Xavier Zubiri
Una y otra vez se ha
intentado apresar la esencia de lo humano por el siempre simplificador recurso
a las definiciones rotundas. La lista sería interminable: animal racional
dotado de un lenguaje articulado, espíritu encarnado, ser al que convienen
predicados tanto físicos como mentales, animal enfermo, camaleón, caña
pensante, animal simbólico, pasión inútil, realidad suprema de la naturaleza...
En obras anteriores Zubiri había enriquecido ya la lista con sus celebradas definiciones del hombre como “inteligencia sentiente” y “animal de realidades”. Hoy lo presenta, con gesto sólo en apariencia paradójico, como “animal de irrealidades”, como ser que forja lo irreal llevado a ello por su propio modo de estar en la realidad. Como ser viviente -inteligencia sentiente- en el que lo real y lo irreal dan, en definitiva, en integrarse.
Llegados aquí, la pregunta por la naturaleza de “lo irreal”, al menos en este marco antropológico-metafísico, se impone. ¿Qué entender, en efecto, como tal? Por de pronto, lo irreal no es simplemente lo que no es real. Tampoco lo potencial. Es, por el contrario, algo que se opone a lo real, pero dentro del mundo real. Es algo interno a él, razón por la que Zubiri no duda en afirmar que realidad e irrealidad deben ser entendidas como “momentos... de la realidad entera y global del mundo y de la vida del hombre”.
En obras anteriores Zubiri había enriquecido ya la lista con sus celebradas definiciones del hombre como “inteligencia sentiente” y “animal de realidades”. Hoy lo presenta, con gesto sólo en apariencia paradójico, como “animal de irrealidades”, como ser que forja lo irreal llevado a ello por su propio modo de estar en la realidad. Como ser viviente -inteligencia sentiente- en el que lo real y lo irreal dan, en definitiva, en integrarse.
Llegados aquí, la pregunta por la naturaleza de “lo irreal”, al menos en este marco antropológico-metafísico, se impone. ¿Qué entender, en efecto, como tal? Por de pronto, lo irreal no es simplemente lo que no es real. Tampoco lo potencial. Es, por el contrario, algo que se opone a lo real, pero dentro del mundo real. Es algo interno a él, razón por la que Zubiri no duda en afirmar que realidad e irrealidad deben ser entendidas como “momentos... de la realidad entera y global del mundo y de la vida del hombre”.
Esta irrealidad sin la que el
hombre no puede vivir en la realidad se presenta de modos distintos.
Zubiri se
detiene en tres: la ficción, el espectro y la idea. Tres formas de irrealidad
que ayudan a habérselas cabalmente con la experiencia humana como tal, toda vez
que para Zubiri la experiencia de lo irreal pertenece a la mismísima
experiencia humana de lo real, lo que equivale a decir que “lo real y lo irreal
están en última instancia integrados en el hombre”.
No estamos muy lejos, pues, como hace ver
Conill en su notable prólogo, de la visión nietzscheana del hombre como “animal
fantástico”, ni de la actual propuesta de mundos virtuales, en plena eclosión
de la llamada “realidad virtual”, que no deja de ser una realidad que tiene
existencia aparente aunque no real. Es decir, que tiene una realidad
“irreal”... Pero que, como lo irreal de que nos habla Zubiri, “recobra sobre la
anchurosidad misma de lo real”.
Quedan muy atrás los tiempos en los que el enorme prestigio filosófico de Zubiri se sustentaba en Naturaleza, Historia, Dios. El incisivo tratado sobre la realidad y la experiencia creadora que ve ahora la luz, sumamente rico en matices y referencias y muy útil para adentrarse en los temas centrales de Zubiri, se une a una obra, publicada gracias al buen hacer de la Fundación Xavier Zubiri, de impresionantes dimensiones, “clásica” e innovadora.
Quedan muy atrás los tiempos en los que el enorme prestigio filosófico de Zubiri se sustentaba en Naturaleza, Historia, Dios. El incisivo tratado sobre la realidad y la experiencia creadora que ve ahora la luz, sumamente rico en matices y referencias y muy útil para adentrarse en los temas centrales de Zubiri, se une a una obra, publicada gracias al buen hacer de la Fundación Xavier Zubiri, de impresionantes dimensiones, “clásica” e innovadora.
En cualquier caso,
sumamente idiosincrásica.
Hugo W
Arostegui
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