La soledad es un sello de la
época: la sufren los que no encuentran con quién hablar las cosas importantes,
que a veces son las que parecen las más mínimas y banales.
Tan rodeados de
gente y tan solos. Tanta hiperconexión y tanto aislamiento. Tanto ruido y tanto
silencio. La soledad es un sello de la época: la sufren los que no encuentran
con quién hablar las cosas importantes, que a veces son las que parecen las más
mínimas y banales. La adolescencia y la juventud son etapas de la vida donde lo
social es un aspecto esencial.
Los grupos y las
relaciones interpersonales condicionan las subjetividades y funcionan como
tablas de salvación en el naufragio que puede resultar del viaje por ese océano
de dudas, inseguridades, amarguras eufóricas, festejos depresivos y
contradicciones emotivas por el estilo.
Pero las noticias
cada vez más frecuentemente hablan de adolescentes y jóvenes que deciden poner
fin a sus vidas. No funcionan para ellos y ellas los vínculos sociales: ni la
escuela ni el barrio ni el club ni el grupo de amigos. Sino todo lo contrario:
esos entornos son más de una vez los que los empujan al abismo.
Las estadísticas
demuestran que el suicidio adolescente es una problemática en aumento a nivel
global. Según la Organización Mundial de la Salud, cerca de 800.000 personas se
suicidan cada año.
En 2015 esta fue la
segunda causa principal de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el
mundo. Hay múltiples razones que pueden llevar a tomar esta trágica
determinación. Además de los trastornos mentales y las adicciones, la OMS cita
que muchos suicidios se producen impulsivamente en momentos de crisis que
menoscaban la capacidad para afrontar las tensiones de la vida, tales como los
problemas financieros, las rupturas de relaciones y las enfermedades.
Violencias, abusos,
hostigamientos son otros desencadenantes. Asimismo, las tasas de suicidio son
elevadas entre los grupos vulnerables objeto de discriminación, como los
migrantes, los reclusos y las personas lesbianas, homosexuales, bisexuales,
transexuales e intersexuales.
La OMS también dice
que mantener el tema bajo un manto de silencio no hace más que estigmatizar a
quienes atraviesan momentos delicados y los disuade de buscar ayuda. Con esa
premisa, el director de Salud Mental de Entre Ríos, Carlos
Berbara, habló recientemente sobre el tema en una entrevista para el canal web
UNO TV y recomendó a
los padres compartir tiempo con sus hijos, en cantidad y en calidad, y estar
atentos a sus preocupaciones cotidianas.
Para quien se ve al borde del
precipicio, es reconfortante saber que otras personas pasaron por momentos
similares y pudieron sobrellevarlos y hasta ser felices.
En un mundo de
hipercomunicación estamos cada vez más solos. El oído atento es casi una rareza
en medio de tanto ruido.
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