¿Te has oído a ti mismo alguna vez poner excusas como “esto
no es importante” o “yo es que trabajo mejor bajo
presión” para no hacer algo? Entonces, lo más probable es que
sufras lo que los psicólogos llaman procrastinación o, hablando
en cristiano, falta de voluntad.
Nos referimos a personas que siguen un modus operandi perjudicial en su vida. Esos que se
motivan mucho y, de repente, sienten que quieren hacer cosas nuevas y se proponen nuevos retos
pero, al final, nunca los empiezan o suelen dejarlos a medias.
Por si fuera poco, justifican y ocultan su falta de voluntad
en excusas como las que hemos dicho antes para evitar el sentimiento de culpa. Os
alegrará saber que existe una explicación psicológica para este comportamiento,
así como un tratamiento. No llegar nunca a terminar lo que te propongas no
tiene por qué ser tú sino eterno, puedes luchar contra ello y te vamos a
explicar cómo hacerlo.
¿Qué motivos llevan a alguien a sufrir procrastinación o
falta de voluntad?
Según la especialista en psicología clínica del Instituto
Barcelona de Psicología, Gemma Figueras, uno de los motivos por
el que las personas desarrollan este comportamiento reside en la educación que
se ha recibido en casa. “El tipo de conducta que inculcan en sus hijos los
padres autoritarios y controladores impide que los niños desarrollen la
capacidad de autorregularse, de internalizar sus propias intenciones y de
aprender a actuar en consecuencia”, explica Figueras.
Por otra parte, la psicóloga Natalia Pomar nos
cuenta que la frustración es una gran fuente de
aprendizaje y también es importante empezar en la infancia: “si
de pequeños no nos han enseñado a frustrarnos de vez en cuando, a perseguir
metas con obstáculos y, lo más importante, a aprender de esos obstáculos, lo
vamos a tener más complicado a la hora de sacar la fuerza de voluntad”.
La procrastinación
es un mecanismo de
defensa que se desarrolla a partir de vivencias como estas. Lo que provoca es
que actuemos con resentimiento y rebelión ante lo que suena
imperativo, es decir, cosas del tipo “tengo que”. La mente
se convence de que algo es difícil o complicado de realizar, incluso doloroso
y, en consecuencia, busca excusas para no hacerlo a pesar de que el deseo de
realizarlo sea muy potente. El problema más importante de este
comportamiento es la imagen o percepción que se transmite a los demás.
Ya sea en el trabajo, en familia o en una relación
sentimental o de amistad, es usual que no se confíe plenamente en una
persona con falta de voluntad, porque se cree que no se va a comprometer y que
puede dejarnos tirados en cualquier momento.
Por otra parte, es
un comportamiento que acaba dañando emocionalmente a la persona que lo sufre,
ya que el círculo vicioso de proponerse algo y no conseguirlo termina por
atacar la autoestima de la persona. “La falta de voluntad provoca en quienes
la padecen frustración, angustia o incluso ansiedad”, asegura
la psicóloga Figueras.
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