellos y ellas los vínculos sociales: ni la escuela ni el barrio ni el club ni el grupo de amigos. Sino todo lo contrario: esos entornos son más de una vez los que los empujan al abismo.

Las estadísticas demuestran que el suicidio adolescente es una problemática en aumento a nivel global. Según la Organización Mundial de la Salud, cerca de 800.000 personas se suicidan cada año.

En 2015 esta fue la segunda causa principal de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el mundo. Hay múltiples razones que pueden llevar a tomar esta trágica determinación. Además de los trastornos mentales y las adicciones, la OMS cita que muchos suicidios se producen impulsivamente en momentos de crisis que menoscaban la capacidad para afrontar las tensiones de la vida, tales como los problemas financieros, las rupturas de relaciones y las enfermedades.

Violencias, abusos, hostigamientos son otros desencadenantes. Asimismo, las tasas de suicidio son elevadas entre los grupos vulnerables objeto de discriminación, como los migrantes, los reclusos y las personas lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales e intersexuales.

La OMS también dice que mantener el tema bajo un manto de silencio no hace más que estigmatizar a quienes atraviesan momentos delicados y los disuade de buscar ayuda. Con esa premisa, el director de Salud Mental de Entre Ríos, Carlos Berbara, habló recientemente sobre el tema en una entrevista para el canal web UNO TV y recomendó a los padres compartir tiempo con sus hijos, en cantidad y en calidad, y estar atentos a sus preocupaciones cotidianas. 

Para quien se ve al borde del precipicio, es reconfortante saber que otras personas pasaron por momentos similares y pudieron sobrellevarlos y hasta ser felices.

En un mundo de hipercomunicación estamos cada vez más solos. El oído atento es casi una rareza en medio de tanto ruido.



Enajenados Por La Vida


La salud mental y la supervivencia de la civilización exigen que renazca el espíritu de la Ilustración, un espíritu inflexiblemente crítico y realista, pero liberado de sus prejuicios excesivamente optimistas y racionalistas, y que a la vez se reaviven los valores humanistas, no proclamados, sino practicados en la vida personal y en la vida social. 

Creo que el individuo no puede entablar estrecha relación con su humanidad en tanto no se disponga a transcender su sociedad y a reconocer de qué modo ésta fomenta o estorba sus potencialidades humanas. 

Si le resultan «naturales» las prohibiciones, las restricciones y la adulteración de los valores, es señal de que no tiene un conocimiento verdadero de la naturaleza humana. Creo posible la realización de un mundo en que el hombre pueda “ser” mucho aunque “tenga” poco. ”

Ahora quisiera entrar un poco más detalladamente en lo que, a mi parecer, es lo decisivo de este «malestar », de esta «enfermedad del siglo». Lo esencial de la enfermedad que padece el hombre moderno es la enajenación. Después de haberse olvidado durante decenios, el concepto de la enajenación ha recobrado popularidad últimamente. Hegel y Marx lo emplearon, y con razón, podrá decirse que la filosofía del existencialismo es en el fondo una rebelión contra la creciente enajenación del hombre en la sociedad moderna.

¿Qué es propiamente la enajenación? Dentro de nuestra tradición occidental, lo que significa la enajenación representó ya un papel importante, aunque no bajo el título de «enajenación», sino bajo el título de «idolatría», como lo emplearon los profetas. 

Muchos creen ingenuamente que la diferencia entre la llamada idolatría y la fe monoteísta en un solo Dios verdadero no es sino una diferencia numérica: los paganos tenían muchos dioses, mientras que los monoteístas creen en un solo Dios. Sin embargo, no es ésta la diferencia esencial. Para los profetas del Antiguo Testamento, lo esencial del idólatra es que adora la obra de su mano. Toma un trozo de madera, lo corta a la mitad, y con una mitad hace fuego, por ejemplo, para cocinar una torta; y con la otra mitad del trozo de madera, se talla una figura para adorarla. Y sin embargo, lo que adora es una cosa. Es una cosa que tiene nariz, pero no huele, tiene orejas pero no oye, tiene boca y no habla.

¿Qué ocurre en la idolatría? Entendiéndola como la entendieron los profetas, ocurre en ella exactamente lo que, según Freud, sucede en la “transferencia”. En mi opinión, la transferencia que conocemos en el psicoanálisis es una manifestación de la idolatría.

El hombre transfiere la vivencia de sus propias actividades o de sus propias experiencias —de su capacidad de amar, de su facultad de pensamiento— a un objeto exterior. Este objeto puede ser otro hombre o una cosa de madera o de piedra. En cuanto el hombre ha establecido esta relación de transferencia, ya sólo entra en relación consigo mismo a través de su sumisión al objeto al que ha transferido sus propias funciones humanas. Amar de manera enajenada, idolátrica, significa entonces: yo amo sólo si me someto al ídolo al que he transferido mi bondad. O bien: yo sólo soy bueno si me someto al ídolo al que he transferido mi bondad. Y lo mismo sucede con la sabiduría, con la fuerza, e incluso con todas las cualidades humanas.

Cuanto más poderoso sea el ídolo, es decir, cuanto más yo le transfiera de mi esencia, tanto más pobre seré yo y tanto más dependeré de él, porque estaré perdido si lo pierdo a él, a él a quien todo lo he transferido. La transferencia del psicoanálisis no es fundamentalmente diferente. 

Claro que, en este caso, se trata casi siempre de transferencias paternales y maternales, porque el niño ve en el padre y en la madre a aquellos a quienes ha transferido sus propias experiencias. Pero lo esencial no es que el niño transfiera al padre y a la madre, sino el hecho mismo de la transferencia por la cual el hombre inmaduro se busca un ídolo. Si encuentra un ídolo al que pueda adorar toda su vida, no tendrá ya que desesperar.

Éste es uno de los motivos, a mí parecer, de por qué a muchos les gusta tanto ir al psicoanalista y no quieren dejar de ir, y de por qué sociedades enteras eligen unos supuestos caudillos tan vanos y mudos como los ídolos de la antigüedad, pero que también estimulan la transferencia como sometimiento.

Naturalmente, en la sociedad moderna ya no hay un Baal ni una Astarté. Pero como solemos confundir las palabras y los hechos, estamos muy dispuestos a convencernos de que ya no existen los hechos cuando las palabras han dejado de decirse. 

En realidad, volvemos a vivir hoy en una sociedad que, en comparación con siglos pasados, es mucho más pagana e idolátrica.


jueves, 26 de octubre de 2017

La Imagen Que Irradiamos


Hay dos posiciones extremas acerca de la “realidad”: es todo lo que hay o no existe en absoluto. Los primeros (la mayoría) discuten acerca de los hechos, están prisioneros de la polaridad, creen o no creen, siguen los lineamientos de la mayoría, entran en teorías conspirativas, piensan que lo que dicen los medios es real (o no); en definitiva, actúan como si todo lo que se presenta tiene entidad verdadera. Para los segundos, todo es una ilusión (una maya) que le da a cada uno lo que piensa, ya sea porque tienen concepciones espirituales o porque no creen en nada. Hay algunos que están entre medio, fluctuando entre las dos de acuerdo a su nivel de consciencia y de circunstancias del momento o tratando de integrar los dos conceptos.

¿Qué otra cosa hacer? Sin importar la verdad de cada una, ante cada situación o persona podríamos investigar su significado, su preponderancia, su sentido en el conjunto; preguntarnos qué relevancia tiene para nosotros, cómo lo asimilamos, qué nos mueve, qué simboliza/personifica en nuestro diseño. 

Así, el mundo se transforma en una exploración continua en lugar de una negación o una lucha.

Un día es una nueva oportunidad de vida. Un día es una nueva oportunidad para levantarte y ser feliz, aunque sea un ensayo y no se transforme jamás en una obra completa. Un día puede resumir en sus largas o fugaces horas la esencia de ti mismo y tu sueño hecho realidad.

Un día nuevo es otra oportunidad para hacer todo aquello que lamentarías no haber hecho. Todas esas cosas que en el presente parecen imposibles y que vistas con el tiempo solo se responden con un “Qué tonto fui…” o con un “En qué estaba pensando“.


Cuando Sientas La Exclusión

Cada vez que te sientes excluido por alguien es como si esa persona hubiera disparado una flecha cargada de veneno que te llega directamente al corazón. La sensación de que alguien no te quiere cerca, de que prefiere estar lejos de ti, es terrible. No lo entiendes: eres buena persona, siempre cuidas de tus amigos, de tus colegas, de tus familiares. Eres atento y haces todo lo que puedes para que los demás estén bien, contentos y tranquilos, para que no haya ningún tipo de conflicto, para ser simpático, para dar una buena impresión y para que te quieran. Eres amable.

Igual te sorprende si te digo que el rechazo no es algo personal; lo parece, eso sí, pero solamente lo parece porque lo recibes de esa manera: como una crítica. Como una crítica personal e injusta. No obstante, a veces ese rechazo hace ver algo de tu comportamiento que conviene cambiar, y otras veces ese rechazo realmente no tiene que ver contigo sino con la otra persona. Me explico... 
Irritación de la otra persona

Algo en tu comportamiento le sienta mal a la otra persona y se siente irritada y molesta. Cuando, por ejemplo, algo en tu manera de hablar, de gesticular, o de comunicar le resulta desagradable a alguien (por el motivo que sea, como puede ser algo tan incontrolable como un determinado recuerdo doloroso), esa persona no te va a querer cerca.

Evidentemente esto no tiene nada que ver contigo, sino con la percepción ajena. Y, fíjate, no es que te rechace como persona, sino que solamente rechaza una parte (una faceta de) de tu comportamiento. Y tú no eres tu comportamiento. Puedes cambiar tu comportamiento pero sigues siendo la misma persona, ¿No es así?

También puede pasar que la otra persona y tú no tengáis nada en común. Puede que se trate de vuestros valores o intereses personales. Puede ser un tema de carácter: a lo mejor eres muy introvertido y no caes bien a alguien que justamente es muy extrovertido. Mientras que esa otra persona solamente buscará amigos extrovertidos, a lo mejor tú, por ser como eres, te sientes rechazado, mientras que para nada es un tema de rechazo personal sino más bien una diferencia de carácter. Si el rechazo es fruto de ese tipo de diferencias personales, no hay nada que hacer salvo NO tomarlo a nivel personal y aceptarlo.


Pero si, reflexionando sobre tu comportamiento, has llegado a la conclusión que a lo mejor eres demasiado servil, crítico, que estás demasiado pendiente de todo, demasiado exigente, controlador, inseguro, víctima... igual ha llegado el momento de tomar una decisión interior y ver cómo puedes cambiar tu comportamiento.

Nuestros Caminos


Es difícil, para muchos, aceptar la idea de que nuestros respectivos caminos de vida puedan tomar orientaciones divergentes. A pesar de los vínculos tan fuertes que puedan unir a veces a algunos seres, ya sea en un plano de amistad, profesional o amoroso, la vida demuestra que cada recorrido es único, y que rara vez evoluciona, durante toda una existencia, paralelamente al de otros.

Nuestro propio camino lo trazamos en cada instante, con cada elección que hacemos, y escuchando a nuestro corazón. No podemos controlar, de antemano, el rumbo que tomará mañana ni todos los días que tendremos la fortuna de vivir. Por más que intentemos orientarlo de forma duradera, hemos de asumir que cualquier cosa puede influir en su trayectoria, en cualquier momento. 

No podemos imponer una dirección para toda la vida, aun cuando nos esforcemos  por seguir los pasos de otros.

Es una evidencia geométrica que nuestro ámbito de relaciones está en constante evolución, y que todos los caminos que se cruzan terminan tomando, inevitablemente, direcciones divergentes.  No podemos avanzar por la vida y fijar, al mismo tiempo, la intersección de dos vías. El carácter aparentemente imprevisible de estos cruces de caminos acaba siendo un poderoso motor de evolución que nos pone constantemente en entredicho, en cada encuentro… y en cada alejamiento, también.

Toda relación termina inevitablemente por disolverse un día, y aquel que intenta agarrarse a ella se recluye en la ilusión y en el apego. La vida solo existe en el movimiento, en lo pasajero de toda realidad terrestre.

Por desgracia, el ser humano amancilla a menudo una relación terminada, como si hiciera falta hallar un responsable de la divergencia de orientaciones, en lugar de aceptar que el final de todo camino compartido es una enseñanza mutua enriquecedora, que hace de nosotros lo que hoy somos. Nada se estropea cuando dos caminos divergen, puesto que el otro continúa de alguna manera viviendo en nosotros, a través de la experiencia vivida. Depende únicamente de nosotros que lo integremos, para darle un sentido.

El fracaso no está sino en nuestra incapacidad de crecer a partir de relaciones pasadas. Deberíamos celebrar cada separación lo mismo que cada encuentro. Por mi parte, experimento siempre mucho amor y agradecimiento hacia las personas que han formado parte de mi vida, pues aunque nuestros caminos hayan tomado direcciones diferentes, la riqueza de nuestro pasado común es parte integrante de los fundamentos del ser que ahora soy. 

El amor no se limita a la proximidad de dos seres, sino que puede vivirse más allá de cualquier distancia adoptada. Solo la forma cambia…

Renunciar a seguir una vía propia, para seguir los pasos de otros, es una forma de negación de sí, que conduce a vivir la vida de otros, en la ilusión de que la felicidad solo puede venir del exterior. 

Por supuesto, otra vía puede inspirarnos, pero no deberíamos nunca restringirnos a ella, o encerrarnos en ella.  Observar con desapego un camino divergente del nuestro es de una riqueza enorme, puesto que nos lleva al cuestionamiento y al replanteamiento.

Obligarnos, en cambio, a seguirlo ciegamente es solo pérdida y olvido de nosotros mismos.



Libertad De Pensamiento


Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.   
          
El Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

Solemos defender la libertad de expresión, aunque no tenemos costumbre de pararnos a pensar si tenemos libertad de pensamiento. Entendiendo a esta como la oportunidad de tomar una decisión libre y meditada con la que elijamos nuestros valores sin condicionamiento cultural, político, social ni económico.

Desde que nacemos, lo habitual es que las personas que nos cuidan traten de hacernos partícipes de su manera de pensar. Pueden hacer esto de una manera abierta, manifestándolo directamente, o indirecta, solo permitiéndonos contacto social con las personas que siguen su misma línea de pensamiento y no hablando demasiado bien de las que se oponen.

“Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?“
-Arturo Graf –

Es difícil saber si somos libres para pensar. Lo cierto es que estamos condicionados por lo que hemos vivido y habitualmente lo tomamos como punto de partida para construir el resto del mapa que configuran nuestros pensamientos. Así, este condicionante ha penetrado tan hondo en nosotros que puede costarnos una gran cantidad de esfuerzo y tiempo determinar cuánta y cómo ha sido su influencia.

Esto significa que es difícil opinar o pensar de una manera distinta a la que estamos acostumbrados. Hacerlo probablemente supondría poner en cuestión otros aspectos que van más allá de la parcela que nos ha elicitado ese pensamiento. Sería como arriesgarnos a que ocurriera un pequeño o gran terremoto.

Sin embargo, pensar libremente sería “salirse” de cualquier opinión o forma de vida conocida, cuando en realidad, estamos acostumbrados a coincidir y agruparnos en semejanza de opiniones. Bien mostrando acuerdo hacia lo que piensan “los nuestros” o bien mostrando desacuerdo hacia lo que piensan “los otros”.




miércoles, 25 de octubre de 2017

El hombre: lo real y lo irreal


Xavier Zubiri
Una y otra vez se ha intentado apresar la esencia de lo humano por el siempre simplificador recurso a las definiciones rotundas. La lista sería interminable: animal racional dotado de un lenguaje articulado, espíritu encarnado, ser al que convienen predicados tanto físicos como mentales, animal enfermo, camaleón, caña pensante, animal simbólico, pasión inútil, realidad suprema de la naturaleza...

En obras anteriores Zubiri había enriquecido ya la lista con sus celebradas definiciones del hombre como “inteligencia sentiente” y “animal de realidades”. Hoy lo presenta, con gesto sólo en apariencia paradójico, como “animal de irrealidades”, como ser que forja lo irreal llevado a ello por su propio modo de estar en la realidad. Como ser viviente -inteligencia sentiente- en el que lo real y lo irreal dan, en definitiva, en integrarse.

Llegados aquí, la pregunta por la naturaleza de “lo irreal”, al menos en este marco antropológico-metafísico, se impone. ¿Qué entender, en efecto, como tal? Por de pronto, lo irreal no es simplemente lo que no es real. Tampoco lo potencial. Es, por el contrario, algo que se opone a lo real, pero dentro del mundo real. Es algo interno a él, razón por la que Zubiri no duda en afirmar que realidad e irrealidad deben ser entendidas como “momentos... de la realidad entera y global del mundo y de la vida del hombre”.

Esta irrealidad sin la que el hombre no puede vivir en la realidad se presenta de modos distintos. 

Zubiri se detiene en tres: la ficción, el espectro y la idea. Tres formas de irrealidad que ayudan a habérselas cabalmente con la experiencia humana como tal, toda vez que para Zubiri la experiencia de lo irreal pertenece a la mismísima experiencia humana de lo real, lo que equivale a decir que “lo real y lo irreal están en última instancia integrados en el hombre”.

 No estamos muy lejos, pues, como hace ver Conill en su notable prólogo, de la visión nietzscheana del hombre como “animal fantástico”, ni de la actual propuesta de mundos virtuales, en plena eclosión de la llamada “realidad virtual”, que no deja de ser una realidad que tiene existencia aparente aunque no real. Es decir, que tiene una realidad “irreal”... Pero que, como lo irreal de que nos habla Zubiri, “recobra sobre la anchurosidad misma de lo real”.

Quedan muy atrás los tiempos en los que el enorme prestigio filosófico de Zubiri se sustentaba en
 Naturaleza, Historia, Dios. El incisivo tratado sobre la realidad y la experiencia creadora que ve ahora la luz, sumamente rico en matices y referencias y muy útil para adentrarse en los temas centrales de Zubiri, se une a una obra, publicada gracias al buen hacer de la Fundación Xavier Zubiri, de impresionantes dimensiones, “clásica” e innovadora. 

En cualquier caso, sumamente idiosincrásica. 


Hugo W Arostegui           

La Vida Intensa


Sin que uno se dé cuenta, un día, uno está instalado en una vida. Una vida que es así como es, nos guste o no, y uno trata de quitar una cosa y de poner otra como si estuviera decorando su morada, y en alguna medida lo logra; no completamente, pues siempre existen los imponderables, pero, con todo, uno se hace a esa vida: uno vive en ella: es la vida de uno.

Hay quienes se conforman y quienes desesperados se arrojan por la ventana con el anhelo de caer más allá de su vida. Entre los primeros están quienes se hacen a la idea de que no tienen más opción y también, por supuesto, quienes no quisieran que se moviera un ápice, pues esa vida que tienen les fascina.

La mayoría, sin embargo, le pone injertos a su vida, porque la vida de cada uno, tal cual es, causa fatiga a la larga y, entonces, mínimamente, uno va al cine o se emboba con una serie de televisión: le inyecta unas escenas ficticias al tiempo corriente, al tiempo de uno. 

También hay quienes se enfrascan durante horas en la lectura de un libro y viven de prestado la vida de los protagonistas, y quienes no hacen nada, nada que los distraiga, que los lleve a un recreo y estos, pobres, no tienen más remedio que tumbarse a dormir y en el sueño encuentran un alivio a las horas enrieladas de su vida de costumbre.

Son pocos quienes tienen una vida digna de ser autobiografiada: Neruda da envidia con su “Confieso que he vivido” o Casanova con sus “Memorias eróticas”; aunque, pensándolo bien, quizá no sean tan pocos, sino sólo sean pocos los pocos que se han sentado a escribir su autobiografía, pues la vida de cualquiera tiene momentos de intensidad y, aunque no todos sean Napoleón, cada quien ha tenido sus waterloo y sus victorias en su muy modesta vida cotidiana.

Yo aprendí un concepto en el joven Albert Camus, lo hallé en su primer libro: El revés y el derecho cuando también era muy joven: “avidez de vivir”, y luego, en otra obra del mismo autor: El mito de Sísifo, encontré la teoría de la moral de la cantidad: no una moral regulada por la ordenación del bien y el mal, sino, literalmente, por la cantidad: por un afán de vivir más.

La vida, como bien decía el surrealismo, también está compuesta por los sueños y, podría agregarse, por las lecturas y las escrituras y esas extensiones que dan las pantallas, sean de cine, de televisión o de tableta. Incluso, en la fija imagen que tengo ante mí cuando voy manejando mi automóvil, hay una realidad, un fragmento de realidad que en vez de acercarse, se aleja: la que me va dando el espejo retrovisor cuando yo avanzo hacia delante.

Hugo W Arostegui

               

Sentimientos Humanos


Vivencias que el hombre tiene con respecto a su relación con la realidad circundante (con otros hombres y sus actos, con fenómenos, cualesquiera que sean) y consigo mismo.

Las vivencias de corta duración (alegría, tristeza, etc.) se denominan, a veces, emociones en el sentido estricto de la palabra, a diferencia de los sentimientos en tanto que vivencias estables, de larga duración (amor, odio, etc.). Los sentimientos constituyen una forma especial de reflejar la realidad; reflejan la relación de las personas entre sí y también entre ellas y el mundo objetivo.

Los sentimientos del hombre, formados por la sociedad, desempeñan un papel inmenso en la conducta del individuo, en su actividad práctica y cognoscitiva. Sin “emociones humanas”, dijo Lenin, no ha habido nunca búsqueda de la verdad por parte del hombre, no la hay ni puede haberla. 

Los sentimientos son señales de que se ha realizado algo con éxito o sin él, de que los objetos y fenómenos corresponden o no a las necesidades y a los intereses (Interés) del hombre, y ocupan, por ende, un lugar esencial en la regulación de la actividad de la gente.

Los sentimientos pueden ser activos (esténicos), de tono emocional positivo –satisfacción (alegría, etc.)–, y pasivos (asténicos), de tono emocional negativo –inastisfacción (tristeza, etc.)–.

Los sentimientos esténicos elevan la actividad vital del ser humano; los asténicos, la disminuyen.
Se distinguen distintos tipos de sentimientos: estados de ánimo, afectos y pasiones. El estado de ánimo constituye una prolongada (en comparación, por ejemplo, con el afecto) situación emocional (jubilosa, deprimente, etc.) que confiere un determinado tono emocional, un determinado matiz a todas las otras vivencias del individuo, a sus pensamientos y acciones.


La pasión es un sentimiento fuerte, profundo, que se apodera del hombre por largo tiempo. Constituyen un grupo especial los sentimientos elevados: morales (sentimiento de colectivismo, del deber, del honor, etc.), estéticos (sentimiento de lo bello) e intelectuales (sentimientos relacionados con la satisfacción de intereses cognoscitivos, con la resolución de un problema mental).


Superación


Estas son frases de superación personal inspiradoras para el crecimiento emocional, te ayudarán a reflexionar y poder ver las cosas desde nuevos puntos de vista, tomando conciencia plena de lo que te rodea. Además, pueden acompañarte en un mal momento, servirte de guía u orientación e infundirte motivación y coraje para enfrentar el día.

Antes de encontrar a tu alma gemela, primero debes descubrir la tuya. Charles F. Glassman

No se sale adelante celebrando éxitos sino superando fracasos. Orison Swett Marden

Recuerda que no puedes fallar en ser tú mismo. Wayne Dyer

Se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere. Y si la historia es tan simple, ¿por qué te preocupas tanto? Facundo Cabral

Debes hacer las cosas que piensas que no puedes hacer. Eleanor Roosevelt

No juzgues cada día por la cosecha que recoges, sino por las semillas que plantas. Robert Louis Stevenson

La felicidad no reside en las posesiones, ni en el oro, la felicidad habita en el alma. Demócrito

Lo que se esconde detrás de ti y lo que está por delante, palidece en comparación con lo que se encuentra dentro de ti. Ralph Waldo Emerson

Amaré la luz para que me muestre el camino, sin embargo, voy a soportar la oscuridad porque me muestra las estrellas. Og Mandino

La medida de lo que somos es lo que hacemos con lo que tenemos. Vince Lombardi

La felicidad no es algo que se pospone para el futuro; es algo que se diseña para el presente.           Jim Rohn

Un hoy vale dos mañanas. Benjamin Franklin

El pensamiento es el viento, el conocimiento la vela, y la humanidad el buque. Augusto Hare

¡No digas no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio, y te lo recordará cada vez que lo intentes! Facundo Cabral

                                                                                                         

martes, 24 de octubre de 2017

Cultivemos Nuestro Intelecto


Cultivar tu intelecto y aumentar tus conocimientos no necesariamente significa leer miles de libros al año, ni limitar tus programas de televisión a documentales. Para cultivar tu intelecto no es necesario encerrarse en una burbuja aislada del mundo.

Una persona culta siempre busca expandir su mente, tener un mejor enfoque, aprender a mirar más allá de los que otros miran. Asimismo se esfuerza por ser mejor persona en todos los sentidos. No es tarea fácil, pero incluso las mentes más brillantes comenzaron desde cero. 

Estas son algunas claves para cultivar tu intelecto.

En primer lugar debes reconocer algo muy importante: nunca podrás aprenderlo todo. El ser humano de hoy tiene la misma capacidad de procesamiento de información de la que tenían los antiguos griegos. Por ende, nunca podrás asimilar todo el conocimiento disponible. Pero para compensar esto puedes tomar una de dos opciones: puedes decidir aprender mucho sobre unas pocas cosas, o aprender un poco acerca de muchas cosas que te interesen.

Cultivar tu intelecto también es ventajoso de varias maneras. Por ejemplo, si aprendes un idioma nuevo o varios, no solo podrás viajar a estos países con mayor facilidad, sino que también podrán aumentar tus oportunidades a nivel profesional. Lo mismo aplica si aprender a manejar algún software especializado o dominas algún tema en el que no todos se especialicen. Este tipo de conocimiento específico no solo aumenta tu conocimiento general sino que también te ayuda a ser más competitivo en el mercado laboral.

No queremos decirte que las hagas todas a la vez, pero si comienzas dedicando algo de tiempo a algunas o a todas, verás cómo gradualmente pero efectivamente, comenzarás a ver el mundo de otra manera, y comprenderás la verdadera magnitud del conocimiento que posees.

Los problemas humanos no son simples; son muy complejos. El entenderlos exige paciencia y penetración, y es de la mayor importancia que nosotros, como individuos, los entendamos y los resolvamos por nosotros mismos. 

No han de entenderse por medio de fórmulas o lemas; ni pueden resolverse en su propio nivel por especialistas que trabajan en un campo determinado, lo que sólo conduce a más confusión y miseria. Nuestros muchos problemas podrán entenderse y resolverse sólo cuando nos comprendamos como un proceso total; es decir, cuando entendamos nuestra constitución psicológica, y ningún líder político o religioso puede darnos la clave de esa comprensión. 


El Valor De La Reciprocidad


Hay veces que tenemos la sensación de que estamos dando y dando pero, sin embargo, no estamos recibiendo. Esto nos suele ocurrir cuando estamos tristes, pues no obtenemos ningún tipo de recompensa tras el acto de dar y acabamos pensando que el mundo no es merecedor de nuestra dedicación.

“Cuando te cansas de dar y dar sin recibir puede que, incluso, acabes evitando que alguien te ofrezca ayuda. Así, la falta de reciprocidad se acaba alimentando de una espiral de desencanto y de dolor”
Si te ocurre esto, lo mejor es abandonar tu puesto y relegar esas obligaciones que te has impuesto, 
pues es un intercambio que resulta tóxico para ti y que, por lo tanto, destruye tu salud.

Algo va mal si te estás cansando, si te invade la tristeza, la desilusión o el desencanto y si sientes que lo que haces por la otra persona es una carga cuando no debería serlo. Hay personas que pueden chuparnos, literalmente, la energía.

Es probable que ellos no se den cuenta, por eso siempre es recomendable y necesario armarse de valor y aclarar estas cuestiones. También puede que sí que se percate del tema pero que le interese mantener la situación.

Entonces, lo mejor es poner a prueba ese interés dejando de esforzarnos por satisfacer sus necesidades y ver lo que sucede después. Una actitud egoísta se ve a leguas, solo necesitamos mirar en la dirección adecuada.

No vale de nada luchar contra viento y marea por una persona que no mueve ni un dedo. No sirve ayudar constantemente a alguien con un trabajo que no está interesado en aprender a realizar. No nos hace bien dar sin recibir.

No podemos dedicarnos a los demás y olvidarnos de nosotros. La única gratitud sin la que no podemos vivir es la gratitud a uno mismo, pues es el pilar del amor propio y el cimiento de nuestro crecimiento personal.

Cuando ayudamos a alguien le estamos ofreciendo una parte muy importante de nosotros. Esto nos enseña a apreciarnos, por lo que es esencial cuidar esta parcela de nuestra vida.

Obviamente, no vamos a dar ni a agradecer nada a quien se está aprovechando de nosotros. Eso nos haría sentir necios, a la vez que resulta peligroso para nuestro autoestima y nuestro bienestar.


Por otra parte, dicen que nunca es suficiente el agradecimiento a aquel que no te abandonó en los malos momentos. Por eso, ofrecer buenas palabras, buenos sentimientos, buenos actos y buenos pensamientos para quien nos ayudó en algún momento es muy importante, ya que esto nos ayudará a recordar el valor de la bondad y del ofrecimiento a los demás.

La Era de la Inteligencia Artificial y la Singularidad


R. Kurzweil (RK) entiende que todos los niveles con los que está conformado el universo (el físico, el químico, el biológico y neurológico), están coronados por el último y más complejo, el tecnológico, creador de la inteligencia artificial, de la que es un experto mundial de primera línea. Sus investigaciones actuales se orientan al reconocimiento del habla humana. 

En su primer libro, The Age of Intelligent Machines (1989), profetizaba que “en la primera mitad del siglo XXI la inteligencia de los ordenadores sería indistinguible de la de sus progenitores humanos”. Es la expresión del convencimiento que tiene RK de que el poder de las ideas para transformar el mundo se está acelerando. A esta tendencia la denomina principio o ley de los rendimientos acelerados, consistente en advertir que la tecnología y los procesos tecnológicos progresan de forma exponencial, no lineal. 

En su segundo libro, The Age of Spiritual Machines (1999), pretende mostrar “cómo sería la naturaleza de la vida humana una vez superado el momento en que la máquina y cognición humana se conviertan en una misma cosa”. RK advierte que progresivamente se va dando una colaboración cada vez más estrecha entre nuestra herencia biológica y su expresión en artefactos tecnológicos inteligentes, trascendiendo así lo biológico. 

En su tercer libro, The Singularity is near (2005), continúa reflexionando sobre las consecuencias de la inminente tendencia a la fusión entre nuestro pensamiento biológico y la inteligencia no biológica que estamos creando. Frente a quienes dudan de que el cerebro humano sea suficientemente potente como para comprenderse a sí mismo, RK considera que los hechos demuestran que sí tenemos capacidad para comprendernos, crear y ampliar los modelos de nuestra propia inteligencia. De hecho, la tesis central de este libro consiste en mostrar que nos estamos acercando a ese momento clave (la singularidad está cerca), a esa singularidad en la que se dará un salto cualitativo tal, que la inteligencia dejará de estar encarnada en lo biológico para estarlo en un soporte tecnológico. RK define este libro como “la historia del destino de la civilización hombre-máquina, un destino al que llamamos Singularidad”. 

Libertad y biología  

Precisamente porque somos conscientes y libres, somos personas y poseemos una identidad que nos hace irrepetibles. No somos un ente más dentro de un conjunto matemático, sino un yo irrepetible. El problema está en definir en qué consiste nuestra identidad, qué es lo que nos hace ser cada uno de nosotros, y diferentes a los demás. Nos podrían extirpar paso a paso las diferentes partes de nuestro cuerpo, y mantendríamos la identidad. Seríamos el mismo, pero no lo mismo. 

El ser humano, y los seres vivos, van cambiando gradualmente de células y demás componentes biológicos, pero la forma y estructura no cambian. Y eso es lo que mantiene la identidad. “Somos un patrón que cambia lentamente pero que posee estabilidad y continuidad, aunque las cosas que constituyen el patrón cambian rápidamente”. 
  
Ahora bien, una ventaja que tienen los sistemas artificiales frente a los biológicos, es que aquéllos pueden ser copiados, guardados en una copia de seguridad y ser reconstruidos, mientras que los seres vivos no.


La inteligencia humana, con soporte biológico, ha generado una tecnología tan potente que está aumentando su ya fuerte potencialidad; y estos avances tecnológicos van aumentando, según RK, de forma exponencial. 

Es por ello evidente para RK que la evolución biológica no es más que es una etapa previa a la inteligencia tecnológica.  

lunes, 23 de octubre de 2017

El Universo Espejo


Uno de los aspectos más enigmáticos y cautivadores del universo en el que vivimos es la sincronicidad. A todos nos ha pasado en alguna ocasión una coincidencia tan improbable que nos resulta ominosa, mágica, epifánica o perturbadora. Conexiones entre sucesos, personas e información que trascienden la realidad convencional: como si las cosas tuvieran hilos invisibles que sólo por momentos  —en estados de conciencia elevados o por una misteriosa alineación— podemos vislumbrar.

Aunque el concepto de sincronicidad existe al menos desde el tiempo de los Vedas, fue el psicólogo suizo Carl Jung quien acuñó el término e inició el estudio de este fenómeno de manera rigurosa, si no científica: la dificultad de abordar la sincronicidad desde una metodología solamente científica yace en que los eventos que se concatenan lo hacen sin tener una causa, al menos no una causa que podamos encontrar dentro de los límites de la física clásica y de un universo mecánico.

Consciente de la vastedad y elusividad del principio de la sincronicidad, Jung ensayó diversas definiciones a manera de un acercamiento teórico. Empezando desde lo más general y sintético podemos decir con Jung que la sincronicidad es "la ocurrencia temporal coincidente de eventos acausales", que es un "principio de conexión acausal", una "coincidencia significativa" o que es un "paralelismo acausal".

Siguiendo este tren de ideas podemos hablar de algo como un "dreamwake continuum", similar a Alcheringa, el "Tiempo del Sueño" de los aborígenes australianos, en el que se disuelven las fronteras entre lo que soñamos y vivimos, es más, lo que hacemos soñando se filtra a la realidad y se convierte en lo que vivimos —posiblemente las ideas platónicas y los arquetipos que gobiernan el mundo en la psicología jungiana se proyecten a nuestra realidad desde estos espacios astrales de ensueño.
El mismo Jung percibió esta analogía creativa en la sincronicidad: "La sincronicidad en sentido estricto solo es un caso especial de un orden general acausal que da lugar a actos de creación en el tiempo". De manera más poética, Octavio Paz había dicho: "Hay que dormir con los ojos abiertos /hay que soñar con las manos/soñemos sueños activos de río/buscando su cauce/sueños de sol soñando sus mundos".  
Una disciplina etérea probablemente rendirá frutos: las imágenes que generamos en el fuero interno —con el fuego interno— se podrán volver vibrantes edificios para experimentar los deseos narrativos más profundos de nuestro espíritu.